Creo que en primera instancia, cuando se les escucha, es sencillo confundir a la banda de estos argentinos encasillándola dentro de un sonido rock/pop, y no es que este género deba de ser menospreciado pero en mi opinión personal creo que se queda corto para señalar los diferentes matices que sutilmente van alcanzando canción con canción. Y es que después de escucharlos (o durante) habrá notas que se irán desenvolviendo en nuestras cabezas, partiendo de esa simple concepción, hasta que uno tiene la certeza de que se les puede reconocer junto con una nostalgia inherente, ochentera en alguno de los casos; comprándolas con aquellad que solían conformar el movimiento alternativo de hace una treintena de años en la zona de habla hispana, conocido aquí en México como el inmortal y colmilludo rock en tu idioma. Escribir esto tal vez sea muy arriesgado por qué ya vengo suponiendo lo que se estarán imaginando, créanme, esta etapa de la música nos dejó un legado tan imprescindible que para bien o para mal aún se sigue escuchando en la mayoría de los bares más populares de cualquier región del país, pues bien, es mi deber informarles antes de que su mente se vaya a lugares oscuros que un Planeta no es ningún tributo fiel a aquellos días, es en cambio una nueva concepción armada con algunos de sus mejores elementos bien fusionado con esas ansias psicodélicas actuales que exigimos en cualquier movimiento artístico, hay oportunidad de perderse sí, pero siempre acompañado por una extraña sensación familiar.
Tratando de ser lo más concreto posible para que ya se den la tarea de escucharlos, las melodías se turnan para repartir equilibradamente el recorrido musical sin que uno se tome el tiempo para percatarse, no hay necesidad de un sobreanálisis, la transición entre instrumentos es sutil e incorporarse en el recorrido guiado por teclados, voz y guitarra es de lo más sencillo del universo y más aún disfrutarlo de preferencia bajo la oscuridad de los párpados. Una visión contemporánea de todo lo bueno que permanece, una nostalgia paralela por un pasado común y uno personal que se desprende de las letras, detrás de esa supuesta sencillez se oculta cargada una gama de evocaciones a la que es sencillo acostumbrarse, y jugar a repetirla, a descubrirlas hasta volverlas lo más nítidas posibles.
Por Armando Castillo