La menstruación me agarra siempre de distintas maneras, a veces como hasta explotar para luego sentirme culpable, otras tantas lloro a moco tendido mientras escucho una de la canciones que te dedicaba y me acuerdo de ti, y te maldigo hasta el punto de desearte la muerte. A veces el dolor me revienta y siento que mi útero estallará y manchará todas las paredes y si la fiesta hormonal no me trata tan mal, duermo, duermo muchas horas y sollozo un rato. No entiendo a esas mujeres que tienen el más mínimo apetito sexual, además envidio que sus esposos o amantes se las quieran coger en ese estado, a mi siempre me ha parecido repugnante, seguramente sería una escena perfecta para una película de Eli Roth. Pero es que tras seis días consecutivos de llanto, de hambre infernal, de alegría sin sentido y de dolor de caderas, digamos que volverte loca es un triunfo a gran escala. Ese día quería que contestaras solo un mensaje, no quería que dijeras nada especial, ni que me extrañabas, ni que lo nuestro se había acabado hace ya mucho tiempo, pero no contestaste nada y eso me mató y me volví a sentir la misma niña estúpida que iba a verte a las 11 pm sin importarle nada, sin importarle morir en un accidente carretero o ser asaltada y desmembrada por algún maniático, no. Miré el celular toda la tarde, lo apagué y lo encendí, todo estaba bien, yo no estaba bien. Tenía la cara descolada y estuve dos horas en cama, en la misma posición, supe que no ibas a contestar, ni si quiera aparecieron las palomitas azules, un cólico brutal me hizo pensar en morfina, una buena dosis de morfina, solo me faltan 4 días pensé, respiré profundamente, me sequé las lágrimas, me puse una bolsita de gel en el vientre y tomé el celular, me dirigí al sanitario y así sin más lo aventé por el inodoro, vi mi furia hundida en aquel inodoro y no supe hacer otra cosa más que llorar y culparte, porque tengo que admitir que durante esos días, esas dos acciones son las que mejor me salen.

Por: Ale flores
@aleteknicolor

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