Para mi sorpresa aquella autopista que a esas horas debería estar infestada de vehículos, permanecía desierta, parecía como si nosotros fuéramos los únicos suficientemente estúpidos como para atreverse a transitar por esos caminos, mi mente estaba alerta y mis sentidos tan agudos que se podían clavar sobre la realidad que nos rodeaba, después de que aquella horrible situación se desvaneciera lo suficiente como para poder enfocar nuevamente su conciencia sobre lo que estaba pasando , ella en un tono de profundo odio me pregunto.
-¿Oye a dónde crees qué vas?
-A cabrón, pues con mi tío ¿A dónde más?
-No, ¿Sabes qué? Debes estar loco si piensas que te voy a acompañar, ¿Qué no vez hacia dónde vamos?- señalándome el horrible desgarro de los cielos que de hecho se asentaba sobre la cuidad a la que nos dirigíamos bañándola de un manto casi invisible de color grisáceo que no anunciaba nada bueno.
-Mira esta es mi última oportunidad para conseguir el dinero y la verdad no la voy a echar a perder solamente por unas nubes que probablemente lo único que signifiquen sea una tormenta.
-Entonces conmigo no cuentes para nada ahorita mismo me regresas a mi casa- No término de decir esas palabras y ya había pisado el freno a fondo, dejando las marcas de las llantas sobre el asfalto y con una mirada decidida y amenazante le dije:
-Si quieres regresarte va a ser a pie porque yo no pienso hacerlo- y le abrí bruscamente la puerta, ella asustada y asombrada no me despego la mirada, como si no se atreviera ni siquiera a imaginarse lo que sería regresar caminando, su subconsciente le gritaba a su orgullo los peligros de un viaje así y el orgullo renuente se doblegaba a su necesidad de permanecer a salvo y lo único que exclamo fue:
-Eres un pendejo-.
Aquellas palabras estaban bañadas de una sutil porción de lágrimas que por muy raro que me pareciera eran una autentica demostración de impotencia, una eterna impotencia y desaprobación que encadenaban su frágil persona a la miseria y el dolor. Una vez que probé mi dominio sobre la situación me desquité con el acelerador y volví al camino, pero no tan dentro de mi sabía que la tragedia nos había señalado ya y que nuestro horrible destino había empezado.
En la entrada de la cuidad me pareció raro que el señalamiento de “bienvenidos” estaba roto del soporte izquierdo y se recargaba sobre el piso –deben estar haciendo reparaciones- pensé ingenuamente y antes de pasar sobre aquella señalética pude ver una camioneta volteada sobre un canal seco que estaba al borde de la autopista, las ruedas aún estaban girando y pese a que toda el área apestaba a gasolina mi instinto me aguijoneo en las costillas diciéndome: ¡Ve!, Salí del carro dejando que los gritos de ella se dispersaran por el aire y me dirigí hacia la camioneta, al acercarme a lo que antes era el parabrisas y ahora era simplemente pedazos de vidrios regados por toda el área vi a un pobre ser gimiendo de dolor, su cabeza había servido de cálido martillo el cual había logrado escapar de la camioneta dejando tras de sí chorros de sangre, me arrodille sobre él y le agarre su mano en un vano intento de hacerle el sufrimiento más llevadero, rápidamente los diminutos pedazos del parabrisas se clavaron en mis rodillas pero no me fijaba en eso teniendo enfrente un dolor más grande que el mío, toda esa situación era dolor y nada más, el pobre señor de la cintura hacia abajo se había hecho uno solo con su vehículo y de sus mandíbulas hechas de metal retorcido escurrían los preciados fluidos corporales de aquella pobre víctima, una idea básica salto en mi frente y le grite a ella –¡háblale a una ambulancia!- un apretón de manos muy fuerte me hizo que mirara al desdichado y fue entonces cuando esa maléfica serie de cosas inexplicables empezaron a suscitarse una tras otra, aquel ser que debería de tener fuerzas solamente para respirar me volteo a ver con unos ojos que jamás había visto en mi vida, cubiertos en su totalidad de un negro lustroso con unas facciones de rabia que parecían querer hacerme pedazos, por un instante pude ver el fondo de esa mirada y fue suficiente para poder vislumbrar las eternas tinieblas que hierven bajo la tierra, en ese mismo momento un fuerte escalofrió toco mi nuca, como si toda la maldad del mundo hubiera rosado mi cabeza, sentí una infinidad de piquetes hechos por miles de frías agujas, si no fuera por la sangre que le escurría de la boca jamás hubiera encontrado un lubricante capaz de poder soltarme de aquellas garras de ultratumba y mis manos hubieran perecido destrozadas por aquella persona que ante mis ojos dejo la humanidad para convertirse en un verdadero demonio.
