Es difícil concebir como se puede vivir lo que resta de esta pandemia con algún síntoma de depresión, sobre todo porque la vida por sí misma en ocasiones ya es demasiado inconcebible; y aunque quiero aclarar que no soy un experto, sí he tenido que vivir la mayoría de mi existencia con algunos de sus trastornos, tal vez como muchos de ustedes que ahora leen esto; con el tiempo he aprendido a focalizarlos y aceptar que irremediablemente son una parte de mí, y aunque en ocasiones me sobrepasen ya son más frecuentes los períodos en donde puedo usar el contraste de esos ‘bajones’ para apreciar y reconocer lo que resta: lo bueno y lo interesante de esta vida. ¿Y cómo no sentirse así?, cuando la realidad de la que dependíamos para sentirnos seguros parece que se desmorona día con día, claro que habrá algunas percepciones que necesariamente necesiten estar bajo tratamiento para aceptar y lidiar con esta nueva realidad, y eso es totalmente entendible, pero para los que estamos en un nivel intermedio tal vez se le pueda otorgar otra interpretación, una que incluso ya deben de estar trabajando. De la incertidumbre directo la ansiedad, en esa zona radica el problema, lo complicado es trasladar las emociones del caos a un lugar que nos otorgue el control para dominarlas, y aunque esto ya lo sepamos esa transición se ha vuelto más larga de lo que podríamos desear o presentir, a pesar del cansancio que implica esto en el transcurso de esta reclusión seguramente también hemos descubierto nuevas formas de percibirnos, algunas que inusitadamente nos han dado fuerzas que desconocíamos, justo en un momento de la historia en el que aparentemente se nos iba a exigir toda la cordura restante. 

Mi punto sería que después de tantos meses de lidiar con el peso implícito de la muerte ahora estamos en un punto en donde la valentía va construyéndose de muy diversas formas, lo que se percibía como absoluto se va debilitando y sorpresivamente sobra disposición para emprender la última parte de este lapso sin que importe a donde nos dirijamos después, lo peor está pasando y nos hemos dado cuenta que los problemas rutinarios que tanto nos aquejaban han ido perdiendo protagonismo, no es que hayan desaparecido, puede incluso que por momentos se hayan agravado, pero sí algo nos ha enseñado esta pandemia es que siempre habrá circunstancias buenas y malas más grandes que nosotros, y que por lo tanto somos tan pequeños como muchos de los aquejamientos a los que malamente les dimos una importancia que no merecían, que hasta con el peor panorama uno puede sacar del abismo lo mejor de uno mismo, y sobre todo, que genuinamente no estamos solos en este camino que compartimos, irónicamente tuvimos que separarnos por meses para darnos cuenta, apreciarlo, ofrecer lo poco o mucho que tengamos para hacerse presente, para darnos cuenta de que es importante demostrarlo y que contribuye todas las veces.

Ésta dista mucho de ser una guía positivista, mi empeño con esta columna es tratar de ser lo más objetivo posible y darles mi opinión desde mi respectivo y familiar agujero, compartir lo que me ha ayudado esperando que sirva de algo; les contaré, por mi parte no faltaron los días en donde me sentía terriblemente solo, la ansiedad se me arremolinaba en el pecho por horas, llegué a sentir que el fin estaba cerca y pensaba tirado en la oscuridad en las personas que aprecio imaginando que ya no las volvería a ver, algunas ocasiones no encontraba otro remedio que embriagarme hasta la inconsciencia; a veces esa ligereza funcionaba y en otras me hundía más en la impotencia de no tener ninguna clase de control sobre lo que estaba ocurriendo, imponiéndose el absurdo y lo risible de nuestra situación, llegué a tocar fondo un par de veces pero afortunadamente tomé la decisión de compartirlo, y aunque fueron sólo un par de personas con las que me abrí con plena sinceridad ellos se adjudicaron mi pelea de manera tan personal que decidieron tomarla a mi lado, con toda la paciencia necesaria para ayudarme a salir de a poco. Así yo también cuando tenía el panorama más claro ofrecía la mano con gusto, dejé el egoísmo de un lado y me di cuenta que no sólo era yo y mis antecedentes, a todos nos estaba afectando de manera intermitente y de muy diversas formas el encierro, lo más natural era perder eventualmente terreno ante la incertidumbre, entonces compartía mi experiencia con los que no están tan acostumbrados a tratar con esa repentina conmoción; un trabajo en equipo por turnos, en donde al final todo el empeño que algunos le hemos dedicado a sostenernos era reconocido pero sobre todo cumplía con una finalidad, las batallas ahora tenían un sólo nombre y lo verdaderamente importante es salir ilesos con la ayuda mutua, física y emocionalmente.

No todos hemos corrido con la misma suerte de poder reducir todo meramente a la ansiedad, ha habido tantas pérdidas que hoy más que nunca la empatía precede en todos los sentidos a la apatía y nos toca estar ahí para compartir de esas fuerzas que ahora sabemos que tenemos, y que sobran para quien más le haga falta, no hay tiempo que perder en desilusiones sin sentido cuando hoy más que nunca podemos y debemos hacer un cambio, después ya veremos si volvemos a ser los mismos para sufrir por lo habitual; lo crucial en este momento es ayudar a recuperar la fe en esta vida a los que estamos, a los que con suerte estaremos cuando esto llegue a su fin. 

Si aún a pesar de llegar hasta aquí y estas palabras no significan nada, si pareciera que el dolor es tan definitivo, no lo es, ni la felicidad ni la tristeza lo son, genuinamente vendrán tiempos de paz en este ciclo y es necesario creerlo aunque justo en este instante se perciba como el más vil de los engaños, sino es por uno por los que nos esperan, la vida nunca dejará de doler pero sí ya estamos condenados podemos enfocar este sentimiento en hacer este lugar un poco mejor, en procurar a las personas que queremos, en darlo todo hasta que con suerte, con tiempo y trabajo ese dolor se transforme o nos transforme en otra cosa. 

Sí el pesar persiste por favor no duden en contactar alguien profesional, también les comparto la página de la Alianza Nacional Sobre Enfermedades Mentales en donde podrán encontrar ayuda en línea y telefónica si sienten que la necesitan de manera más inmediata:

Y ahora me toca despedirme con las palabras habituales, que aunque se sientan como un cliché hoy más que nunca han adquirido una resignificación en esta nueva normalidad: no están solos y juntos vamos a salir de ésta.

Armando Castillo

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