En mis días de consumo recurrente se conocía a las anfetaminas con diferentes nombres; dulces, tracas, pastas y la más conocida era la de ‘la tacha’, que ya con un poco más de experiencia por delante descubrí que esta definición no sólo engloba las variantes de la anfetamina sino también a su primo cercano la metanfetamina cuyos efectos varían un poco a los que quiero referirme en este escrito; sin confundirlos mucho la anfetamina es una pastilla que por su tamaño y costo de producción son muy fáciles de distribuir y vender por donde se les ocurra, su principal propósito es elevar el estado de vigilia, los niveles de alerta e incluso en tratamiento terapéutico la concentración; sabiendo esto se les puede asignar fácilmente a cantidad de actividades recreacionales para experimentarlas con mayor intensidad. Yo estudié en Guanajuato, hace ya un puño de años y al principio era más partidario de la mariguana, en aquel entonces nos bastaba ese estado de aletargamiento para darle vuelo a los sentidos con cualquier experiencia que se nos atravesara, como siempre sucede en el proceso de conocer cualquier sustancia es en donde se crea un vínculo entre ésta y el usuario, la perspectiva cambia y la realidad se reajusta un poco más a nuestra conveniencia, y eso es realmente lo que las hace adictivas, la opción constante del cambio, uno aprende con el tiempo a no intercambiar la rutina con ‘la grifa’ sino más bien a complementarla con las actividades diarias para ser socialmente productivo, pero para los que no podemos dejar de ser curiosos siempre querremos ver las diferentes opciones de contraste que haya disponibles; en mi caso fui de los últimos en probarla en mi grupo de amistades psiconautas, creía que con la mariguana era más que suficiente para satisfacer mis necesidades de esparcimiento; escuchar música, beber algunas cervezas, dar un tremendo bajón y por último quedarme dormido, así pasó bastante tiempo pero la verdad la vida de estudiante me orilló a cambiar de parecer, mientras yo disfrutaba de recluirme los demás gastaban (o invertían) sus madrugadas bailando hasta el cansancio en bares de música electrónica, llegaban en el clímax de la madrugada todavía con ganas y sobriedad de sobra para hacer todo el escandalo posible entre alcohol, gritos y canciones a todo volumen; había un salvajismo inherente en los efectos de esta pastilla que a fin de cuentas terminó por llamarme, y ahora que lo pienso creo que es por eso mismo que siempre resultó tan popular, porque se le relaciona directamente con el exceso, sobrepasar el límite y seguir, descubrir qué hay más allá de del cansancio o la briaguez acostumbrada, tomar energías prestadas para alcanzar ese borde, borrarlo de nuevo con otra dosis y continuar; como decía al principio el descubrimiento implementa cualquier psicoactivo en lo que llegamos a normalizarlo, y aquellos recuerdos de redefinirme en el clímax del exceso aún los llevo muy dentro de mí, buenos o malos de eso no se trata este escrito sino de compartir mi experiencia para quien le sirva, la repudie o simplemente se divierta comparándola. En Guanajuato en aquel entonces había un bar que se llamaba ‘In Lak’ech’ y un muy buen amigo y mesero de allí también era nuestro proveedor, así que sin prisa iniciábamos nuestro recorrido hacia ese lugar, hacia la pastilla, a veces juntos, en ocasiones nos separábamos y bajábamos a la ciudad por sus entrañas rocosas para hacer lo que tuviéramos que hacer, estar con los que estuviéramos que estar hasta que se cumpliera la hora de comenzar el viaje ya bien entrada la madrugada. Aquel bar era una casona de varios cuartos adaptada para facilitar la transición de esa sensación; al principio estaba la barra, lejos de la combustión humana, después un cuarto intermedio en donde siempre sonaba buena música y uno podía mantenerse en ese limbo metafórico entre los dos opuestos, ideal para saltar a cualquiera uno de ellos según las circunstancias y hasta el fondo un cuarto que permanecía casi siempre oscuro en donde tocaba el DJ en turno que nos ponía aprueba a todos nosotros, siluetas cabizbajas, perdidos entre dos planos: el musical y entre las personas amontonados durante el trance en común, como decía, esta pastilla ayuda a concentrarse así que exaltaba esas sensaciones que de por sí ya produce la música, a mí parecer funciona mejor con la electrónica por su capacidad de ser