Dos prudentes pasos fueron comandados hacia mis débiles piernas, el miedo había tomado mi estómago y mis testículos quitándole toda la fuerza a mi ser mientras aquel horrible ser con una fuerza en los brazos que estaba fuera de esta dimensión empujaba la mitad de su cuerpo que no estaba prensada fuera de aquella tumba de metal, como si no le importase perder la otra mitad de sí con tal de llegar hacia mí, y los gritos no puedo olvidarlos, su voz era tan profunda e infernal que sus cuerdas al igual que su boca se desgarraban cuando emitía aquellas horribles notas, con la poca fuerza que me quedaba me abalancé sobre mi carro y pálido como una vela, al borde del llanto arranque como nunca antes lo había hecho.
-¿Qué paso?, ¿Dime qué viste? Me gritaba ella contagiada de mi colapso nervioso y en un acto sobrehumano entre saliva, lágrimas y desesperación salieron disparadas mis palabras.
-¡Cállate chingada madre! ¡Cállate!- Ella herida por aquellos gritos se dedicó a llorar profundamente.
Fuego muerte y destrucción rodeaban lo que antes era una ciudad que acababa de salir de la mediocridad para unirse al falso progreso cantado en una monótona procesión por buitres dirigentes y representantes de este violado país, las calles llenas de negras cenizas, los arboles chamuscados y algunas casas humeantes al borde del derrumbe nos daban la bienvenida, sentíamos como si un monstruo nos hubiera tragado y estuviéramos presenciando sus roídas entrañas. Poco a poco envolvía mi cuerpo el sonido más grabe que jamás había escuchado, parecido a la rica gama de sonidos que deja un rayo, algunos de una frecuencia tan baja que el limitado oído humano solamente nota su presencia cuando hace vibrar las paredes y las ventanas, aquella horrenda sinfonía iba creciendo al punto en el que mi visión rebotaba de un lado a otro dentro de mi cabeza, parecía que mis ojos iban a tronar, en el éxtasis de aquel trance mis gritos se fundían con los gritos de lo que parecían mil leones en cada oído y después, silencio, obscuridad y nada más, me encontraba en el limbo del desmayo.
Me había convertido en un feto de 25 años el cual las tinieblas servían de matriz, desnudo y vulnerable me encontraba en los rincones más olvidados de mi mente, hibernando, esperando a que mi cuerpo se encontrara listo para recibir la luz de la conciencia nuevamente, aquella chispa encarnada se encontraba viviendo tenuemente y gradualmente iba incrementando su fulgor. No sé cuánto tiempo estuve en ese trance pero una vez que salí de él , mis ojos fueron nuevamente enfocando la horrible visión que se encontraba frente a mí, a pesar de que aún me encontraba en el auto sentí un frío terrible acompañado de un miedo sobrenatural, empecé a toser, sentía algo rasposo en mi garganta, algo parecido a unos largos cabellos y en efecto eso era lo que tenía atorado, al sacarlos vi con horror que estaban pegados a un pedazo de cuero cabelludo que de un bocado había tratado de tragar, al tallar mis ojos con mis manos vi que las tenía llenas de sangre y excremento, pero lo peor de todo fue que al voltear al asiento del pasajero vi a la que antes era mi novia, sin vida, con la cara desfigurada desnuda y golpeada, al ver que el pedazo que había sacado de mi boca coincidía con una mordida que tenía en lo que antes era su linda cabeza y ahora simplemente era carne magullada salí de carro y me tiré al piso aullando de dolor, llorando mi alma entera, asustado, como recién nacido traído al mundo volteaba a mi alrededor y parecía que el más profundo de los infiernos se había elevado demasiado, temblando lleve mis hediondas manos a mi cabeza y pasándolas sobre mi cabello lance unos gritos terribles, si mi mente se hubiera convertido en mi cuerpo yo no fuera más que una asquerosa plasta de humanidad. ¿Qué estaba pasando? ¿Cuáles horribles fuerzas fueron las responsables de ese acto