“Talking ´bout my degeneration…” blares as you madly spin on your heels and become a wild blur. Sadly, you are just that, degeneration. A generation that died un-bloomed. I envisioned you all as you once were, and it strikes me to the core, you´re only twenty-four.
I imagine how revolting it must be, to live life in such a manner.
I wonder if you´ve ever had a friend.
I despair, and despair I do, like a contemplation of Ozymandias “look on ye Mighty and despair!” I despair for myself.
In the midst of the degeneration I myself am there, for no good reason, again.
“There are levels of people, and he´s on another one,” they tell me as I watch your wild hair jump in time with the quickening beat.
It is the deception, that sits long and cold at the base of my throat and glides to the pit of my stomach.
I thought you, of all people, would know and understand. What can I expect?
In a room full of degenerates, grinning stupidly at each other, bravely daring to defy gravity, I intended to look only for you, but you did not want to be found.
Deception and rejection “And oh, don´t let me see you crying…”
I was starting to wonder if Cat-Boy knew how to be a friend, to convey something besides destruction and madness; if he knew how to worry and care, if Cat-Boy had a heart. Yes, yes he does.
I watch deliberately as you secretly move away from me. How about that beer? If you bring two, I’ll stay.
I´m something we all know but do not speak of. Boredom and ugliness, passive destruction, impulsive conversations. I ponder this as joyful screams fill the room, I need to leave, I cannot bear it at all, it is too sad to think of as I down my bear in one go.
I say goodbye to your friend, who, amidst his drunkenness, has turned a flattering shade of lovely red. I pull back, as you move in.
Cat-Boy is nowhere to be seen. Holy, mad, dying, decaying, wild, tender Cat-Boy. His words in my brain following a rhythm.
The beat of deception and rejection, both innate qualities I seem to possess.
I am poised on the brink of madness, suicides and passive contemplation.
…
“Talking ´bout my degeneration…” resuena mientras giras furiosamente en tus talones y te conviertes en un vaho salvaje. Tristemente eres justo eso, degeneración. Una generación que marchitó sin florecer. Los vislumbro como alguna vez fueron y me hiere hasta esencia, sólo tienes veinticuatro.
Que repugnante debe ser, vivir la vida de tal manera.
Me pregunto si alguna vez has tenido un amigo.
Desespero desespero, como quien contempla a Ozymandias: “¡contemplad, oh poderosos, y desesperad!” Desespero por mí misma.
En el medio de la generación yo misma estoy ahí, sin razón alguna, de nuevo.
“Hay niveles de gente, y él está en otro,” me dicen mientras tu cabello salvaje salta al compás del ritmo acelerándose.
Es la decepción, que se asienta fría en la base de mi garganta y desliza a la boca del estómago.
Pensé que tú, de toda la gente, sabrías y entenderías.
En el cuarto lleno de degenerados, sonriéndose estúpidamente los unos a los otros, valientemente atreverse a intentar desafiar la gravedad, yo intenté buscarte sólo a ti, pero no querías ser encontrado.
Decepción y rechazo “And oh, don´t let me see you crying…”
Comenzaba a preguntarme si Cat-Boy sabía ser un amigo, a transmitir algo además de destrucción y demencia; si sabía cómo preocuparse e importar, si Cat-Boy tenía un corazón. Sí, sí lo tiene.
Te miro deliberadamente mientras secretamente te alejas de mí. ¿Qué hay con esa cerveza? Si traes dos más, me quedaré.
Soy algo que todos sabemos, pero no sonorizamos. Aburrimiento y deformidad, destrucción pasiva, conversaciones impulsivas. Medito esto mientras gritos alegres llenan la habitación, debo irme, no puedo resistirlo todo, es demasiado melancólico pensar en ellos mientras me acabo mi cerveza en un sorbo.
Digo adiós a tu amigo, quien, en medio de su ebriedad, se ha tornado una sombra favorecedora de un delicioso rojo. Doy un paso hacia atrás en cuanto te acercas.
Cat-Boy no se encuentra por ningún lado. Sagrado, disparatado, muriendo, deteriorado, salvaje, tierno Cat-Boy. Sus palabras retumban en mi cerebro siguiendo un ritmo.
El ritmo de la decepción y el rechazo, ambas cualidades innatas que parezco poseer.
Estoy suspendida al borde de la demencia, suicidios y contemplaciones pasivas.
Por Debbie Saavedra.