Recuerdo que esta serie salió allá por el 2015, no eran muy buenos días para mí así que necesitaba una comedia ligera que me ayudara a distraerme de mí mismo y aquellos problemas, que como es costumbre, en la inmediatez sacaba de proporción. Al ver el rostro de Aziz Anzari en mi selección de ‘agregados recientemente’ de netflix le di click sin pensarlo mucho esperando ver algo parecido a ‘parks and recreations’, casi enseguida descubrí que no era él humor absurdo que esperaba sino uno más cotidiano y en ocasiones incluso infantil, y es que no voy a mentir los primeros capítulos son un poco flojos pero como pasa en muchas series es cuestión de irse acostumbrando a la narrativa con sus respectivos ritmos, y una vez que se va avanzando se va descubriendo el trasfondo, sí, hay humor, hay risas, pero el enfoque que quiere darle Aziz (quien es cocreador y coescritor) es uno muy distinto, más complejo que el de muchas comedias que hoy en día por explotar tanto la misma fórmula ya se han ido volviendo genéricas; aquí hay un esfuerzo notable por emular la cotidianidad, buscar una empatía genuina mientras se trata la problemática social actual con una aparente ligereza, una mezcla bizarra que no termina siendo totalmente una comedia pero tampoco un drama, simplemente intenta ser fiel a la condición humana y la incesante lucha de los protagonistas por mantenerse en medio de estos dos estados idealizados. No encontré el absurdo que buscaba pero me volví adicto a la trama, al final de la primera temporada estaba peor que antes pero de alguna forma cautivado; éste casualmente compartía más o menos el mismo contexto de la situación por la que yo estaba atravesando así que bizarramente se sentía bien compartir la miseria aunque bien supiera que sólo se tratara de ficción.

La segunda temporada no pierde cohesión y mantiene el carisma entre los personajes pero se arriesga y se vuelve más experimental; la comedia sigue siendo intermitente y entretiene pero en cada capítulo se profundiza cada vez más un asunto en específico, ya no tan sutilmente como en la primera temporada pero de todas formas manteniéndose igualmente envolvente; la fotografía, los guiones, las actuaciones, las locaciones, todos estos factores se unen para recalcar esa profundidad en la narrativa, en cada capítulo el enfoque trata de cambiar para mostrarnos diferentes ángulos de lo que pareciera ser la misma perspectiva: una es la vida en Nueva York y segundo la lucha constante por irse adaptando al mutante ritmo de la vida hoy en día e intentar mantener una relación amorosa en el proceso, todo esto sucede con Aziz como figura principal pero rolando el protagonismo cuando lo amerita, lo que le va dando cada vez más complejidad al entorno y a los personajes.Esta serie reparte para todos; quienes se enfoquen en el aspecto visual podrán disfrutar de una fotografía bien meditada, el repertorio de canciones que usan para ambientar la trama es único y muy variado; el mejor que escuchado para una serie en desde hace mucho, o bien, si lo que buscan es echarle más sal a la herida existencial esta serie no los defraudará, el final de la segunda temporada me ha dejado igual de desalentado como el de la primera como hace un par de años, pero es por eso mismo que me encanta; por que así realmente sucede, en esta vida hay que sufrir una y otra vez para con suerte, algún día, poder ser felices y lo que es mucho más importante, saberlo apreciar cuando nos toque.

Por cierto, creo que olvidé mencionarlo pero las dos temporadas te están esperando en netflix. Qué esperas dale play.

Texto: Armando Castillo

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