grotesco el cual ni 100 años de vida degradante hubieran sido capaces de compararse? Porque algo estaba claro en ese mar de obscuridad, Yo no lo había hecho, tal vez mi cuerpo fue la herramienta que se utilizó para esos actos demoniacos, pero mi voluntad había sido apartada por un operador maldito que proveniente de un extraño universo colectivo emergió hipnóticamente de las cavernas de mi subconsciente hasta llegar a mi cerebro, desatando lo más siniestro en mí, por muy extraño que parezca las respuestas fueron gradualmente llegando, este había sido un crimen el cual había dejado pistas indelebles en mi alma, el infierno cósmico finalmente había encontrado un acceso a nuestra tierra mediante el túnel de la hipnosis, después de unos años me daría cuenta mediante ese mismo método que parte de nuestra humanidad había sido delicadamente tocada por las furias ancestrales que habían estado dormidas en los vacíos más temibles del cosmos y finalmente habían sido despertadas para hacer pedazos al hombre en los rincones del todo, nuestro planeta es el fruto más preciado que nuestra galaxia pudo haber concebido, la flor más hermosa del jardín universal, aquella que ha sido bendecida con la conciencia y esta maldad quería arrancar y marchitar todas las flores de todos los jardines de esta infinita dimensión, aplastar la conciencia y la bondad donde quiera que se encuentre, porque ¿Quién soy yo para asegurarle querido oyente que nuestra conciencia es la única que flota en el espacio?.
Regresando a la realidad pude observar que no podía ver a 2 metros más allá de mi nariz, todo estaba cubierto de un humo denso, en el cual lo único que podía observar eran cúmulos de fuego distantes , el cielo parecía más negro que nunca, mi primer impulso fue correr con todas mis fuerzas, quería alejarme lo más posible de ese horrible acto que permanecía guardado adentro de mi auto, no corrí ni un minuto cuando resbalé y caí a un canal y después de unos buenos tragos de agua estancada logré salir con mucha dificultad pisando las piedras resbalosas de la orilla, lo único que hice fue esconderme en unos arbustos que en ronchaban mi desnudo cuerpo, ahí permanecí lo que pareció ser una semana pero en realidad fue una hora, solo, acompañado de mis miedos tiritando de frio, lo único que quería era ese eterno descanso que me librara de la odiosa fricción que hacía mi moral al chocar con mis remordimientos, una tormenta sin fin reposaba sobre mí, me encontraba a la deriva con rumbo fijo directo hacia la agonía y el arrepentimiento. En posición fetal, con los ojos violentamente cerrados y apretando mis dientes me encontraba en mi guarida, el amor propio y la cobardía no me dejaban terminar con mi existencia, los recuerdos cortaban sobre heridas, horribles imágenes mordían la fina capa de mi cordura, empecé a recordar algunos sucesos sin importancia de mi vida, mi estancia en la secundaria, la última comida con mi familia, etc. Reía, lloraba, deseaba y extrañaba, danzando ágilmente por todos los estados que un ser humano experimenta cuando su mundo se viene abajo. Si nuestra mente se encuentra al borde la muerte, recurre a todas las emociones posibles, como si las quisiera experimentar por última vez, haciendo un recuento para no olvidar tan fácilmente que se sentía estar en esta dimensión, del dolor insoportable pasamos a una risa desesperante para luego encontrarnos dentro de las fauces de la frustración dando paso a una rabia inhumana para terminar por donde empezamos con un violento llanto resultado de un sofocante dolor, el eterno ciclo de la tortura etérea, por alguna razón todas esas ilaciones de pensamientos sumergidos en la lógica y el vacío de mi universo resultantes en la palabra etérea me recordaron una convención de superación personal a la que había ido hace un año aproximadamente donde un terapeuta no recuerdo bien su