Sucedió algo raro con el festival nrmal de este año, ahora que han pasado algunos días de meditación puedo definitivamente asegurarlo y no es que éste haya bajado de calidad; en realidad me ha sido tan entretenido como el del año pasado o incluso más, todo lo que podría esperar cualquier melómano para desprenderse un par de días de la rutina estaba allí, intacto, el cambio que noté fue en mí y no precisamente de aquellos que hoy en día estamos tan acostumbrados a escuchar por doquier en donde la persona sufre una superación espiritual, o de conciencia, o cualquier otro proceso similar que se les ocurra después de un proceso catártico de autodescubrimiento, no, yo retrocedí, un año de insomnio crónico, excesos y un trabajo agobiante hizo que mi percepción cambiara radicalmente, aunque con inesperadas sorpresas. El festival del año pasado lo recuerdo lineal, casi como un sentimiento que lentamente iba mutando con la música como combustible, de principio a fin fue un recorrido ininterrumpido que culminó superando cualquiera de mis expectativas, un todo que se imbuyó en mí, un recuerdo uniforme, una sensación de confort, este año todo lo percibo más errático, un zigzagueo sin orden, lapsos aquí y allá, instantes sumamente intensos precedidos por un tajante olvido, una experiencia fulminante pero lejana, es por eso que en vez de tratar de organizar esta reseña para mostrárselas como el proceso que fue voy a usar la narrativa en el orden azaroso que se va evocando dentro de mí, y justamente lo primero que se me viene a la mente es ese colorido trance que fue holy wave: la tarde mezclándose con la noche y la melodía se entretejía con esa sensación de tranquilidad de quién ya por fin se siente parte dé, en este caso ese ritual psicodélico ofrecido tan cuidadosamente por los artistas, en este momento se suelta el cuerpo y la mente y se llega a una plenitud casi palpable con ayuda de todos esos compañeros que ya se encuentran meneando el cuerpo al ritmo de la música; como árboles con el viento, descubriéndolo también o tal vez poseyéndolo ya; una ola que nos arrastra de a poco con su psicodelia al centro, la metáfora se transforma en el clímax de cualquier canción cuyos rasgueos sean excesivos abriendo el camino hasta la euforia, pura, en el centro uno siente absoluta esa melancolía con la que nos empapa holywave y de repente, imperceptiblemente, uno ya está saltando dentro de esa transición arremolinante; del ritmo hacía el júbilo, el grito, la danza, el desahogo… A holy wave los recuerdo como una marea que me conducía a esos dos rincones, con suavidad o violencia, el tiempo que duraron tocando me reconocí en esa dualidad; la tarde y la noche, la empatía y el desapego, la armonía y el quiebre.

Fenster: directos de Berlín la música de fenster también es un híbrido un poco difícil de catalogar sin usar los mismos calificativos de siempre como pasa en ocasiones con algunas bandas del nrmal, y es que no es que se encuentren en la misma frecuencia de otras bandas sino que se vuelve difícil delimitar la música cuyo objetivo es el mismo; la epifanía colectiva. Y aunque como en holy wave recuerdo momentos de intensidad en Fenster eran inducidos con más paciencia, la intención de la banda no era el contraste sino lograr con su música (también dentro del ramo de la psicodelia pero tal vez un poco más inclinada al pop pero de igual manera con sus intermitentes tintes oscuros) un equilibrio en la armonía, aquí los estruendos repentinos estaban de más, todas las canciones eran un lento devenir que bien se iban sumando en la psique, de allí su género, y era sencillo llegar a algún punto reflexivo o de abandono pero como la banda había que determinarse a ello, uno debía permitir dejarse invadir por los acordes, la voz angelical de su vocalista, las percusiones para entender la historia que se nos contaba y poder formar parte de ella en algún limbo lejano, plácido, mientras los ojos se mantenían cerrados, tratando de atrapar ese ensueño todo lo que durara.

