Es difícil acostumbrarse a que los festivales han evolucionado de tal manera que ya se encuentran dispersos hasta en las más recónditas comunidades, lejos de la metrópoli con la que los relacionábamos toda la vida, y no es de sorprenderse después de todo es un negocio rentable y esa es una de las ventajas que yo encuentro en esta sociedad globalizada en lo que ésta termina por aniquilarnos completamente; la proliferación de la música. Un festival en casa, en donde uno puede perderse con más comodidad en la música y/o en alcohol y en quince minutos ya estar preparándose para tomar una siesta reparadora o bien, continuar dándole cuerda a la euforia y seguir la fiesta, ahora sí, hasta que el cuerpo deje de responder.

Debo admitir que cada año el Ecoparque Fest se va superando, esta vez se sintió más orgánico, más organizado, más cohesivo, más entretenido también; la lista de artistas se va puliendo haciéndolo más ecléctico y no sólo en el ambiente musical también en cuanto a la promoción de productos artesanales hechos en el municipio, y aclaro que esto no es un ‘spot’ cualquiera sin un auténtico trasfondo, en realidad da gusto encontrarse gente talentosa perfeccionándose en sus respectivos rubros; yo probé comida deliciosa y toda una gama de bebidas (con alcohol y sin él) refrescantes, experimenté una limpia por primera vez en mi vida y vi creaciones de artistas de todo tipo; desde retratos hasta carpintería, ya después, con toda la calma del mundo, pude rematar un buen día dejándome arrastrar por todos los géneros musicales que se conjuntaron por la tarde/noche hasta literalmente el último minuto que el festival duró, exhausto y briago pero satisfecho.


En cuanto las bandas hubo muy diversas entre sí pero cada una de ellas contribuyó con la energía necesaria para entusiasmar a cualquiera que haya estado allí. Sónica abrió el festival, banda local que no tocó tanto pero a pesar de contar con pocos minutos pude notar que se alejaba de los parámetros musicales que se escuchan tanto en provincia y eso ya es mucho, permitían el desborde en cada instrumento y no ese lineamiento ensayado hasta el cansancio; enloqueciendo por partes o en conjunto aproximándose por instantes a una agradable psicodelia.

Después Surfosonso introduciendo una onda tropical que irónicamente siguió persistiendo con otras bandas, reggae buena vibra, pachecón, mezclado (al final) con algunas típicas canciones de boda que pusieron a bailar a todos los expectantes. La tarde caía y también la cerveza en las gargantas, la transición se daba agradable, el ambiente se respiraba ameno, supongo que parte de esa sensación de ligereza era inducida por el mezcal que abundaba aquí y allá, y aunque no fuera así de todas formas todo se iba dando armónicamente, Mylko salió al escenario para asegurarlo, pensé (después de escuchar a las bandas por mi cuenta) que sería difícil que congeniarán con la energía de las demás bandas, pero como muchas veces en mi existencia erré; su electrónica minimalista generada la mayor parte por percusiones combinó con las ansias de música salmantinas; el contraste se daba natural y todas las melodías eran bienvenidas mientras indujeran al cuerpo a moverse.

La fiesta seguía, la noche, las luces, los gritos, el baile y Simpson Ahuevo de improvisto controlando al escenario de principio a fin con un hip hop fulminante que tomó por sorpresa a muchos, yo incluido, los dos integrantes no dejaron a nadie reposar, no es mi género predilecto pero sé reconocer que su energía era contagiosa y ahora sí, había un sentimiento familiar en el aire, esa empatía difícil de definir qué en ocasiones sucede en los conciertos, un éxtasis uniforme, una hermandad implícita, una unión indefinible, la gente coreaba y se disfrutaba al compás des estos raperos. Ya casi para finalizar, con la enorme responsabilidad de alargar la euforia seguía Sotomayor, una combinación entre tribal, electrónica con entremeses de ritmos latinos y un puñado de géneros más yendo y viniendo entre canción y canción, retumbando con fuerza en todo el parque. Personalmente mis favoritos, hice mal uso de mi pase de prensa y después de tomar algunas fotos ya no pude alejarme y me ubiqué justo al lado de una bocina con una botella de mezcal en la mano, idiotizado por el mosaico de ritmos y por la vocalista, su voz suave pero vigorosa, las percusiones que surgían por todos lados, el beat que cosquilleaba en el cuerpo y que hacía juego con la sangre caliente; una experiencia sublime en cuanto a conciertos que raramente he tenido aquí en Salamanca, la vibra iba bien encaminada. Después de Sotomayor decidí salir a tomar un poco de aire, me sentía satisfecho y el alcohol ya empezaba a hacer sus estragos, ya cuando quise regresar para Caloncho todo el lugar estaba absolutamente ‘aperrado’ así que tuve que conformarme con verlo y escucharlo de lejos, pero así estuvo bien, para estas alturas después de ser bombardeando de ritmos tropicales todo el día, me sentía muy cerca del mar, así que decidí seguir engañándome a mí mismo todo lo que pudiera con él soundtrack del estelar de la noche, no tomé ni una foto para que ustedes disfruten por que me la pasé inmerso en esa utopía musical embriagado por toda la experiencia (pero no se preocupen, hay un par de fotógrafos más experimentados que yo en el caperuzo que pronto subirán mas fotos del evento y en donde seguramente también saldrán algunos de ustedes); ellos excelentes, ver a Caloncho y a su grupo en vivo es muy diferente de escuchar sus canciones de estudio, sinceramente se percibe y se siente la manera en que se deshacen en el escenario. Para cerrar Andre VII y Shaman dos DJ’s que ayudaron a que explotara completamente el idilio para los que aún estábamos regados por allí, incluidos muchos artistas que ya se paseaban entre la gente,compartiendo tragos y algunos pasos sin inhibición alguna, la música seguía y siguió siendo ese vínculo que unió a todos salmantinos que estuvieron allí de principio hasta el final.

Creo que él ecoparque fest cada vez va generando más expectativa, he visto su evolución y estoy orgulloso de que eventos de este tipo se vayan dando aquí en mi ciudad, ojalá y que vaya tomando más fuerzas con los años, ojalá y que se vuelva eventualmente un festival emblemático no sólo aquí en la localidad, sino en el estado, en la región, en el país, yo que sé… Lo salmantinos cada vez tenemos más hambre de música y se nota.

TEXTO Y FOTOS POR: Armando Castillo

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