Creo que a partir de este instante voy a dejar de tocar el tema de la escena musical salmantina y su sorpresivo crecimiento en los últimos meses, porqué bueno, esto ya dejó de ser una sorpresa para convertirse en un hecho, una corriente artística que nos invade por todos los flancos, con todas las herramientas y medios posibles; hablando musicalmente junto a todas esas bandas pródigas que se están desarrollando para amaestrarse en diferentes géneros, también hay personas que se están esforzando por difundirlos y por traer una diversidad de artistas cuyo talento inspire a los creadores locales para que fortalezcan el suyo propio, enriquecer la visión, arriesgarse a crecer con el contraste e idealmente despegar con su propio estilo ya definido o que esté dispuesto a definirse en la experimentación.
Un ciclo artístico en el que todos ganamos; los promotores con esa constante iniciativa que alimenta el arte y el talento local tomando lo que necesita para irse haciendo de renombre y de paso también el de nuestra ciudad, la casa de la cultura ha hecho algo maravilloso al traer a Troker a Salamanca en el día internacional del jazz y darle un buen impulso a este ciclo, creo que todos los que ya teníamos el gusto de conocerlos a pesar de las expectativas que nos hayamos construido difícilmente pudo igualar la experiencia de estar allí en este pasado domingo, sin exagerar, hace tanto que no veía que gente de todas las edades uniera todo su entusiasmo bajo una misma melodía, y presenciarlo en mi ciudad hizo que esto se sintiera aún más especial.
Troker es una banda que nace en la ciudad de Guadalajara armada desde diferentes perspectivas e influencias provenientes de cada uno de sus integrantes, movidos más por una curiosidad creativa que por la necesidad de formar un sonido concreto; esto hizo que este híbrido que armaron sin pensarlo mucho suene de una forma tan natural a pesar de las dificultades que uno tiene para encasillarlo, el jazz como motor elemental que con toda la parafernalia bien dominada del género tiende llevarnos hasta un clímax repleto de matices y que aprovechan justamente para desplazarse a diferentes géneros en cada ocasión como la electrónica, sonidos regionales e incluso progresivo; se han vuelto unos maestros de la transición y ya sea en estudio o viéndolos en vivo es una banda que sabe mantenernos atentos, su evolución melódica es impredecible, sorpresiva y no está de más repetirlo también única en su composición, tanto así que han sido seleccionados dos veces consecutivas (en 2013 y 2014) para tocar en uno de los festivales más importantes del mundo, el Glastonbury de Inglaterra, y bueno seguramente ustedes ya lo sabían pero por sí las dudas para rematar con esta pequeña reseña quisiera escribir que uno de sus integrantes es orgullosamente salmantino; Samo González su bajista fue uno de los percusores de este proyecto y después de quince años de esfuerzo, de fallas y recompensas, de horas y horas ensayando, de tocar en bares, de hacer giras, de pulir su estilo, de creer en su talento ha podido llevar junto con los demás integrantes esta banda hasta escenarios internacionales. Seguramente esta última parte estará fuera de contexto para los que no sean de Salamanca pero no me importa, para todos los que nos rompemos el lomo en cualquier actividad y muchas de las veces sólo nos queda esa fe en nosotros mismos es un ejemplo y una figura en la que nos podemos inspirar para seguir adelante, aunque el camino sea largo y aparentemente interminable. Esperamos que pronto estén de regreso, los hemos disfrutado mucho y si no tuviste la oportunidad de estar el domingo escuchándolos y platicando con ellos allí en el jardín sigue sus proyectos, escúchalos, conócelos pero sobre todos permítete disfrutarlos, es de lo más sencillo.
Texto y fotografía por Armando Castillo, ve la galería completa en nuestro instagram: Caperuzomx