Me dijeron este fin de semana si convertiría esta reseña en algo personal de nuevo, aunque no podría asegurar si se traba de un cumplido o alguna queja, el punto es que progresivamente se está  volviendo recurrente, saben, podría dar el análisis tal cual repleto de tecnicismos pero creo que es necesario el contexto de la experiencia misma para enriquecer el evento a cubrir, estoy de acuerdo que en ocasiones mi perspectiva no es la más clara de todas, sobre todo cuando se encuentra viciada por algún aditivo (que sinceramente es la mayoría del tiempo) aún así creo que no hay mejor manera de reseñar música sino es desde las entrañas mismas, buscando esa empatía que alborote la curiosidad para que les sea más fácil evocarlo y eventualmente quieran vivirlo cuando se les presente la oportunidad. Aclarando esto, no esperaba estar yendo a la ciudad de Querétaro este pasado sábado, sabía que habría bandas en la fiesta y que podría resultar divertido pero mi cabeza estaba más ocupada lidiando con la resaca que se había alargado hasta entrada la tarde y la incertidumbre de salir de mi pequeña ciudad a la aventura, así que sin analizarlo mucho de repente ya estaba a las puerta de una bodega enorme dentro de una zona del parque industrial en Querétaro, genuinamente asombrado por la experiencia que me esperaba que para mi fortuna combinaba con una repentina sed de fiesta.

Es increíble cómo la escena se va desenvolviendo de manera independiente en todas partes del país formando entre sí una nueva corriente que lentamente va arrasando con las viejas tendencias musicales, no es que haya algo malo en ellas sólo un abuso de estilo que fue desgastando a las bandas que por una temporada prácticamente sonaban igual, ahora siento que el deseo por experimentar y renovarse de formas cada vez más revolucionarias está dando sus frutos por doquier, esta fiesta fue un ejemplo más.

Después de asegurarme de tener una bebida en la mano me interné en la tocada con timidez para descubrir que Metzkal Birage ya se encontraba en el escenario llenando la atmósfera con synths pausados y cuerdas que funcionaban como esqueleto de la canción que con toda paciencia iba adquiriendo cada vez más fuerza, de entrada fue una agradable sorpresa escuchar un ‘ambient’ lisérgico combinarse con la suavidad de un violín, allí empecé a comprender que este ritual de noche de brujas no sería como el que yo pensaba, seguramente habría más sorpresas en la noche y con gusto puedo decir que así fue, la banda progresivamente avanzaba hacia una psicodelia tenue pero igual de efectiva, acá les dejo un vídeo para que los experimenten ustedes mismos.

La gente entraba en calor, se precipitaba en grupos al frente del escenario mientras las latas de cerveza iban acumulándose por montones en el suelo, cada vez me sentía más familiar y la incertidumbre provinciana como siempre sucede se esfuma cuando la música se vuelve esa transición hacia otro estado, mientras más inexplicable mejor; the White Buttons continuaba después de un pequeño receso para adecuarse mejor, un pop/rock con tintes de indie mutante que no se apegaba a ese sonido tan particular, por momentos me sonaba a un grunge que partía de la voz rasposa y grave del vocalista para en un instante convertir esos rasgueos en un psicodelia trabajada desde distintos ángulos; los cinco integrantes contribuyendo con esa complejidad para que constantemente ese sonido pudiera escapar de la definición.

Del difunto Distrito Federal seguía ‘Belafonte Sensacional’ para ayudar a consolidar lo turbio de la madrugada que ya se asomaba, y sí, después de la primera canción la cual ocupé para asimilar lo que estaba escuchando me acerqué todo lo posible para tomar fotos y de paso usar ese pretexto para situarme a un lado de la bocina para sentir ese temblar dentro de mí, ese rugido tan característico que hace tanto no escuchaba en vivo, el buen rock urbano está en decadencia por qué simplemente en estos tiempos es difícil emularlo; hay que saber mezclar la auténtica jerga callejera junto con la melodía exacta para contagiar ese sentimiento de confidencia y hermandad, y estos chicos parecían lograrlo con facilidad a pesar de no tener a todos los integrantes aquella noche; guitarra, batería, armónica, maracas, en fin, se notaba ‘el callo’ por qué la audiencia se replegaba con esa entrega encarnada. Por mi parte cada vez hallabas más razones para disfrutarme entre el tumulto, para empinar el vaso y sonreír con la música rebotándome en las entrañas.

