A Mac de Marco tengo conociéndolo desde hace relativamente poco, prácticamente desde el 2017 y siendo testigo de su presentación en el Nrmal 2018, y no es que no haya escuchado hablar de él, su nombre de alguna forma permea el movimiento independiente desde hace unos años, pero lo que sucede aquí, con toda sinceridad, es que cada vez me resulta más difícil mantenerme a la vanguardia musical mientras más años y sustancias le voy sumando al cuerpo; hay tantos toquines locales que hay que atender, reseñas, álbumes nuevos de bandas viejas que quieren sonar como las contemporáneas (y obviamente muchos ejemplos del caso inverso) que casi no he tenido tiempo de voltear mi interés a toda esta oleada de nuevos artistas que se han dedicado a transformar el concepto que yo tenía de música moderna, el abuelo Simpson tenía tanta razón; es más, yo estúpidamente llegué a pensar que Mac de Marco era un proyecto de HIP HOP de algún rapero cuya cara estaría en su totalidad tatuada, lo que encontré en cambio fue algo muy distante a lo que mi mente prejuiciosa jamás pudo o podría imaginar, acá un poco de su trayectoria como músico para que no se lo pierdan en esta edición del Festival Catrina 2019.

No hay mucho que contar de Mac de Marco a manera de biografía porque no es mi intención aburrirlos con un listado de datos de su vida previa como músico reconocido; lo fundamental es que siendo joven se mudó a Montreal en su natal Canadá y desde allí empezó a maquilar este proyecto como solista, uno que no necesitó de mucha complejidad para relucir, y es que su genio radica precisamente allí, en poseer una facilidad intuitiva para mantener sus sonidos simples, que por instantes con una perseverancia trabajada estos simulan la complejidad de cualquier otra banda con más integrantes que se dedique a perturbar a la psique; psicodelia minimalista diría yo.

Y ahora, si ustedes forman parte de ese pequeño grupo que como yo no lo han escuchado todavía voy a sumergirme en su estilo para intentar explicarles a que se asemeja, o darles por lo menos un par de motivos para que se posicionen en ese escenario y no se muevan de allí; ya hablaba de una simplicidad intencionada, sí, pero su talento va más lejos, creo que su principal virtud como músico es crear una ambientación muy particular; la mayoría de sus canciones están imbuidas de unas guitarras fantasmagóricas repletas de ‘delay’ que invaden cualquier ritmo que él haya elegido para complementarse con precisión, una vez que se le conoce se le reconocerá también en cada ocasión que se le escuche, todas sus canciones están matizadas con ese estilo único y aún así son tan distintas unas de otras; en ese aspecto creo que es un genio, conducir su arte a los límites con aparente facilidad sin desgastarla álbum tras álbum eso para mí ya es decir demasiado. Sigo sorprendido por que nunca imaginé que un sonido tan particular como éste fuera tan popular en estos días con la nueva generación de melómanos, muchas de sus canciones rayan hermosamente en la tristeza, en la evocación, que sé yo pero hay nostalgia inherente allí y en mis tiempos había que rascarle un poco más para descubrir estos sentimientos con algún músico que fuera capaz de interpretarlos con destreza; yo creo que muchos años después he tenido la fortuna de encontrar muchos de ellos en mi camino e incluso justo enfrente de mis narices, a la vista de todos, como aquí en un artista de talla mundial que es capaz de conquistar a cualquier generación que se sienta identificada con la locura, con lo indeterminado, con esa empatía que duele un poco y qué carajo, que cada vez se vuelve más difícil de explicar conforme evolucionan estos sonidos.

Por allí seguro nos vemos para intentar conectar divagues y con suerte alguna cerveza fría, fría, acá les dejo una listita de reproducción para que se pongan en friega a escucharlo, todavía están muy a tiempo para caer al Catrina 2019.

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Por Armando Castillo

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