Estábamos perdidos en el bosque aquella tarde, con esa mirada donde el disgusto representa una delicada y translucida mascara la cual está a punto de reventar ante el terror, la neblina acaricia los ojos de mi auto, un roce delicado y femenino era lo único que se podía comparar con esas caricias las cuales contrastaban con la vereda improvisada que nos conducía hacia lo desconocido, infinitas capas de misterio íbamos lentamente atravesando mientras la profundidad mágica e invisible de los árboles me invitaba a penetrarla… ¡Ven!
-Debí de haberme tomado mis pastillas. (Él)
-Silencio. (Ella)
Un desahuciado suspiro baña de frustración mi alma, impotencia y rabia ahorcan mi corazón, ¿Acaso le es tan difícil contestar? ¿O al menos fingir una respuesta?
-regresando a la casa la dejo a la chingada- pienso dentro de mí casi entre dientes, pero mi corazón revoloteando de un sentimiento a otro jamás sería capaz de odiarla ni amarla completamente.
Pare el carro en una desviación, clásico, dos caminos a elegir como la manifestación terrenal de las decisiones en la vida. Lentamente la cuerda de la vergüenza y el odio iba apareciendo entre las tinieblas abismales de mi alma.
-Chingao ¡Se va a dar cuenta que estamos perdidos!
Y
en efecto su sensible y entrenado radar empezaba a despertar de su letárgico ensimismamiento, así que por primera vez me adelante a sus impulsos y tomé el camino hacia la izquierda, poco después me daría cuenta que daría lo mismo girar a la izquierda o a la derecha, la muerte y nuestras vidas, como polos opuestos estaban predestinados a unirse, ahora que lo pienso si tuviera la oportunidad de convertirme en viajero del tiempo, regresaría en ese exacto momento simplemente para darle un tiro a mí y a ella, sabiendo que con ese acto les haría un bello favor.
Ya por el camino tomado prudentemente al azar sentí una puñalada mental en mis ojos, un destello de odio ilumino el costado de mi visión, sabía que era ella, me volteé a verla durante un segundo con una mirada que gritaba desde la prisión de mis dientes -¡Qué me ves! – y ese segundo me vastó para apreciar su odio encadenado, ese tipo de odio que si no lo liberas, carcome su celda y se pudre en sus rencores dejando estériles los campos del alma. Ningún amor florecerá en esas tierras donde lo único que la habita es la plaga de la lujuria que inconstantemente aparece gritando de hambre, claro que esa mirada más que una mirada es un espejo, porque cuando decides tener una eterna pareja, obtienes un espejo el cual refleja tus actos y pensamientos para bien o para mal.
A medida que íbamos avanzando por el camino que rápidamente me di cuenta era el incorrecto, todo se tornaba más escabroso, con ese único e inconfundible matiz lúgubre que solo la muerte puede dar, tenía el presentimiento de que un demonio estaba durmiendo en ese lugar, de la única manera como duermen ellos, con los ojos abiertos, clavados en la nada.
-¿Por qué vas tan lento? ¿No estaremos perdidos o sí?
Sabía que tenía que contestar algo convincente, una experta en actuar y mentir reconoce a un mentiroso a la primera.
-Espérame me estoy orinando
¿Su reacción? No lo sé, no me espere a verla, rápidamente salí del carro hacia la libertad de mis mentiras.
Todo hombre puede orinar a voluntad y después de que esa larga cuerda vibrara chillonamente produciendo el escalofrió que anuncia el ultimo chorro me dirigí al carro inconscientemente apenado de no haberme lavado las manos.
Me puse al volante anunciando un verdadero suspiro nacido de una total mentira y puse en marcha el carro, lamentablemente así como de la concepción pasamos al alumbramiento y viceversa, mis mentiras me llevaron al mismo lugar del cual quería escapar.
-Oye te estoy preguntando si sabes dónde estamos.
-Sí, tomando este camino salimos a la carretera, nos vamos a tardar unas 2 horas más o menos.
Lo único que obtuve por respuesta fue un reproche ahogado, pero al menos gane 2 horas ficticias antes de confesar o inventar algo.
Después de media hora llena de ruidosos pensamientos enmudecidos por el monótono sonido del motor de mi auto, aun me encontraba encapsulado en una serie de reflexiones absurdas, volando libremente por aquel espacio fértil dejando sólo una pequeña porción de mi conciencia, la necesaria solamente para poder conducir, mi realidad era como aquel pariente incomodo al cual visitas solamente cuando necesitas algo, y eso era precisamente lo que planeaba hacer, en cambio mis sueños y esperanzas eran como un amigo del cual tenía una fuerte obsesión, casi ridícula, así de desdichada era mi vida.
