En esta ocasión les vamos a presentar otro ejemplo de un proyecto musical que se ha colado entre los ya bien conocidos parámetros de la industria musical; no sólo la resolución de este LP es un relato de perseverancia sino también de obstinación, que aunque se parezcan muchas veces no es lo mismo, no sólo hay un trabajo de años detrás del proyecto sino un reacio compromiso por el estilo en el que debía ser presentado y del cual ya iremos hablando, una muy vaga introducción es que Sleaford Mods retoma la ideología punk y la reinterpreta desde lo que a primera impresión podría parecerse al hiphop.   

Con casi diez años de trayectoria esta banda siempre tuvo dificultades para que una disquera se adaptara a la forma tan minimalista de producir su música de estudio, en esta era en donde el rock se está alejando de lo predecible para reconstruirse lejos de sus contrapartes populares; mientras más complejo e indefinible más comercializable se vuelve, pues bien, parte del discurso de los dos integrantes de Sleaford Mods es mantenerse fiel al vinculo que han creado junto al discurso producto de esta unión; un beat pausado que la da ritmo a una voz con un acento ingles muy marcado, una letra que no podría describir de otra manera más que producto de una poesía suburbana y que en la mayoría de las veces es más habada que cantada, y aunque estoy consciente de que esto suena tedioso el resultado está abordado de tal manera para que se le perciba justo desde el lugar en que ellos quieren que se les escuche. Las presentaciones en vivo son feroces, su vocalista Simon Parfrement desata una progresión lenta y única con cada canción que al final siempre termina con un espectáculo fulminante con el cual es sencillo identificarse: no sólo es la voz aguardentosa que se quiebra con un grito, o los golpes autoinfligidos en el rostro, es la honestidad con las que se nos narra estas historias de la urbe, sin ocultar el sentimiento a pesar de sus consecuencias escénicas o del uso que se le dé al mensaje aparentemente contradictorio, y es que mientras su vocalista se despedaza en el escenario, el DJ a cargo (Andrew Fearn) sólo aprieta un botón en su computadora, y en lo que pareciera un acto de total cinismo se dispone a beber cerveza mientras la música suena, el show transcurre y se observan estos dos opuestos que a final de cuentas cumplen con un solo propósito; musicalizar la rima sin pretensiones, lo importante es mantenerse genuino y cualquier alarde innecesario le resta credibilidad al mensaje original.         

De aquí proviene la actitud punk de la que escribía allá arriba, aunque no son desafiantemente agresivos como los más conocidos exponentes del género en ningún momento dejan de ser contestatarios, la voz del pueblo para el pueblo y en estos casos con la exposición actual para quien guste identificarse a pesar de sus circunstancias; de la pobreza a la injusticia, pasando por metáforas autodestructivas y la constante presión de verse olvidado por un sistema que intencionalmente hace a un lado a los marginados, todo esto narrado bajo la atmosfera de un hipnótico beat que trabaja con tiempos muy parecidos al del punk, ‘Spare Ribs’ es un corte de trece canciones que indudablemente le hace honor a aquellos himnos de protesta, y que nace desde alguna parte entre el hihop y la poesía desesperada y caótica que sólo surge desde una visión acostumbrada a observarlo todo desde la oscuridad.   

No hay mucho que explicar después de esta larga introducción, quería dejar muy en claro la esencia que define lo que representa la banda en los escenarios y detrás de ellos, Spare Ribs es una buena oportunidad para adentrarse en la música que surge directamente de las entrañas de los barrios londinenses, una vibra que también se sentía con los primeros trabajos de Idles o Baxter Dury, incluido ese particular acento británico que incita a la decadencia, cada canción acá representa un estado de ánimo que sucumbe bajo el yugo existencial, de igual forma la melodía se presenta con los mismos tiempos pero mutando de forma para acoplarse a la letra en turno; en este álbum también tienen un par de colaboraciones, como con la cantante Billy Nomaites en la canción ‘Mork n Mindy’ en donde su voz rompe con la tradición de su estilo acostumbrado para darle un toque de lo que pareciera ser ‘eurodance’ aunque igualmente deprimente; una interesante mezcla que a pesar del ritmo hace referencia a aquella comedia en donde aparecía Robbie Williams y la nostalgia por los viejos tiempos que jamás se pudieron recuperar. He visto que la música de Sleaford Mods es muy aplaudida por los melómanos de la generación X para atrás, y no es para menos, están materializando un conflicto que no cesa de una manera prodigiosa, sobre todo para quienes tuvieron la oportunidad de verlos y sentirlos en vivo, el problema es que el entusiasmo no parece compartirse con las nuevas generaciones; sin este contexto previo puede que el minimalismo de este álbum resulte aburrido e incluso repetitivo, y aunque hay cambios que particularizan cada una de las trece canciones puede que no contenga ese factor sorpresa que actualmente le otorga ese ‘plus’ para sobresalir dentro de la escena contemporánea, a pesar de esto si se dan la oportunidad de clavarse seguramente hallarán alguna canción que valga la pena conservar en sus listas de reproducción para darle vuelo con estilo a algún momento en que sienta familiar el reclamo. 

Canciones recomendadas: 

I don´t rate you: Esta canción tiene naturalmente un ritmo para entrar en calor así que perfecto encaja como introducción para cualquier devenir nocturno que se les atraviese, de igual forma se nota la agresión y elocuencia en la voz de Simon Parfrement así que puede usarse para diferentes propósitos: reflexionar o destruirse con la iniciativa de este buen pretexto musical por delante. 

Mork n Mindy: Una de los sencillos de los que ya habíamos hablado allá arriba, en este canción podrán abordar lo mejor que nos ofrece Sleaford Mods así que sirve como buen punto de partida para iniciarse en esta banda, de igual forma la colaboración de Nomaites le da un toque fresco que abre la recepción para nuevas audiencias y nos deja una posibilidad musical de lo que podrían ofrecernos en un futuro. 

Por Armando Castillo.

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