Si son de aquellos que disfrutan escarbar en la música underground ya sabrán quién es el protagonista de este documental, si no son melónamos de hueso colorado de todas formas leer el nombre ‘Daniel Johnston’ les hará eco en la cabeza y si es que no les suena para nada ese nombre pues mucho mejor, les prometo que por lo menos se llevarán alguna que otra sorpresa con esta película. Este documental es sobre un músico, él, un genio contemporáneo que no ha sido reconocido como debería y no por la decadencia progresiva de su talento, sino por su constante e irremediable condición para llevar cualquiera de sus propósitos a sus extremos, tanto aquellos positivos que lo llevaron a la fama como los que lo arruinaron con esa misma perseverancia bajo el ojo público, y aclaro desde ahora, este documental no lo produce alguna disquera adinerada que busca situar aún más sobre nuestras cabezas a esas figurillas manufacturadas que se autodenominan hoy en día ‘súper estrellas’, sino todo lo contrario, Daniel Johnston es más humano que cualquier de nosotros y lo demuestra sin un poco de miedo a través de este documental en el que se nos narra su vida y obra de una manera auténtica, sin ensalzarlo de manera intencionada, y me atrevo a asegurar esto por que precisamente esa es la peculiaridad de su ingenio; el mantener intacta esa esencia a pesar de la serie de desastres autoinflingidos que marcaron una gran parte de su vida.
Daniel tuvo ese impulso artístico desde pequeño, y en este filme podremos ver con cintas caseras de su infancia esa necesidad prematura por expresarse de cualquier forma posible, y aunque su visión de la realidad no encajaba la mayoría del tiempo con la de sus padres (cristianos/conservadores), él se aferraba a ella con una tenacidad carente de pretensiones, innata… El dibujo, la música, la poesía, todo en él era (y sigue siendo) tan cautivadoramente auténtico, nunca ocultó lo que pensaba, lo que sentía, hasta el punto en donde no supo controlar esa percepción tan libre y empezó a perder los cabales, claustrofóbico en un mundo que lentamente empezaba a asfixiarlo. Su trastorno bipolar fue creciendo a la par de sus creaciones, en su adolescencia se confundía con un entusiasmo acérrimo y era lo que le distinguía del montón de artistas que optaban por perseguir esa línea segura de lo predecible, él en cambio tocaba el piano y la guitarra día y noche, grababa sus creaciones en casetes con pésima calidad y sin sentir pena alguna los ofrecía a sellos discográficos y a quien se le cruzara por su camino, uno supondría que es un método muy poco efectivo para sobresalir en el medio musical pero Daniel tenía el talento y la determinación y así de pronto ya estaba tocando en una parrillada organizada por MTV allá por 1985 cuando realmente era un medio innovador para impulsar la música, aquí les dejo un pedazo de aquella, su primera interpretación para que se vayan dando una idea de la persona que es.
Daniel no paró, siguió escribiendo y haciendo música tan genuina como la que creaba en el garaje de sus padres, pero su mente perdía claridad, su trastorno se hacían cada día más evidente por las noches de drogas y vicios que acompañaban a su creciente fama hasta que eventualmente le hicieron tener lapsos psicóticos, la relación con su familia se fragmentó, lo mismo con sus amistades e incluso con sus contemporáneos musicales que huían de él incapaces de controlar su temperamento impredecible (alguna vez en una gira después de discutir con los integrantes de Sonic Youth estos le advirtieron que llamarían a sus padres para que lo regresaran a casa, lo que provocó que escapara a las calles de Nueva York para convertirse en vagabundo por algunos meses sin que nadie pudiera disuadirlo), justo aquí fue cuando se le internó en un centro psiquiátrico y sería el inicio de una vida repleta de inconsistencias pero también de arte, pareciera que hasta en sus momentos más oscuros y caóticos su capacidad creativa no menguaba, fluía dentro de él como su propia sangre. Lo que pasa después con Daniel Jhonston ya tendrán que averiguarlo ustedes y si ya lo saben este documental es un hermoso recordatorio estupendamente concebido para que lo recuerden, el director Jeff Feuerzeig usa todos los recursos a su alcance para contarnos con exactitud la historia; incluida una extensa fotografía que recorre todos los rincones que en donde estuvo Jhonston, un soundtrack que complementa la historia al ser en su totalidad canciones que él compuso, y que ayudan a situarnos en el contexto de sus andanzas y sentimientos desde primera persona y, una gran cantidad de testimonios que enriquecen la compleja evolución de nuestro protagonista, un genio contemporáneo sí, pero aquí presenciaremos qué es lo que tuvo que sacrificar para serlo.
Para terminar podría decirles que más allá de ser un documental biográfico esta cinta es una experiencia inspiracional para todos aquellos que hemos lidiado con cualquier trastorno mental en cualquier nivel, los estragos de Jhonston son el reflejo de la ansiedad que provoca los estrechos y absurdos límites de comportamiento que nos exige la sociedad en estos días y las consecuencias que provoca el sentirse excluidos de ellos, como cualquier historia real no tiene un final completamente feliz por qué no es ficticia, pero por lo menos a mí me llenó de fuerzas para seguir siendo y haciendo lo que creo que es correcto muy a pesar de las contradicciones frente a las cuales uno tarde o temprano termina doblegándose, una historia de resistencia a la que sabrán sacarle provecho si han también estado en esa posición; en la difícil tarea de mantenerse auténtico.
Texto: Armando Castillo Toro