He querido tomarme un tiempo para escribir, y expresar, toda la revolución musical que generó Arctic Monkeys, en la primera mitad de la década de los dos mil. Desafortunadamente no veía el espacio oportuno para conmemorar y recordar a esos cuatro chicos de Sheffield, que su único objetivo era juntarse a tocar y divertirse entre amigos.
Hace unas semanas se anunció la llegada de su sexta larga duración, llevando por nombre “Tranquility Base Hotel & Casino” (desde aquí comienzan mis dudas nada positivas). Antes de todo justificare mis palabras que describirán este nuevo álbum: comenzaré recordando aquel Mayo del 2005, precisamente hace 13 años, “Five Minutes With Arctic Monkeys”, su primer EP, era lanzado a las tiendas de discos, solo estuvo limitado a 500 copias en CD y 1000 en LP, la razón es muy fácil de explicar; Por esa época las redes sociales estaban en su primeros pasos, Facebook y Twitter no figuraban dentro de las principales, existían otras plataformas como Metroflog (o en su defecto emoflog), Hi5 y el malvado My Space, este resultó ser el último clavo del ataúd para todas aquellos sellos discográficos transnacionales, haciendo que tuviéramos a nuestro alcance a múltiples bandas alrededor del mundo, con eso, estas agrupaciones ya contaban con algunos fanáticos, asegurando así la venta de discos (o sencillos). Se puede decir que tanto Arctic Monkeys como Franz Ferdinand, fueron los hijos pródigos de la comercialización a través del internet, creando mucho furor y ansias para recibir sus primeras producciones. A inicios de 2006 “Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not” se convertiría en el disco debut más vendido en la historia del Reino Unido, la primera semana vendió más de 360 000 copias, así dando el banderazo oficial hacía lo que prometía dejar una de las mejores bandas de la generación. La característica principal en estos primeros años (o etapa), de los en ese entonces, veinteañeros chavales de Sheffield se basaba; en la simplicidad de sus notas, guitarrazos desenfrenados, gran profundidad (en sonido) del bajo y una portentosa batería que sostenía todo el peso de la música propuesta, aparte de todo esto, los temas que abarcaban sus letras eran muy profundas, mezcladas con gran certeza y buenas metáforas, los más claros ejemplos son las gloriosas canciones “The When Sun Goes Down” y “Brianstorm” (entre otras, obviamente).
Todo era miel sobre hojuelas para los monos del ártico, giras mundiales, primeros lugares en los charts y cerrar uno de los festivales más importantes del Reino Unido: Glastonbury. Sin embargo, faltaba una prueba contundente para una posible consolidación. Fueron conscientes de esto y ante su muy notoria madurez musical, lograron sacar dos muy respetables discos: “Humbug” y “Suck It and See”. Cambiando ese frenesí y descontrol en su implementación, para darle paso a la cordura y sentido de un sonido más rasposo y desértico, el culpable de esto fue el guitarrista y vocalista de Queens Of The Stone Age: Joshua Michael Homme III. Sin embargo, esta nueva etapa no fue aprobada por todos. He de destacar que Alex y compañía se muestran muy inertes a los cuestionamientos, tanto a favor, como en contra, esto ha beneficiado a su crecimiento musical, y así, tratar de experimentar más con su sonido hacia nuevas vertientes, aquí es donde entra la nueva etapa de los ya señores monos.
“AM” salió en las vísperas del principio de la década, con él, un nuevo sonido que sorprendió a propios y extraños, notoriamente dejaron atrás cualquier tipo de descontrol,sonando más sobrios y tranquilos, dejando muy por debajo los decibeles altos que manejaban, todo en una perfecta conjunción controlada, el bajo dejó de ser el complemento fascinante de la batería, para darle parte a más instrumentos, pero manteniendo el protagonismo compartido a la batería (propiedad de Agile Beast). Ante esta nueva era, un cambio de actitud fue muy notoria, principalmente en Alex Turner, cambiando o mejor dicho, fingiendo un tono de voz que no es el natural, tratando de emular al rey Elvis Presley. El trabajo fue considerado uno de los mejores del año por los más infravalorados medios musicales y llevándolos a ganar un sinfín de premios, que son más obsoletos que en verdad un reconocimiento a la música, pero para los ojos de los fans que los vieron crecer no les pareció bueno, en lo absoluto esta nueva actitud.
“Tranquility Base Hotel & Casino” resultó ser una caja de pandora, una incógnita para todos. La idea, de Turner de un verdadero sueño americano fue notorio a partir del “Suck It and See”, dónde tanto las letras como los videos mostraba lo que era la vida estadounidense biker: desierto, motos, mujeres, chamarras de cueros y lentes aviador Ray Ban; “AM” fue más hacía estilo jovial: fiestas hasta altas horas de la noche, antros, relojes, peinados y vestimentas impecables. Ahora la música parece ser un tributo a la obra literaria “The Great Gastby” de F. Scott Filtzgerald y así crear su sueño americano. La propuesta es extremadamente rara, extremadamente, no hay ningún ritmo particular (si es que lo hay), melodías ambientadas en los años del jazz de los veinte, donde el whiskey no hacía falta, la batería y bajo resultan una delicia su sintonía para darle profundidad a un teclado pragmático y delicado, para dejar totalmente fuera de contexto a las guitarras, todo una arrítmica sintonía que solo ellos comprenden. Como lo mencioné anteriormente, la voz fingida y cambio de actitud de Alex Turner han repercutido en todos sus trabajos musicales, “Tranquility Base Hotel & Casino” resulta ser una obra para relucir su egocentrismo y arrogancia musical, perdiendo totalmente los estribos de su personalidad, creyéndose algo que no es, a la mitad del álbum me di cuenta lo castrante e insoportable que era seguir escuchando su timbre de voz; recordemos que él no es un buen cantante, pero se supo adaptar a la exigencia del momento de Arctic, ahora ante su actitud de rockstar seductor, su voz no se adecua a lo que la agrupación pretende tocar, creando una confusión en la propuesta musical, dejando una sensación de burla hacia el escucha que espera su música.
Lejos, pero muy, muy lejos han quedado aquellos chavales que se reunían por diversión y amistad a tocar lo que se les viniera en mente, sin saber alguno, cuál nota entonaba cada quien. Nunca llegaron a pensar en el impacto que tendrían dentro de la industria, mucho menos la cantidad de seguidores que sumarían a su congregación antártica. De estos últimos años queda muy poco, pero poco, defendible de la corriente que emergió con ellos, solo el que su miedo a experimentar, musicalmente hablando, nunca fue frenado por ningún motivo, su crecimiento fue a pasos agigantados, pero también se expandió a horizontes realmente temibles, perdiéndose en un limbo oscuro. Los Arctic Monkeys se han despedido de los bajos mundos del underground para llegar al mundo del mainstream y el buen ver, pero dejándonos un buen recuerdo a su paso por estos lares. Me despido de ellos (como escucha) y de ustedes (por esta ocasión) entonando mi canción favorita.