Aprehensión.
Es increíble la cantidad de sentimientos que una persona nos puede transmitir y que a través de ella, nosotros también podemos reflejar la manera en que nos sentimos. Porque es más común que cuando la otra persona se ríe o es feliz, nosotros también riamos o nos sintamos de esa manera. Es común también, el que cuando la persona opuesta esté triste o llorando, nosotros nos sintamos con más ánimos de llorar que de reír. Sin embargo, siempre intentamos hacer sentir mejor a la otra persona por todo esto de la “solidaridad humana”.
Así es como nos damos cuenta de que la otra persona influye en nuestras vidas, ya es importante en ella y ya es parte de. Y si tú eres como yo, que cuando se da cuenta de esto comienza a temer en perder a esa persona, o que no quiere ni imaginarse entrar en un conflicto con ella, entonces, es muy probable que seas aprehensivo.
Después lo que pasa es que comenzamos a creer que no podemos seguir adelante sin esa persona. Comenzamos a verla en todas partes: en el trabajo, en las fiestas, en los amaneceres, cuando dormimos. “Empezamos a cargarla con nosotros en todas partes, en nuestro estómago, en nuestra cabeza, en nuestro corazón. Hasta que se vuelven parte de nosotros”.
Y luego, pasa lo inimaginable. Lo arruinó, lo arruinaste. Se va, te vas. De alguna o de otra manera ese lazo inquebrantable que alguna vez creíste tener, se tensa, se estira. Y puede llegar a romperse. Si no se rompe, las cosas muy difícilmente vuelven a ser como antes. “Nunca nadie vuelve por más que regrese”. El daño está hecho. Y ahora solo queda pedir que las cosas sean menos incómodas de lo que ya.
El tiempo pasa. Y cierto día de otoño, notas que esa persona ya no está, y no puedes recordarlo. No puedes recordar su aroma, no puedes recordar su risa, sus frases tan trilladas que no tolerabas, pero aún así te daban risa cuando las decía. No puedes recordar ni siquiera cómo decía tu nombre, o la forma en que te miraba. Vagamente puedes ver su rostro. Y no recuerdas cuándo fue que desapareció de tu vida. Pero ahora que lo has hecho, puedes comenzar a dejar de extrañarla.
Y en el proceso, te das cuenta. Te das cuenta de que “nadie es imprescindible pero que ciertas personas mejoran todo tan solo con estar” y que definitivamente, sí puedes vivir sin ellas; ellas pueden vivir sin ti. Y es así como comienzan a sanar las cicatrices que nos dejan. Es así como continuamos siendo felices. Comenzando a ansiar el día en que llegue alguien que sea imprescindible. Pero que esta vez, no se vaya. Y que no te deje ir.