Uno pierde la auténtica visión de las cosas si se malacostumbra a un estándar específico; en este caso hablo de la frecuencia con la que he asistido a festivales y conciertos en lo que va del año; y no crean que son tantos, mi punto aquí es que he dejado por un lado a las tocadas locales por andar de aquí para allá, y no me refiero ni siquiera a las que se organizan con la debida preparación en bares o pubs, no, de las que quiero escribir aquí son de aquellas que se arman en terrenos, salones, cocheras, patios, con sólo un contacto para enchufar todo el equipo, donde hay cables por doquier que falsean en cualquier momento, con una pobre iluminación (con suerte), un público errático al cual se tiene que ir convenciendo canción a canción hasta finalmente conquistarlo, o fracasar bajo la presión… Exactamente así fue la tocada de lost in waves, y estar allí me trajo muy buenos recuerdos, me colocó de nuevo los pies en la tierra, en los orígenes mismos de ‘la banda’ en donde se presencia a unos pasos el constante esfuerzo del músico que lucha por expresarse, y no estoy estoy dramatizando, ustedes fanáticos de la música son o deben conocer a alguien que ande en las mismas; en esa búsqueda que parece interminable de un público adoc a su estilo que les permita vivir de sus creaciones en un mercado hasta la madre de elitista.
Sintetizadores pausados, que evolucionaban lentamente en un clímax repleto de sonidos electrónicos y justo allí se incorporaban unas rimas para complementar la explosión musical, una combinación inusual pero trabajada, esto no es fortuito o planeado lost in waves eran dos bandas que lentamente se fueron fusionando hasta convertirse en este híbrido; hip hop y electrónica entrelazadas con horas y horas de práctica cuyo objetivo nunca fue comercializar su fórmula sino más bien experimentar con la experiencia y disfrutarse en el proceso, las tocadas vendrían después, su prioridad siempre fue reunirse y simplemente tocar, dejar las frustraciones en la improvisación semanal.
En esta ocasión se presentaron en el exofest con el propósito de echarles la mano a unos conocidos con su proyecto de cine, la fiesta estuvo bien, mucho alcohol, mucha gente, pero no había un público especializado como el que paga para escuchar cierta música o ver algo específico y esa incertidumbre es la que siempre pone de nervios al artista. Después de conectar el equipo a oscuras con sólo la ayuda de las linternas de los celulares y de dedicarle el tiempo suficiente para asegurarse de que cada instrumento sonara como debería empezaron con su debraye, y como escribía arriba, los sintetizadores junto con el teclado empezaban de menos hasta ir adquiriendo más complejidad, hay mucha gente que disfruta este proceso y hay otra que no, acá la audiencia estaba dividida; había algunos interesados en la progresión de la canción y otro grupo impaciente, gritando, silbando, riendo, haciendo sentir una presión forzada, fue obvio para mí que su molestia provenía del hecho de que la banda les había robado toda la atención y ellos no podían permitirse quedar en segundo plano, así que hubiera podido estar cualquier grupo de música tocando allí exactamente con el mismo resultado, y muy a pesar de eso, ellos seguían impasibles, sin ceder ni un poco, tocando tal cual como en sus ensayos; hubo covers de Buena Vista social club, Nujabes y Gorillaz, rimas bien pensadas retratando la cotidianidad local y mucho synth coincidiendo en ocasiones o recreándose cada uno por su cuenta en diferentes planos de la canción, toda una experiencia para el que la esté buscando. Al terminar desconectaron el equipo con calma, lo cargaron hacia el automóvil y ahora sí a destapar una cerveza y seguir en la fiesta como si nada hubiera pasado a pesar de las contingencias por qué aunque ellos mismos saben que aún les queda un largo camino por recorrer, de momento todo iba bien, un día más se sumaba a su experiencia. Si se les presenta la oportunidad no pueden dejar de verlos cuando decidan reaparecer, es todo un viaje.
Armando Castillo