Días antes del evento no dejaba de darle vueltas en mi cabeza al concepto del Festival Marvin, analizando cada aspecto de él, no me culpen, soy provinciano y el pensar estarme moviendo con cámara en mano por las entrañas del Distrito Federal sin tener una previa noción de los lugares en donde se realizarían las presentaciones se sentía un poco intimidante, claro que como siempre suele suceder en estas situaciones el espíritu aventurero se antepone a cualquier incertidumbre y aunque busqué ser todo lo precavido posible al principio, la misma experiencia te va envolviendo de a poco haciéndote sentir parte de una comunidad que se camuflajea con los transeúntes, movida por un propósito secreto y redentor entre la venas de concreto de la capital; bueno, de una parte pequeña de ella para no leerme tan dramático.

 

Tino el Pingüino

Nuestro primer destino fue el parque España aún con los nervios principiantes presentes; llegamos un poco tarde y el escenario ya estaba atiborrado y aunque quisimos acércanos lo más posible el público ya estaba plantando esperando impacientemente a Tino quien con toda la seguridad condujo al público alimentando la euforia colectiva con rimas que cada vez se escuchaban más alto, las personas felices y él como en casa.

Foto: Armando Castillo

Señor Kino

La furia con la que progresivamente van mutando su música canción a canción obviamente es más notoria en vivo, Señor Kino de Hermosillo, Sonora tienen raíces punk que qué los van poseyendo hasta que el público queda exhausto de tanto desquicio, y sus integrantes también. Pura dosis de rasgueos energizantes.

Foto: Armando Castillo

 

Maw

Seguimos en el escenario del Monkey por otro poco para esperar impacientemente a Maw y su fusión de shoegaze con con una repentina explosión ‘post-rockera’, su clímax estalla repentinamente y tomará por sorpresa a quien no esté preparado por un viaje pronunciado y frenético. Una fusión refinada qué toma ese sentimiento de introversión para conducirlo con su dosis psicodélica a un lugar común, en donde puede compartirse con otros devotos con los ojos cerrados mientras se mueve con violencia la cabellera o se piensa un poco en lo inevitable con la nostalgia instrumentalizándose detrás.

Foto: Armando Castillo

 

Ramona

Durante y sobre todo entre canción y canción que escuché de los chicos de Ramona en estudio me invadían unas ganas incontrolables de meterme a la cantina más cercana, hay un trasfondo familiar en esas letras y acordes que rayan en la sinceridad de su propósito; remover esa herida existencial no importa lo lejana que ésta parezca, a mí me pasó, y acordándome de amores pasados y pasajeros me empinaba hasta le fondo el vaso de cerveza.

Foto: Armando Castillo

 

The Marias

Moverse del escenario Mono fue sencillo, el departamento estaba cerca y pude hacerlo con cerveza en mano mientras atravesaba calles congestionadas y corría para llegar a tiempo. El lugar estaba atiborrado pero usé la confianza inducida por la cerveza para colarme hasta un lugar bastante apropiado y valió cada empujón y el tremendo calor; una ambientación seductora rápidamente nos sacaba de la neurosis personal para colocarnos dentro de una hipnosis colectiva en donde la suavidad de la música se sentía cálida, inclusive reconfortante.

Foto: Armando Castillo

Nanook el último esquimal

Usar el transporte del Marvin fue más sencillo de lo esperado aparte de que podías sentarte en la parte de adelante para evitar socializar. Así llegué a Caradura ya con Nanook a medias así que me esforcé para disfrutarlo con todo lo que tenía, por suerte aún había rock urbano con sus necesarias intermitencias transgresoras para ponerse un poco salvaje, aquí quedó la timidez de un principio y agarré fuerzas con sus letras sugestivas para dedicarme además de tomar fotos, a sumergirme con gozo en la experiencia.

Foto: Armando Castillo

 

Mi sobrino Memo

Por aquí me enteré de que no podría entrar a Buzzcocks a menos de que abandonara mi cámara, así que la decisión estaba tomada, mi destino estaba en los bares y para celebrarlo una cerveza más ¿o fue un whisky? junto con mi Sobrino Memo y su pop extravanganza, me formé para ser parte de la ola juvenil que se avecinaba con fuerza al escenario y se sintió bien ser parte de una euforia que era fácil de entender; un folk que subía y bajaba entre covers del que me permití ser parte junto al tumulto jovial que me rodeaba.