nombre, nos había dicho a los pobres seres introvertidos deseosos de una vida social y de un poco de calor humano sentados en aquella sala exhalando pasiva y tristemente nuestra presencia, que la mayoría del dolor en nuestras vidas provenía de sucesos traumáticos ocurridos en el pasado y al recordarlos nuestra energía bajaba y nos creaba una debilidad que se manifestaba en dolor en nuestro cuerpo. Tenemos que pensar menos y evitar que nuestra mente se meta en nuestro cuerpo, dejando que nuestro templo hecho de carne se repare así mismo, el sabe cómo –decía el- un punto de vista muy interesante, realmente me había dado un enfoque nuevo de ver las cosas, desde niño siempre estaba en mi mente, viendo historias, creando un futuro y ya más grande examinando el pasado precozmente, naturalmente mi coordinación no se desarrolló eficientemente provocando que los deportes fueran una verdadera tortura, todavía recuerdo la primera vez que deje de pensar al menos por tres segundos, mi vista se despejó totalmente y era como si le hubieran quitado un manto a mis ojos, mi ser entero abrazaba la realidad , me sentía muy cómodo estando en mi cuerpo, sentía cada parte de él, después de ese lapso de claridad un pequeño destello en forma y visión asaltaba mi intelecto y sedándome poco a poco mi mente se adueñaba de mi por completo otra vez, Ahora recuerdo las palabras de aquel maestro anónimo:
“La causa número uno que siempre he tratado con mis pacientes es el dolor, ya sea físico o emocional pero ¿De dónde viene todo eso? En nuestras vidas tenemos nuestro cuerpo, mente y espíritu que forma un triángulo por así decirlo, y nosotros como individuos debemos estar en nuestro cuerpo, en nuestra inteligencia física y en nuestro mundo físico, la mayoría de los que viven con dolor o insatisfechos con la vida reciben en sus cuerpos influencias negativas provenientes de su espíritu y su mente así que mientras más lógicos y listos sean, sus mentes amarrarán más fácilmente a sus cuerpos y estarán viviendo con dolor, así que necesitan alejar su mente y su espíritu, como si fueran sus mejores amigos, ¿A ustedes no les gustaría tenerlos cerca todo el tiempo verdad?”.
Entonces abrí los ojos y me di cuenta que es lo que tenía que hacer, ¡Era tan simple! ¡Eso era!, tenía que tratar mi mente como lo que es, un mayordomo al cual según la situación lo ameritara había que poner a trabajar o a descansar porque si está en servicio cuando no es necesario, estorba y complica todo, me decidí y mediante un rápido ejercicio mande a mi hiperactivo mayordomo a descansar, inmediatamente mi vista se despejó y una breve calma rodeo mi cuerpo, aún luchando con ese inmenso miedo que trataba de dominar me paré lo más que pude y una idea asaltó mi mente: ¡Sobrevivir! Salté hacia las fétidas aguas del canal que parecía como si hubieran sido evaporadas dejando todo el sedimento en la superficie y logré salir de ahí, corrí desesperadamente y mientras más lo hacía más se despejaba el aire al punto en el que pude tener una sólida visión de mi alrededor. ¿Acaso no es esto lo que siempre había querido? ¿Escapar a mi desdichada vida mediante el apocalipsis? Tengo que confesar que esa fantasía siempre estuvo clavada en mi mente germinándose poco a poco hasta que por razones ocultas se había materializado en esta condenada tierra, después de esa pequeña reflexión mental seguí avanzando por una calle que a lo lejos parecía dar a una gran avenida, por ambos costados lo único que encontraba eran casas incineradas y obscuras que en ciertos momentos se perdían con lo negro del cielo y que algunas partes resaltaban gracias a las pequeñas llamas que todavía nacían de ellas, a mitad de esa cuadra mientras corría como un solitario y hambriento lobo me encontré dos jardines por ambos lados laterales de la calle y al ver en las profundidades de aquellos tétricos lugares