Cuando escuché por primera vez a Tennyson pensé genuinamente por uno instantes que había puesto por error a Austin TV, hay algunas canciones que siguen en un principio la misma línea para después hacerse con su propio estilo bien definido; recuerdo que los monólogos pachecos/perturbadores con los que abrían sus canciones eran una de mis partes favoritas por que inmediatamente establecían el ambiente introspectivo de la canción, un argumento que nos enfilaba por páramos oníricos musicalizados con un post rock bien estructurado para ayudarnos a visualizar mejor la ficción que la banda nos ofrecía. Tal vez piensen que me estoy yendo fuera del tema pero no es así, Tennyson quiere que descubramos trasfondos similares con su música que también incluye monólogos desconcertantes aunque el género después de la introducción se aleje mucho al de Austin; ellos son dos hermanos con menos de veinte años de Edmonton Canadá que crecieron dentro de la escena con rapidez debido a que su sonido es sencillo pero directo, en la batería está Tess y Luke en los sintetizadores y se inclinan por una combinación bastante fuera de lo común entre jazz y beats. Podría asegurar que parte de su éxito se debe a que no buscan la complejidad y la sobresaturación de sonidos que muchos artistas de ‘la electrónica’ fuerzan para conseguir más seguidores, ellos apuestan a lo contrario, a un sonido manso y minimalista que en muchas ocasiones entra dentro un loop hipnótico pero que funciona perfectamente para mantener al escucha en un estado constante de trance, de igual forma bailable para quien opte por descubrirlo y tenga la paciencia para adentrarse en sus melodías enajenantes.
Adeptos a la oscuridad, inclinados a lo existencialista, ellos declaran en entrevistas que hay mucha hermosura por descubrir en estos sentimientos menospreciados y aunque su música escuchada en directo adquiere de pronto muchos matices espontáneos a diferencia de la de estudio, el esqueleto que la sostiene sigue siendo el mismo; esa insistencia por regar una sensación que ayude a la introspección y que a la par también se puede explotar bailándola hasta el agotamiento. Sin duda será una experiencia interesante confirmar cuál es el motivo qué los hace tan especiales a pesar de su corta edad, y aprovechar la oportunidad para perderse intencionalmente en un escenario que no estará tan repleto, sentir en las entrañas las melodías que estos jóvenes diestros saben conducir con aparente facilidad mientras se bebe una cerveza muy fría antes de que anochezca, y poder llegar más relajados a la aventura que conlleva el amontonamiento y el furor que producen las grandes bandas. No dejen de escucharlos y si deciden verlos por allí nos topamos en ese escenario que estoy seguro será el de la carpa para ponernos un buen divague. Chau.
Armando Castillo.