Ya con la garganta entonada y aprovechando el pasado impulso, con la sorpresa floreciendo y la expectativa desconcertada llegaron ‘Los Llévame’ con su sonido bien autóctono para hacer retumbar la bodega entera; organizadores de la fiesta estaban en casa y la gente se los recordaba entregándose sin contenerse, mientras ellos les otorgaban esa mezcla entre el folklore y el empuje del rock que les pedían y que pienso necesitó de mucho ingenio y tiempo para combinar sin perder las raíces de ambos. Entre el baile y el grito distinguí ranchero y guapango recubierto de una atmósfera eléctrica entre notas de teclado y requintos de guitarra, letras que replicaban intacto el espíritu de aquellas canciones, siendo elevadas intermitentemente por los sonidos explosivos contemporáneos que sabían combinarse de tal manera que en ocasiones era difícil distinguir esa transición. Una banda enteramente ecléctica justo como el pequeño festival que armaron, daba gusto poder presenciar el híbrido que concibieron seguramente con mucho ensayo y también la respuesta de la gente que ya sabía de antemano los que les esperaba en ese escenario.

La noche se nos venía encima, y ya venía siendo hora de rascar la cordura con algo más crudo, así que el minimalismo de ‘Vanavara‘ se adaptaba bien con esa necesidad irracional de perderse en una melodía, tres integrantes que reducían sus creaciones a los instrumentos básicos (guitarra, batería y bajo) pero que no bajaban la intensidad de las anteriores bandas ni un poco, es más, partían de allí para irse expandiendo con un ‘garage-rock’ potente con sus obvias inclinaciones por la psicodelia e incluso el metal, así que no fue difícil para esas alturas soltar los cuerpos ya entumecidos por el alcohol para entregarse al frenesí melódico que cerraba de la mejor manera una noche repleta de matices.

Se prendían las luces, el equipo se desconectaba, las personas empezaban a irse por grupos y los que resistíamos aún buscábamos refugiarnos del recién descubierto frío de la madrugada, pero sobre todo, de evitar a toda costa regresar vencidos sin haber alcanzado esa utopía que se persigue cada madrugada, ese estado ya sea o de completa perdición o de completo placer rechazando siempre cualquier término medio, así que el DJ set de ‘Francisco Disco’ nos sentó de maravilla para seguir persiguiendo esa noche e incluso el amanecer ideal. Canciones entrelazadas y bien conocidas que no parecían tener fin y que alimentaban sin cesar ese propósito individual y por instantes también conjunto; cuando los rezagados se juntaban en la pista de baile para reconocerse entre máscaras y miradas borrosas.

Les damos gracias a los chicos de ‘Los Llévame’ por invitarnos a su fiesta de máscaras que lejos de ser sólo eso fue un conjunto de placeres sonoros reunidos de diferentes rincones de la regióm para crear un contraste de pura gozadera que aumentaba de una banda a otra. Esperamos estar allí para futuros eventos y para quien quiera que nos lea; escuchen, disfruten a las bandas que le hemos reseñado y como siempre no dejen de apoyar de la manera que les sea posible a la escena local, ya que cada vez es más claro ver que se avecinan cosas grandiosas.

Texto y fotografía por Armando Castillo.

Metzcal Birage

 

 

The White Buttons

 

Belafonte Sensacional

 

Los llévame

 

Vanavara

 

Francisco Disco:

 

 

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