Siempre que tenemos oportunidad de ir al callejón en la ciudad de León nos divertimos como niños; en cada oportunidad nueva es más sencillo entregarse a los diferentes estímulos implícitos que nos ofrece el lugar y empezar a disfrutar de los nuevos; gente con la que empatizar al son de la melodía, del famoso ‘head-bang’, y las sombras de este lugar lúgubre con las que ya hay más confidencia para dejarse caer en secreto si así lo exige el cuerpo. La noche del sábado llegamos mentalizados para el debraye nocturno ayudados por melodías para carretera y cerveza que había que beber rápido para que no se calentara, aún así no creo que estuviéramos preparados para predecir el rumbo que tomaría la madrugada, el mismo lugar sí, pero transformado por cada banda que iba subiendo al escenario, el desahogo furioso de las notas combinaba bien con el delirio que veníamos arrastrando desde Salamanca, navegar por la noche con la música atravesado nuestro pecho, arremolinándose con la sangre.

Primero SAAS Justo antes de que los ánimos se empezaran a templar; ruido, y una progresión inversa, de la estridencia a la calma pasajera, un híbrido que se descompone desde lo más alto para pasearnos por las diferentes facetas de estos músicos en su descenso, siempre con un trasfondo intempestivo, tenso, toda la presentación es un prolongado suspenso, siendo sosegado casi inmediatamente por una ola violenta de sonidos que escapan a cualquier predicción.

Los ‘33’ después, sin permitir que el zumbido en los oídos se extinguiera en su totalidad, en cambio no tardó en sustituirse por una estridencia inmediata preámbulo del primer guitarrazo, el platillo, la nota sostenida del bajo inundado el cuarto de a poco. La melodía se mantenía feroz pero más estrecha, con una hipnosis imperceptible que no tenía prisa para inducirnos en trance, ésta metáfora del agua les sienta bien; al final y sin saber como ya teníamos la melodía hasta el cogote y la explosión para poner punto final a su presentación de todas formas nos tomó por sorpresa, más rápido y más intenso hasta que fue imposible quedarse estáticos. El silencio previo a ellos se sintió muy raro, un tanto ajeno.

No mentiré, ya para estas alturas ya era mucho más sencillo relajarse, decir estupideces, tomar fotos más con más confianza siempre me pasa que lo que se queda en este punto es más una sensación que un recuerdo nítido del cual apoyarse para escribir pero esto no es necesariamente malo; Vinnum Sabathi se siente ahora como una atmósfera bien trabajada, unas melodías que se servían de evocaciones mentales para transportarnos a un lugar recóndito dentro de nosotros mismos, me pareció más ‘stoner’, más progresivo, había voces que hablaban del espacio, voces de astronautas, y la melodía lenta pero segura reforzando el argumento, esa historia que se unía en un lugar común con el presentimiento de una angustia existencial (así lo veo), una historia sobre abismos que de igual manera acababa con violencia; un autoexorcismo que había que llevar acabo moviendo el cuerpo, la cabeza, para entender mejor el relato.

La madrugada llegaba a su clímax, y nosotros ya habíamos tenido varios en lo que iba de la tocada; el entusiasmo ignoraba cualquier prejuicio atontado ya por caguamas Tecate, y la última banda Cegvera se preparaba para tocar, no creo haber tenido alguna expectativa ya estaba atontado para pensar cualquier cosa, así que me abandoné a la suerte y en lugar de prepararme de alguna forma consciente me dejé caer en la velocidad, en las pausas de las notas, en sus espectaculares descensos intermitentes, en el contraste que fluctuaba en el escenario; fue fácil por qué coronaba una velada repleta de matices, así, desde la primer canción empezó un cosquilleo en el pecho que había que quemar de cualquier forma. La atmósfera espacial prevalecía y la música parecía parte de un todo, otro ángulo de una historia que había que armar, sentirla vibrar en el pecho; recuerdo vagamente intentar señalar varios géneros en un afán necio por definirlos pero todo en vano, no había tiempo. Al final los músicos se sincronizaron de tal manera para concluir este viaje de psicodelia cruda con mucho progresivo cabreado, permitiendo intencionalmente que las pausas se sintieran como un golpe, mientras los que quedábamos nos uníamos al ritual doblando el cuerpo por qué sabíamos que todo estaba por terminar u sentíamos la responsabilidad implícita de terminar este relato auditivo con todo lo que nos quedaba, y así fue.

Texto y fotografía por Armando Castillo

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