He estado pensando qué más se puede escribir sobre la indignación que nos produjo a todos el asesinato de 3 jóvenes universitarios, estudiantes de cine del CAAV en Guadalajara, Jalisco. Me da pena e incluso repulsión ver en las cuentas de twitter o facebook a los políticos decir que “lamentan” y exigen justicia para esclarecer el caso. ¿Por qué no hicieron su trabajo antes?  No entiendo el porqué nos entregan restos biológicos de 3 jóvenes, que un día salieron a hacer una tarea y terminaron disueltos en ácido. Pero seamos claros y sinceros, no es toda la culpa de las autoridades, hemos permitido se nos robe, viole, desaparezca, torture y mate. Es aquí donde me siento hipócrita; no sirve de nada escribir de aquellos a quienes dejamos solos.

Recuerdo cuando fui estudiante de periodismo, en el afán de ser y formarnos, algunos de mis compañeros hicieron tareas arriesgadas, en ese tiempo la guerra contra el narcotráfico había desatado el terror en las calles, desmembrado cuerpos y familias, desaparecido jóvenes, pero sentías que valía la pena. Recuerdo ver en conferencias a periodistas como Javier Valdez inspirandonos, llenándonos de admiración al hacer su trabajo: contar las historias de las victimas del narcotrafico. Y con balas nos los arrebataron hace un año justo a unos pasos del semanario Río Doce, sólo por contar esas historias. Con él otros 39 periodistas han sido asesinados, en el sexenio de Enrique Peña Nieto.  

Aquí, en las calles del país, las balas y la muerte nos encuentran a todos. La violencia se desata peor que nunca y los padres se quedan esperando a sus hijos, el dolor se extiende en cada estado y ciudad.  La tristeza, la desesperación de no volver a ver a tu hermano, a tu compañero de clase, tu amigo. De saber que este gobierno ya no nos protege, que somos una sociedad que ha callado y fue indiferente. Ayer fue Atenco, Tlatlaya, La Guardería ABC, Ayotzinapa, San fernando y lo dejamos pasar. Porque sí, como dice el hashtag:  #NoSon3SomosTodos, según el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED)  de 2007 a 2014, en México desaparecieron 13 personas al día. Aproximadamente una persona cada dos horas, el 40%  eran jóvenes de entre 15 y 29 años. Pero sólo son cifras y lo dejamos pasar, continuamos inertes, pensando en números en lugar de nombres, caminando sobre nuestra indiferencia convertida en muerte. Todos callamos y entre los dedos de esta sociedad escurre la sangre de todas estas víctimas colaterales, que somos todos.

Con un panorama tan escalofriante veo a los compañeros de Javier, Daniel y Marco, salir a las calles, exigir justicia y pienso que quizá podemos ver una chispa de  verdadero cambio, si ayer disolvieron en ácido sus cuerpos, hoy su memoria y su recuerdo sean luz, sean rabia convertida en acciones, sean fuerza para no volver a indignarnos por dejar que nos arrebaten a nadie. Y quizá nuestras palabras volcadas por la impotencia, también nos ayuden a movernos, exigir, buscar desde nuestra trinchera la justicia para todos aquellos que fueron privados de su libertad o de la vida, esa es la esperanza y esa es nuestra deuda.

Ilustración de portada tomada de @AlizGeo

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