De los pensamientos de una mala escritora.
29/10/16
Cambios.
Muchas veces a lo largo de mi vida, varias de las personas más importantes a mi parecer me han dicho la frase con la cual todos nos podemos familiarizar: “Has cambiado”. Lo dicen con repulsión, con desprecio y desdicha. Casi parece que intentan hacernos sentir mal para regresar a como éramos antes. Como si se hubieran hecho la idea de que nos quedaríamos estáticos toda la vida. Como si el cambiar la forma en que vemos al mundo se volvió repentinamente mala.
Y puede que así sea. Puede que no todas las veces veamos la vida de la forma moralmente aceptada. Tal vez, bajo alguna mala influencia o bajo las peores circunstancias, tomemos decisiones que nos hagan cambiar de parecer. Que nos hacen comenzar a ver las cosas desde otras perspectivas que nunca hubieran cruzado nuestra mente y puede que los que estén cerca de nosotros nos quieran advertir que no es el mejor camino. Pero si consideramos que lo es, entonces podríamos intentar tomar en cuenta los consejos que nos dan, pues la mayoría de las veces quieren lo mejor para nosotros y se preocupan por nuestro bienestar.
Pero otras veces deciden decirnos eso por el simple hecho de que nos dejamos de comportar de la forma en que ellos quieren que nos comportemos. Y les molesta. Les molesta el saber que ya no estás “bajo su control”, de cierta manera. Se vuelven condescendientes por el hecho de que creen que están “tolerando” nuestros cambios. Porque cuando los conocimos, la conexión era esa simultaneidad de intereses que ofrecíamos a la otra persona y que esa persona nos ofrecía. Incluso, tal vez los que cambiaron fueron ellos sin darse cuenta. “Las personas cambian. Los amigos se van. Y la vida no se detiene por nadie”.
Pero dentro de su “lógica” de que los cambios son malos, hay un millar de incongruencias. Porque todos cambiamos, el Universo está sometido a cambios imperceptibles. Lógicamente, el hombre, que habita en él, también está directamente relacionado a sus cambios. Tenemos ejemplos como los códigos naturales (la evolución, el movimiento de las placas tectónicas, etc.) y los códigos humanos (las normas, las matemáticas, etc.) que fueron sometidos a prueba y que actualmente se siguen modificando pues se observan desde otras perspectivas, las cuales amplían nuestros conocimientos en esas áreas.
Entonces, si por naturaleza el mundo cambia, ¿cómo esperan que nuestros pensamientos no lo hagan? ¿Cómo esperan que un país corrupto deje de serlo si ellos mismos refutan el cambio?
Una vez un filósofo dijo que, si no estás seguro de querer tomar una decisión o de cómo actuar ante una situación, que le preguntaras a todo el mundo. Si todos respondían que no lo hicieras, entonces ésa era la respuesta. Lo mismo pasaba si todos decían que sí. Pero con que uno dijera lo contrario a los demás, con ese desacuerdo, podías tomar la decisión sobre tus actos. Tomando en cuenta las consecuencias de éstos.
Esa es la forma de saber si algún acto es considerado como moral o no. Prácticamente, con que tú sientas que es lo mejor que puedes hacer entonces no cabe duda de que lo es. Si ese cambio te convierte en una mejor persona, en una persona íntegra y feliz contigo misma, entonces no importa que ante los ojos de los demás hayas cambiado. Porque seguramente, ellos han estado buscando ese cambio en sí mismos y al verlo reflejado en alguien más la envidia los carcome.
Porque no por el hecho de que una persona haya hecho algo malo significa que es mala y no por el hecho de que una persona haya hecho algo bueno significa que es buena. Nuestras decisiones no nos definen completamente. Las personas pueden dejar de mentir, de robar, de ser egoístas y otros defectos. Las personas pueden dejar de ser honestas, humildes, tolerantes y otras virtudes. A fin de cuenta, son cambios. “Sin perder una parte de mí, sin cambiar una parte de mí, ¿cómo llego al cielo?”
Hay quienes dicen que las personas nunca cambian. Puede que no dejen de tener su propia esencia porque nunca nada ni nadie les quitará las experiencias que vivieron ni las personas que conocieron. Pero cuando algún suceso realmente los marca, puede cambiar su forma de ver las cosas. Y puede que no sea fácil, puede que sea doloroso y puede que no quieras encontrarte cara a cara con un suceso de tal magnitud. “Es más fácil ponerte un curita que abrir la herida y limpiarla”.
Nos parece incómodo el tener que lidiar con otra rutina que no sea la de siempre. Porque siempre es preferible el vivir día día con un dolor conocido a salirse de la zona de comfort para detener el sufrimiento. “Si voy a perder alguna parte de mí, tal vez no quiero llegar al cielo”. Puede que las personas que te rodean no comprendan en el momento la razón de tu cambio, o por qué quieres dejar de actuar de la forma en que ellos estaban acostumbrados a que actuaras. Pero no tienes por qué darles explicaciones. “No hay necesidad de darle explicaciones a la gente. Los desconocidos no las entienden y los que te conocen no las necesitan”.
Si quieres resultados diferentes, tienes que modificar la forma en que haces las cosas, en que las ves y te relacionas con ellas. Tienes que corregirlas y mejorarlas. Tienes que estar en constante cambio. Tuvieron que pasar varios años para que yo pudiera comprender esto. Pero sí que es posible. Y lo tengo por seguro. A fin de cuentas, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.