Mi Propio Yo.

13/10/16

Todos hemos tenido esos momentos en los que —valga la redundancia— nos damos cuenta de que actuamos diferente. No solo por el momento, sino que también debido a las personas y el lugar en el que estamos. Porque todos hemos notado que dependiendo de las circunstancias en las que nos encontramos, —consciente o inconscientemente— adquirimos diferentes tratos y personalidades.

Seguro te has percatado de que como te comportas con tu madre o padre no es de la misma manera que te comportas con la persona que te gusta, o con tu mejor amigo, ni siquiera con tus hermanos u otros familiares. Y es así de sencillo, no irías con tu padre para pedirle que evite que llames a aquella persona cuando estés en estado de ebriedad. Preferirías pedírselo a algún amigo de confianza.

Así pues, puedes depender de varias personas de acuerdo a tu humor y de las ganas que tengas para realizar ciertas actividades. Por ejemplo, todos tenemos a ese amigo con el que sabes que puedes contar si estás en ánimos de salir de fiesta y él te dará al menos unas seis opciones diferentes. También puedes tener a esa persona con la que has visto la mayoría de las películas del cine o con quien preferirías gastar tu noche de un viernes comiendo pizza y conversando sobre la primera cosa que se les venga a la mente.

También, de cierta forma, prefieres poner buena música, ambientarte y conocer a toda la gente nueva que puedas y platicar sobre temas de conversación trillados cuando sales a alguna fiesta, a estar nostálgico a mitad de ella. Prefieres dejar esa nostalgia para recordar y disfrutar los detalles del paisaje en aquel viaje a un lugar nuevo para después tener esos recuerdos vívidos; intentas aspirar lo más que puedes, el aroma de la pizzería que visitaste, las obras de arte que viste y que ahora forman parte de tu galería fotográfica por si no llegaras a volver, aunque siempre estés esperando poder regresar.

Porque a pesar de saber que nos comportamos de diferente forma ante los diversos grupos sociales y ambientes, también actuamos y pensamos diferente al estar solos. Podemos encontrarnos con aquella persona que es descuidada consigo misma al estar frente a otros, pero que cuando se encuentra distanciada, ama el poder crear diversos estilos para sí misma. Existe la persona que niega el gusto a bailar y que, cuando está sola crea los mejores pasos de baile. O la persona que ama el romanticismo pero que no puede admitirlo así que sigue releyendo la misma novela por no tener con quién comentarla.

Y muchos otros no pueden tolerar esa parte que sale de su interior inexplicablemente al encontrarse sin otra compañía mas que la propia. La persona que crea arte a escondidas porque nadie ha podido reconocer que es buena en lo que hace y en lo que le gusta. ”Comete errores, le cuenta historias a su pincel y cuando el mundo por fin observa su arte, desea nunca haberlo creado. Ya que olvidó quién era en cuanto el mundo supo su nombre.” Porque hasta la persona menos creativa puede encontrar su propia fuente de ideas al estar solo y saber acompañarse. Como una vez un sabio joven dijo: “Aprende a estar solo estando contigo mismo”.

Generalmente, decidimos ser otras personas aparte de quienes somos porque nos da miedo expresarnos abiertamente. Estamos llenos de dudas e inseguridades y de el famoso “¿qué dirán?” lo cual nos mantiene encerrados en una prisión construida y cimentada por nosotros mismos. Cierto es que hay momentos para cada cosa y opinión. Pero la clave está en que cuando esos momentos se presenten, los aprovechemos y demos nuestro punto de vista tal y como es. Y no como los demás quieren que sea.

Comentario

Comentarios