Para la testaruda comprensión del ser humano los caminos de las ideas y conceptos a través del infinito espacio mental son como asteroides cuyo rumbo es manipulado por ese ente desconocido y envidiado por el saber llamado azar, pequeños signos de interrogación van marcando su camino por la matriz galáctica, pero para ese gigante maldecido con el eterno sueño que es el subconsciente son caminos perfectamente delineados a voluntad los cuales no se dejan atrapar por el fino manto del espacio, es curioso, cuando tu mente se libera del miedo y del peligro es cuando tu existencia misma está más vulnerable a los crueles acontecimientos que la humanidad más teme.
Mi universo mental se desgarró abruptamente cuando una voz sin lenguaje me pide que voltee, ¿Acaso fue que mi amplia visión vislumbró esa horrible imagen?, ¿O mi sensible cerebro se sintió aterrado por aquel acontecimiento? Al fin de cuentas dirigí mi mirada al cielo por la ventana del pasajero y me aterré totalmente al ver una errática nube negra en el horizonte, como si un cuchillo hubiese abierto una herida mortal en los cielos y la sangre se hubiera coagulado en el aire, la reacción en mi cuerpo fue espantosa, mis músculos se contrajeron y sentí como si tuviera una inmensa piedra en el pecho la cual aplastaba mi respiración, mi visión se hundía en los miedos más obscuros de mi ser, el espanto me quemaba el corazón y me quitaba todas las fuerzas, todas excepto la de mi pie en el freno del vehículo.
Esa visión era tan horrenda que ninguno de los dos se preguntó lo más obvio:
-¿Qué es eso?-
Simplemente nos quedamos paralizados como dos venados encandilados por la sorpresa del cazador furtivo. Después de esa hipnótica impresión en la cual nuestros ojos querían desesperadamente buscar un porqué, escudriñando hasta el más mínimo detalle, pisé con fuerza el acelerador sin quitarle la vista de encima a ese mal augurio en los cielos en un vano intento por alejarme y a la vez alcanzar a comprender de que se trataba todo eso.
-Oye me da mala espina todo esto (ella)
Ahora él que producía un solemne silencio era yo, mis nervios crujían y se hacían pedazos dentro de mi cráneo, la imagen de aquella horrenda visión en el cielo más el saber que estábamos sin rumbo acechaban mi ser, después de tomar un curva en la cual un grupo de árboles entrelazados formaban un fresco tejado vi finalmente la querida carretera, acto seguido mi cuerpo y más que nada mi mente experimentaron una relajación total, con la vista serena y bañada de un cegador optimismo me di cuenta que tenía la autopista para mí solo y entonces cuando más confianza tenía en mí mismo, justo al dar vuelta para entrar en la autopista, un demonio de combustible y acero paso a milímetros de nosotros en sentido contrario, parecía como si la muerte viniera montando a aquella máquina que gruñía sus últimos lamentos y nosotros gritábamos apenas el primero, si no fuera por un reflejo de mi pie derecho que parecía haber sido mandado por los cielos, nuestra frágil carne aun estuviera embarrada en el pavimento o molida entre el aceite y los fierros.
-¡Hijo de su puta madre!- grité, mientras el miedo helado resbalaba por todo mi cuerpo, al voltear a verla me fije como ella devolvía aquel delicioso almuerzo a la tierra que lo vio nacer , el susto que puso su mente al borde del desmayo hizo con su estómago y su maquillaje unos estragos horribles .
– Ahí no mames – dijo ella mientras se quitaba el vómito de su boca y limpiaba sus lágrimas. En un intento de aliviar sus penas le pasé del asiento trasero una botella con agua que estaba tres cuartos vacía, en otra ocasión se hubiera ofendido demasiado por no darle una botella llena, al punto de reprocharme mi falta de atención al tratar a la consentida de mamá (así se decía ella y así a veces sus ojos molestos me obligaban darle validez a ese título otorgado y olvidado). Pero esta vez tomó de la botella como si el más noble caballero se la hubiera obsequiado, eso me hizo pensar que cualquier problema de pareja tiene solución, unos necesitan confianza y comunicación, otros unas cuantas terapias y otros más especiales requieren estar al borde de la muerte para poder llegarse a entender aunque sea por una fracción del día.
Mientras conducía por aquella carretera me daba cuenta que avanzábamos hacia una tierra donde la ley y la lógica en una sangrienta batalla habían terminado por matarse la una a la otra. Benditas nuestras almas que estána punto de ser violadas por fuerzas extrañas de un universo hasta el momento ajeno y desconocido.
Continura.
Por Kanko