Hace algunos días visitamos la casa de Luis Long, en León, fuimos a escuchar a Mushamukas Taller/Ensamble de Contrabajos y todo sonó muy bien, ni la insinuante lluvia nos detuvo, al contrario, nos motivó.
Aquí un poco de la exquisitez de Mushamukas.

Por: Amarilla Alvizu

A los Mushamukas Taller/Ensamble de Contrabajos de León les gusta hacer ruido (del que suena y del que litiga); hace algunos días estuvieron en la casa de Long, la típica vivienda colonial que anfitronea con un patio central columnado, el sitio perfecto para lidiar con el clima y para escuchar a los nueve contrabajistas, el mucho calor se olvidó con las amenazantes g-notas que sólo refrescaron, conectaron.

Sepan que en la sede parcial de la Escuela de Música de León (o sea, en La Casa Luis Long), la escena era amarilla, las paredes y las luces hicieron su efecto en las nubes: completaron el “total look” para la noche…
les digo que todo era armonía, hacía mucho que no escuchaba un discurso más logrado que el interpretado por Mushamukas, les creí, porque su obra sí que expone lo que el proyecto presume: desautomatización del sonido, experimentación sonora, improvisación. Imposible no evocar la contemplación.

Ese día fuimos muchos los que escuchamos más que tesituras graves, porque el taller/ensamble también es chasquidos con los dedos, pellizcos insinuantes y percusiones que repiquetean como a flamenco, los muchachos del pórtico jugaban a explorar todos los recursos de su instrumento y de su cuerpo: obraban con el exquisito arte del tiempo.

No hay duda que Mushamukas sabe de música contemplativa para el alma, sus sonidos clásicos, modernos y populares hacen de su formación una exquisita propuesta contemporánea, de interpretaciones y ambiciones varias, pero sobre todo, de deleite experimental que impulsa el talento y las particularidad de las vibraciones cordófonas…

no lo digo yo, lo vibran ellos:

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