De los pensamientos de una mala escritora y MGR.

“Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio”. —Mahatma Ghandi (1869-1948)

En la actualidad, el mundo ha vivido en una intolerancia extrema. Al parecer, las personas piensan que al tener derecho de expresarse, pueden decir todo lo que piensan sin filtro alguno, sin importar el daño que puede ocasionar para diversos sectores de la sociedad. La mayor parte de la humanidad desea establecer sus ideales al resto, sin considerar dos veces la forma en la que lo hacen; con conflictos tanto políticos, como armados hasta una sencilla discusión entre amigos se provocan debido a la falta de tolerancia. Hacia lo que les resulta diferente, lo que consideran erróneo. Debido a la falta de solidaridad, porque si tuviéramos tan solo un poco de tolerancia y solidaridad podríamos respetar a los demás y verlos como lo que realmente son, seres humanos iguales a nosotros.

Podríamos reconocer que sus capacidades son diferentes a las nuestras, que mientras una persona puede correr maratones enteros, hay quienes no son capaces de ello, pero sin embargo pueden crear obras de arte frente a cualquier escenario. Y es esa riqueza de diversidad y talentos la que nos hace diferentes e iguales a los demás. La que nos permite saber hasta dónde podemos llegar y hasta dónde puede llegar el otro para así, complementarnos mutuamente. Para así poder ser verdaderamente solidarios.

La ignorancia hacia la tolerancia y solidaridad nos han hecho llegar al punto en que todos preferimos ocultarnos a ser quienes somos por miedo al rechazo. Como alguien alguna vez dijo “Vivimos en una cultura encontrada en la opresión. Nos insultamos los unos a los otros y aún así no tenemos las agallas para admitirlo”.

Hemos llegado al punto en el cual hacemos todo lo posible para lograr nuestro cometido. Pero somos incapaces de ver que todo sería más sencillo si nos apoyáramos los unos con los otros. Hemos llegado al punto en el que un país admira a sus representantes por su fanatismo y no porque realmente tengan buenos ideales. Recientemente, gracias a la aún sorprendente pero esperada elección de Donald Trump como presidente, nuestro país vecino ha vivido una de las etapas más duras e intolerantes en la historia. ¿Cómo es posible hoy en día sigan presentándose casos en donde una mujer gane menos que un hombre? ¿Cómo es posible que una persona de otro país tenga menos derechos que los nativos de ese lugar?

El problema no es Trump, Trump solo es alguien que habló sobre lo que pensaba. El problema son todas las personas que lo siguen, las personas que creen que la mejor opción es la intolerancia tanto racial como religiosa y sexista. Porque sienten que es mejor que los afroamericanos sigan siendo juzgados por su color de piel y no por quienes son o lo que hacen. “Es la misma guerra que siempre ha existido. Guerra por tu género, por el Dios al que le rezas, por el color en tus pigmentos”. El problema es esa falta de educación que estamos teniendo porque nos parece adecuado el excluir sin motivo alguno.

En las últimas semanas, las noticias han estado impregnadas con casos de violencia hacia personas que no cumplen con el estándar de rasgos correctos. Violencia hacia latinos, musulmanes. miembros de la comunidad LGBT y personas con orígenes distintos. En lo personal me parece devastadora y cruel la noticia que muestra una reciente quema a una mujer de tan solo 20 años por los miembros del autodenominado Ku Klux Klan, un grupo bien conocido por sus actos violentos hacia cualquier persona no-blanca de la sociedad norteamericana.

Lo que nuestro país vecino está viviendo es lamentable, pero es incluso más lamentable que en nuestro propio país estemos viviendo intolerancia, haciendo caso omiso a la opresión, tuvieron que pasar las elecciones ganadas por Trump para comenzar a defender nuestro orgullo y compromiso nacional. Pero, incluso nosotros nos hemos burlado de miembros de nuestra sociedad, más directamente dirigida a las poblaciones indígenas. Nos dirigimos con repugna a nuestras propias raíces sin siquiera considerar que de ahí venimos todos. Llegando al extremo, de utilizar la palabra “indígena” como devaluante, como ofensiva.

Otro grupo que recibe infinidad de burlas son las personas que tienen discapacidades, haciendo chistes y bromas sobre ellos como si realmente fuera gracioso. Como si, al devaluarlos nosotros pudiéramos ser vistos como alguien superior a todos los demás. ¿Por qué los juzgamos si ellos no pudieron controlar el ser como son? Me consta, que cada vez somos más crueles entre nosotros mismos. Somos más crueles con las personas que más nos necesitan.

Debemos entender que no podemos pedir respeto, ni tolerancia, ni solidaridad si no somos ni respetuosos, ni tolerantes ni solidarios entre nosotros. Entre las personas cercanas a nosotros, los desconocidos e incluso con nosotros mismos. Porque bien se entiende que una persona que no se respeta no puede respetar a los demás. No podemos pedir eso si nos burlamos de las diferencias que nos separan de vivir en un mundo monótono. Tenemos que comenzar a convivir con aquellos que nos complementan por sus diferencias.

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