Foto: Armando Castillo

Editors 

Salí del Caradura tarde para dirigirme despreocupadamente de nuevo al Monkey stage, llovía y el camino fue agradable, pero estúpidamente no preví que estaría a reventar así que no quedó otra opción que esperar parado en la entrada, la ligereza del alcohol ayudaba a mantenerse indiferente a la demora y a las contingencias naturales y para mi suerte otro integrante del equipo de Caperuzo salió de la nada e intercambiamos lugares, él iba con su chica así que seguramente tendrían algún destino más romántico. El concierto fue corto para mí pero sorpresivamente satisfactorio, conocía un par de canciones que me remontaron un par de lustros atrás y a pesar de ser un set acústico fue un buen recordatorio del por qué de la fama y el nivel de convocatoria que tienen estos ingleses.

 

Texxcoco

El lugar se empezó a vaciar rápidamente y ya sólo quedaban por los rededores gente que se veía comprometida con la escena que vendría, ansiosos, preparándose mentalmente para darse un chapuzón en los guitarrazos y distorsiones de esta banda española y también dentro del vaso de cerveza conmemorativo. Cuando salieron todos nos dimos cuenta que ni de cerca estuvimos de suponer lo que se vendría; la agresividad garajera coludía entre acordes que sabían intercalarse y un afán por reinterpretar las glorias noventeras con la misma devoción y fiereza con que la mayoría las recordamos. Habrá que seguirle la pista.

Foto: Armando Castillo

 

Honey Rockets

Que cómodo se estuvo en el escenario Mono y toda esa gente que desapareció después de Editors no sabía el agasajo musical que se perdían allí, ideal para entrar al limbo de la tarde/noche con el delirio necesario para descarriarse con ganas, sin mirar atrás, a esa hora los detalles se empiezan a desvanecer pero se fortalece el sentimiento en turno; a Honey Rockets ya los había visto unos meses antes en la ciudad de León y se sintió bien recuperar esas ganas de doblegarse con la música haciendo todo el escándalo posible, una banda madura que ha sabido delimitar su rock para que taladre en la cabeza de forma más efectiva. 

Un Planeta

Al festival Marvin le restaban algunas horas de existencia y yo tenía que dirigirme de nuevo al Cara Dura para llegar a un planeta, ya no había transporte oficial así que caminé y corrí por un rato pero en vano, no sabía en dónde carajos me encontraba así que paré un taxi que me posicionó directo en la entrada; tarde y hasta atrás, así que sin posibilidades de hacer una buena toma me entregué a la música que se sentía literal como una estaca en el pecho, en el buen sentido, pude gozar mis aflicciones en secreto y un par de canciones antes de que terminaran se descongestionó un poco y pude colarme para hacer algunas capturas y ver en con mis propios ojos como el vocalista no dudaba en entregarse también a la inclemencia de sus letras, de la melodía.

 

Planeta No.

Me pregunto si los integrantes de Planeta No conversaron con los de Un Planeta sobre el nombre sus bandas tras bambalinas, ¿habrán reído mucho o tal vez discutido apasionadamente al respecto? En fin, la noche casi terminaba y aún había mucha gente en Cara Dura, demasiada a pesar de que a unos metros en el Plaza Condesa empezaban o estaban por empezar los Drums; encontré un buen lugar e incluso pude sentarme a reflexionar sobre mis acciones del día mientras estos chicos Chilenos empezaban a tocar y los asistentes casi inmediatamente enloquecían. Me paré y di el último jalón movido por la secuencias de pop danzables y por el entusiasmo compartido por todos en el bar, los aficionados de esta banda realmente se comprometían con el acto y coreaban las canciones con toda la fuerza que su voz les permitía, yo me dejaba sorprender mientras tomaba una foto y después un trago hasta que la música cesó.

Fotografía y texto Armando Castillo

 

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