16/06/17

De los pensamientos de una mala escritora.

 

Después de haber esperado seis años para que Ed Sheeran viniera a México a dar una gira, por fin en febrero de este año se cumplió uno de mis sueños más frustrados. Con la fecha decidida y los boletos en mano (comprados incluso antes de que su álbum fuera lanzado) la espera solo sería de seis meses más. Pacientemente esperando y en compañía de “+”,”X” y ahora “÷”, mis tardes de un clima que no trascendía nada sutilmente de primavera a verano siempre eran bien acompañadas del inglés pelirrojo y su adictiva música. Así que, prepárense para una extensivamente cheesy reseña del Divide Tour.

Por fin y sin darme cuenta de qué tan rápido había pasado el tiempo, llegó junio. E incluso un día antes de abordar el avión que me llevaría a Monterrey, verlo me parecía como el sueño distante que quise desde hace seis años. No fue hasta que estaba afuera del auditorio Citibanamex que me cayó el veinte.

Al llegar, podías ver las interminables filas de personas que esperaban para entrar, suerte que yo llegué temprano y tuve la dicha de ser de las primeras que las conformaban. Después de esperar un poco más, comenzaron a permitir el acceso al auditorio y por razones gratificantes para nosotros, el auditorio no es muy grande. Desafortunadamente, la zona general está mejor ubicada que la platino y así fue como estuvimos más distantes a él de lo que hubiéramos querido. Sin embargo, la calidad de sonido era increíble así que pronto te acostumbrabas a la ubicación.

A las 8 de la noche con 27 minutos del 14 de junio de 2017, Antonio Lulic (cuya música es gratis y muy buena, por cierto) de nacionalidad inglesa y parentesco chileno, abrió el concierto de Ed Sheeran. Tocando canciones como “When I Can’t” o “The Sound of the Girl Nextdoor, Singing” y contándonos el porqué de varias de sus canciones así como también el porqué se encontraba tocando frente a nosotros únicamente con una guitarra y su poderosa voz. Así fue casi por 40 minutos hasta que apareció el hombre por el que todo el auditorio se encontraba ahí.

Ed Sheeran hizo su aparición acompañado de una guitarra acústica, un loop y los gritos ensordecedores del auditorio completamente lleno,cuya euforia duró la hora y media que tocó (la hora y media más rápida de toda mi vida) hasta el momento en que salió del escenario. Comenzó tocando “Castle On The Hill” cual si fuera la primera vez que la cantaba y no la número quinientos, definitivamente transportándonos a aquella vez en que encontramos por primera vez el significado de la felicidad y del lugar en el que crecimos.

Al terminarla, dio su saludo y nos contó sobre lo emocionado que estaba porque era su primera vez en México, reconociendo lo bien que hacemos margaritas y la calidez de la gente. Enseguida, tocó “Eraser”, no sin antes hacer un cambio de guitarra (lo cual hizo en todas sus canciones) introduciéndonos un poco más en “÷” mientras a su espalda se mostraban imágenes de él y sus álbumes o close-ups del momento.

Después, nos contó sobre cómo le sorprendía el que, canciones de hace diez años sigan sonando y que sus públicos se las sepan, llevándonos a “The A Team”. Que es en mi opinión, la canción con la que Ed conquistó al mundo mucho tiempo atrás. Después nos transportó a noches de insomnio y malas compañías con “Don’t” que se fusionó lenta y adecuadamente con “New Man”.

Luego de que un fan le diera su sombrero de mariachi y gustosamente nos presumiera que era la primera vez que se ponía un sombrero de “mariaqui” y al mismo tiempo cantaba, nos enamoramos un poco más de su melodiosa voz con “Dive” y siguió con “Bloodstream” cambiando de atmósferas sin siquiera darnos cuenta. Después de otro cambio de guitarra, era la hora correcta de mandar una voice note a tu ex cantando “Happier” (y creánme que al menos ¾ del audiotorio lo hicieron). Seguido de lo cual, nos llevó hasta las afueras de aquel bar en la Grafton St. con “Galway Girl”.

Pero definitivamente sorprendió a todos cuando cantó “Feeling Good” de Michael Bublé y la fusionó de la mejor manera posible con “I See Fire” llevándonos a lo más profundo de las montañas o a la mejor parte de “The Lord Of Rings”, dependiendo de con qué lo quieras relacionar. Y una vez más nos transportó a España poniéndonos en el mejor mood posible con “Barcelona” (sin cambiar de guitarra por primera y única vez en el show).

Ya cuando se sentía que el concierto estaba por terminar, en aquel punto en el que te das cuenta de que todo es efímero y de lo perfecto que es Ed Sheeran, nos hizo llorar de nostalgia con “Photograph” y si tuviera que describir el concierto con una de sus canciones definitivamente sería esa, pues ahora la recuerdo con aquella sonrisa que tuve durante todo el tiempo y con ese amor que me dejó por siempre, tal y como si estuviera viendo una fotografía.

Definitivamente terminó de enamorarnos con “Perfect” la canción que toda mujer quiere que le dediquen aunque jamás lo admita, y siguió con probablemente su canción más famosa “Thinking Out Loud” (en la cual apareció por primera vez su guitarra eléctrica) la cual está en todo su derecho de ser tocada por los siglos de los siglos, pues por más que la escucho no termina por cansarme. Llenos de emoción, volvió a elevar el ambiente del concierto con “Sing!”.

La cual fue seguida por probablemente una de las canciones más esperadas de la noche, sí, fue “Shape Of You” y tristemente dándonos a entender que la siguiente canción sería la última pero no sin antes haberse puesto la playera de México y haber agarrado la bandera de México, pumpéandonos a todos con “You Need Me, I Don’t Need You” y demostrando que es igual de talentoso cantando a como lo es rapeando.

Si pudiera revivir esos casi 100 minutos de mi vida doscientas veces definitivamente no lo dudaría ni un segundo. Porque la vibra que dejó al final del concierto pudo palparse en todos lados y porque el vacío que nos dejó cuando salió del escenario nos hizo darnos cuenta de que lo necesitábamos incluso antes de verlo y que, cuando se fue, se llevó una gran parte de nosotros que no teníamos idea de que existía. Demostrándonos que efectivamente, los tatuajes que recorren todo su cuerpo no reflejan más que lo que es: una verdadera obra de arte.

 

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