Un libro puede llegar a ser un gran consejero, lo que quiero decir es que las letras que contiene pueden llegar a ser útiles de diversas maneras, sin embargo, es solo a ti a quien al leerlas acarician con una enseñanza. Sé que puede pensarse que depende del autor, del tipo de historia, de la calidad del contenido, en fin, aún así lo creo.

Esto lo sé porque me ha pasado, he leído muchas veces una historia y a pesar de subrayar la esencia, de seleccionar lo que en ese momento me atrapa, al intentar leerlo una vez más e intentar esquivar con mi mirada curiosa esa selección anterior, vuelvo al mismo viaje.

Solo por poner un ejemplo, hablaré ahora de Herman Hesse y Siddharta; una vez más debo escoger solo una de sus obras. En esta ocasión quiero decir que tanto al autor y este libro me lo recomendó el mejor de los cómplices en este mundo, mi hermano mayor. Sin temor a equivocarme he leído esta historia más de diez veces, en diferentes momentos en mi vida. En este texto desde la primera vez, encontré mucha calma. Sé que suena extraño, pero así fue cuando tenía no más de doce años.

Tal vez de una manera un poco fantástica le tomé cariño debido a mi naturaleza distinta, abrió caminos una y otra vez a ser quien soy, a pesar de las diferencias con mi entorno. La forma en que plantea grandes razonamientos es muy sencilla y simple: aconseja, guía, detona, propone. Pondré aleatoriamente el ejemplo de lo que hablo, en el caso del materialismo que vivimos lo contrapone al pensar, al esperar y a renunciar con un sentido claro y objetivo a encontrarte tal cual eres.


Encontrar en la autenticidad un camino tal vez no más fácil pero si más cierto; o tal vez otra manera de explicar esto último, sería contra poner la ambición propia en guerra con la felicidad no lo vale, es decir, no tener miedo a la pérdida en todas sus máscaras. Esto es solo un pequeño pedacito de lo mucho que podrás encontrar en las líneas de Siddhartha, hoy te recomiendo que te acerques a Hesse.

Por Elisa de la Isla.

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