Cada vez más grande, más veloz; con nombres mayores en el cartel y una mayor cantidad de expositores. Cada año termina más tarde y llega el público desde más temprano. Más diseño, más bandas, más venta, más asistentes. La gente de Salamanca en mayor número, así como las etiquetas de cerveza y las cámaras para documentar el Festival. Caray, hasta parece que los árboles y el pasto fueron más verdes en esta edición del Ecoparque Fest.

Desde temprano, el playground de niños y familias: talleres, juegos y bricolaje. Sobre las 3 PM, daba gusto ver a las señoras con churros de autor o hamburguesas de diseño. Birrias para el caballero, nieves salmantinas para la abuelita y lencería de encaje para las jovencitas pixie. ¿Dije que todo era más y mayor? El calor también.

Sorteando las dificultades propias de un evento cada edición más complejo, el escenario principal arrancó poco antes de las 4 de la tarde. Futuro con su pegada fuerte hizo suyo a un público que hizo lo propio con ellos desde hace tiempo; Juan Pablo Vega demostró por qué es la propuesta más interesante del cartel, para este humilde escritor, mientras que María Piedra nos llevaba, en el Escenario Alterno, a imaginarnos en una playa, tan plenos de amor como para aventar pa’rriba.

Aciertos fueron que suspendieran la venta de cerveza de producción industrial durante un par de horas en favor de la cheve artesanal, que estaba junto al escenario donde los Wookies prendían cabrón a la muchachada con nuevas y viejas piezas. Lo malo: a la hora que se me antojaba una Tecate, la fila hizo perderme más de cuarenta minutos de Kinky (cosa que medio agradecí). En Porter lloré de felicidad con mis amigos y mi exnovia Sara por la juventud perdida. Fui muy dichoso.

Texto y Foto: Profesor Luis Enrique Hernández Navarro.

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