impredecible junto con su durabilidad, recuerden que todo debe alargarse bajo este efecto, era más sencillo guiarse por las ondas sonoras y soltarse, mientras los ojos inconscientemente se desorbitaban y la mandíbula chirriaba por la presión ejercida en los dientes, justo en ese momento era ideal tener un lugar así para extraviarse con comodidad, ocultar el rostro que se deformaba un poco, la empatía se agudizaba y se podía detectar a los que anduvieran por allí sumergidos en la misma sintonía; en ese estado se podía estar fácilmente bailando hasta la última nota o interactuar sin mucho esfuerzo con quien resultara atrayente dentro del mismo estrato implosivo, todo bien hasta aquí, se cerraba el bar y de allí para donde se tuviera el antojo, la noche era sólo un rasguño y había tiempo de sobra para agrandar esa herida; la boca siempre seca, el corazón bombeando sangre sin parar con una invulnerabilidad y valentía infundada, siendo objetivo hubo muchas noches en donde esa energía desbordante ayudó a tener experiencias que difícilmente hubiera alcanzado sobrio o con otras drogas, de aquellas que acaban con el sol bien puesto en los balcones y en las ventanas de aquella ciudad. Pero como ya deben de sospechar esta misma expectativa es la que va menguando esa sensación cuando esos días comienzan a sentirse repetitivos, ya no se alcanzaba el éxtasis de las primeras noches y de consuelo la mayoría de las veces llegábamos a casa a intentar gastar energías que nos sobrepasaban, esperando a que el sueño llegara más tarde que temprano. Mi experiencia con las anfetaminas fue corta, con ellas aprendí a dar ese salto hacia ese umbral desconocido y a acostumbrarme a pasar tiempo allí entre las horas más silenciosas y el amanecer; mi razón para no continuar con su consumo fue que llegó el punto en donde no soportaba la resaca combinada con la del alcohol, aquí recalco que esas energías no provienen de la nada, uno se agota de tal manera sin saberlo que al otro día apenas se juntan las fuerzas para siquiera hacer lo más básico, y aunque en mi caso podía lidiar con el cansancio era la depresión exponencial aunada a la resaca por la que decidí que no era mi droga ideal; al día siguiente de abusar de su consumo desperdiciaba la mayoría de éste en intentar convencerme de que todo iba a estar bien, que aquel bajón era temporal y que no importaba haber desperdiciado una noche más intentando alcanzar algo que sólo se conservaba en el pasado, que pronto tendría el ánimo necesario para intentarlo de nuevo. La anfetaminas pueden alargar la resistencia y concentrar el gozo en unas horas, los contras de éstas serían que consumen una cantidad exagerada de dopamina y serotonina lo cual causa ese inminente bajón, si alguien es propenso a la depresión en cualquiera de sus magnitudes tengan por seguro que conforme aumenten la dosis también aumentara el tiempo en que tardarán en reponerse de ‘la puesta’ y sobre todo lamentablemente su venta está muy ligada al narcotráfico, lo que hace que su dosis sea inconsistente de pieza en pieza lo que podría poner en riesgo su salud y ese dinero que gastarán seguramente financiará esta guerra sucia que llevamos sufriendo por tantos año en nuestro país, yo siempre he pensado que todo esto se solucionaría si se legalizaran todas las drogas, después de todo cada quien debería poseer esa facultad de experimentar los estados que más se adecuen a su particular forma de vida y sacarles así el mayor provecho posible, pero mientras eso sucede sean cuidadosos, si no la han probado seguramente de alguna forma ya se ha cruzado en su camino y con este escrito espero se hayan informado aunque sea de una manera muy general de sus efectos, si son muy jóvenes aún y quieren probarla en algún punto háganlo con precaución, empiecen por un cuarto y vayan midiendo sus efectos para que no se lleven una sorpresa desagradable, no la combinen con alcohol para que no se pronuncie de más ese estado en el cual las primeras veces uno se encuentra tan vulnerable, háganlo con gente de confianza y en un lugar controlado. En un futuro me gustaría tocar más temas en esta columna sobre la toxiconomía en general para ir aprendiendo todos juntos, si tiene alguna duda o necesita un consejo referente al tema no duden mandar mensaje por aquí al Caperuzo o a mi perfil personal, ya saben ¡salú y siempre el mejor de los viajes!
Armando Castillo