Mueran humanos: esta banda me tomó por sorpresa, los escuché en estudio pero su presentación en vivo fue feroz, entes totalmente diferentes, sería tal vez que yo para esa altura del festival andaba buscando un aliciente que combinara con el sentimiento atroz que explotaba en mi pecho, un sentimiento artificial que buscaba donde diluirse, con éxito hallé mi lugar por más de una hora con la ‘electrónica’ transgresora de estos argentinos, el nombre no les sienta mal, enfocan ese odio por la raza humana con música contundente; con sólo un sintetizador, una guitarra y ayudados de sus letras invasivas se las arreglaron para mantener al público cautivo dentro de sus fauces sin permitir un descanso. Aunque en un principio mi plan era plantarme en la mitad de los escenarios sin darme cuenta ya estaba lo más cerca posible que pude, uniéndome con euforia a esas siluetas inquietas que cobraban aún más fuerza cada vez que las luces estroboscópicas iluminaban sus rostros; un ritual para perderse, dejar allí toda toda expectativa, agotar los dogmas artificiales tan necesarios para personas como yo. Una sorpresa que cayó como anillo al dedo como implacable introducción para lo que seguiría esa noche.

Tortoise: y para finalizar unos veteranos del post rock, los penúltimos de la noche del domingo y los últimos para mí, todo un largo tiempo de espera desde que salió el cartel por fin llegaba a su culminación, a tortoise ya los conocía de hace mucho cuando la madrugada se alargaba tanto que el cuerpo pedía una desconexión total; ellos fueron parte de esa vía que muchas veces me condujo a un amanecer conciliador. Cuando todo empezó entendí (como cada año) por qué estaba justo allí pegado a la valla, muerto de cansancio, sin recursos que me redefinieran, sin nadie conocido a mi alrededor, con la pesadez de la rutina amenazando en cada lapso de lucidez, esos minutos fueron los únicos que se mantienen intactos dentro de mí, no tener mucho a que aferrarme me facilitó desprenderme, entender por un instante esa comunión indefinible con el pasado… lo logré una vez más, aunque sé que cada día que pase lo iré olvidando como cualquier otro sueño que se diluye con el tiempo y tendré que obligarme a buscarlo en algún concierto futuro, esperando que se me permita nombrarlo de nuevo. Música cálida y lenta sin ningún tipo de pretensión, hubo momentos sublimes pero no para todos, mucha gente renunció y se marchó del escenario por qué ellos no se los proporcionaron de inmediato, una prueba, las primeras canciones fueron una hermosa prueba, melódicas de principio a fin, sutiles, y aunque ya entre los acordes y percusiones se presentía el clímax éste tardó lo justo en arribar, pudo nunca haberlo hecho y hubiera sido más que suficiente para mí, y no miento, la naturalidad de sus melodías un poco tropicales, un poco melancólicas, un poco progresivas ya me tenían con lágrimas en el rostro; los recuerdos, las ilusiones, yo, todo encajaba… Después el merecido espectáculo y el completo éxtasis; multiinstrumentistas, rotaban de aquí a allá, por momentos eran dos baterías las que retumbaban en el escenario, después el concienzudo bajo, la marimba, las guitarras, inclusive el pandero, hubo tiempo para todo, para todos. No recuerdo muy bien que hice después o a quien fui a ver pero no importaba mucho y aún ahora sigue sin hacerlo, yo ya había encontrado lo que buscaba y andaba por allí con una sonrisa en el rostro, ebrio de una inmensidad que ya se me empezaba a escapar de entre los dedos.
Éstas fueron mis bandas preferidas del festival, aunque la verdad hubo muchas más que se quedaron muy cerca pero si sigo puedo nunca acabar y ya siento que he escrito por eternidades. Como siempre este festival Nrmal se sale del esquema y nos ofrece no lo que queremos escuchar sino lo que deberíamos estar escuchando, éste es un lugar de redescubrimiento y de sorpresa y yo ya ansío estar allí el próximo año, aunque sea cansado, solo y sujetándome a una valla de metal, todo lo vale al final.

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