Por Missael Delgado.

Abrirse a las nuevas experiencias, en este caso musicales, casi siempre resulta un acierto. Eso me sucedió a mí el pasado viernes 11 de Octubre en la casa de lo más under de la música en León: El Callejón

Lo que sucedió ese día fue una sacudida mental tremenda en mi ser. De las cuatro bandas que armaban el line up, solo había escuchado a una en vivo: los Astrozombies, unos muchachos borrachos y punks provenientes orgullosamente salamantinos. Las otras tres bandas, a quienes les conocía el nombre más no la música fueron Inhabitants, Grito Exclamación y Sgt Pappers.

Esa noche de viernes estaba puesta, como reza una canción del Salón Victoria. Me permití un par de cervezas, aunque ya no tomo tan recurrentemente.

 Como casi siempre, asistí solo pero saludé a varios buenos amigos musicales que la vida me ha dado. 

Y fue así, que decidir asistir después de un largo y agotador día de trabajo, para encontrarme con la sorpresa de que a mi cuerpo le quedaba más energía de la que podría imaginar. El sonido de Inhabitants entró en mi psique con la misma rapidez que la primera cerveza. Postpunk y Dos Equis Lagger zarandeando mi cabeza que no dejaba de moverse. Me alarmaba no haberlos podido escuchar antes, puesto que son originarios de Leondres, pero la ocasión era idónea, no podía imaginarla mejor.

Astrozombies y el punk rock rompieron con la poca quietud que se pegaba al suelo de la parte más oscura y recóndita del Callejón. La people empezó a empujarse y aventarse con una necesidad desbordante. El ska también sonó y el slam ocupó la mitad del espacio. La otra mitad se llenó con el sonido de las guitarras y bajo de los músicos.

En la gente se palpitaba la necesidad de más caos, más ruido y descontrol. Grito y Exclamación no solo satisficieron la necesidad sino que contagiaron la locura, como un folie á deux, el público estallaba a la par que la primera vocalista de la banda. 

Se me voló la tapa de la cabeza con tan inusual demostración de auténtica demencia musical. Cada canción era un choque eléctrico y una amenaza constante al orden natural de las cosas. Qué belleza de banda.

Cerrando la noche, el dúo de los Sgt Pappers, los cuales entran a León como a su casa, hicieron una demostración de punk letal, sin más que una tríada de instrumentos. Los desquiciados que se encontraban bajo el escenario saltaban y cantaban, con más cervezas que horas de sueño por delante y sin aparente cansancio. 

Salí de ahí en extasis y el regreso en bicicleta a casa fue más que turbulento porque aún mi cuerpo vibraba con la energía de toda esa gente y toda esa música.

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