recordé unos bellos jardines de mi infancia a pesar que estos parecían más cementerios que lugares recreativos, pero no dejando que esa metiche entidad etérea tomara el control de mí mismo seguí adelante logrando llegar al final de la cuadra y al principio de una gran avenida que debió ser la principal de esa ciudad debido a su magnitud, lo que vi no vario mucho del paisaje sepulcral de siempre, apenas un pequeño pensamiento de desaliento iba tomar control de mi corazón cuando decidí alejar mi mente y seguir adelante, después de pasar un monumento en forma de un antiguo cañón me topé con un gran arco de granito el cual bloqueaba la vista a lo que era sin dudas una visión muy particular, y esa era la de un gran hospital en perfectas condiciones, la blancura de sus paredes contrastaba hermosamente con lo desolado de la ciudad, pareciera como si hubiese permanecido inmaculado ante las horribles llamas que habían consumido por unos instantes la tierra, con una esperanza floreciendo en mi corazón me dirigí corriendo hacia aquella imponente estructura no sin antes notar una camioneta de valores volcada con el copiloto todavía amarrado a ella gracias al cinturón de seguridad , lo único que se me vino a la mente en ese instante fue: “armas, ropa”, solamente un idiota pensaría en dinero antes tales circunstancias.
Con una aguda precaución lentamente me acercaba al vehículo y cuando estaba lo suficientemente cerca escudriñe a los alrededores buscando algún tipo de amenaza, una vez que el terreno parecía estar seguro trepe por el cofre hasta la puerta del piloto la cual abrí y ante mi estaba un cadáver con la cabeza hinchada y los globos oculares fuera de sus cuencas, al instante mi cuerpo se contrajo y sentí una garra de hielo apretando mi tibio corazón, llene mis pulmones y como si me fuera a zambullir a una fosa me adentré a aquel grotesco escenario dispuesto a desnudar a aquel muerto, apoyando mis pies en la puerta del copiloto me incline para poder quitar el cinturón de seguridad, apenas rozando ese pedazo de carne que para nada me recordaba a un ser humano, mientras me armaba de valor para cargar a esa pobre víctima, sin notarlo todavía, algo se estaba acercando hacia mí y solamente hasta que traspasó mi agudo radar fue cuando noté una presencia al momento que sentí un fierro caliente en el pecho, voltee y mi adrenalina se disparó cuando vi al compañero del guardia flotando en la entrada del vehículo, parecía como si una mano invisible lo estuviera sosteniendo, con los ojos rojos como dos puntas de incienso con movimientos erráticos empezó a hacer un sonido gutural bastante repugnante hasta que encontró las palabras adecuadas y con unas voces que vibraban en un tono fuera de este universo me dijo:
-Pensaras que somos muchos pero somos uno solo, huesos, carne, sangre y dolor; tu raza fue maldita y hecha para sufrir, las heridas de la madre de ustedes todavía no cierran cuando de nuevo… ¡Arrastrándonos y arrastrándonos desde el caos más allá de esta dimensión, donde tu flama encarnada por los mayores será olvidada! ¡Aullando desde las entrañas de las tinieblas, deseosos de poseer lo que ya fue nuestro!
Pálido y en shock escuchaba su mandíbula quebrarse y sus huesos romperse cada vez que hablaba y gritaba, sus palabras rancias y viejas como recién salidas de una cueva antigua me desgarraban el alma, al estar ante una presencia tan malignamente inmensa me sentí atómicamente diminuto, pero cuando esa horrible criatura se abalanzo ante mí, sin quitarle la vista de encima alcancé a tocar un artefacto que a la visión de mis manos les pareció una escopeta y sacando fuerza y rapidez de otros reinos la sostuve, apunté y disparé, volándole el cráneo en pedazos, mis ojos todavía vírgenes ante el fuego se cerraron y lo único que sentí fueron sus tibios y podridos líquidos salpicarme la cara y su inerte cuerpo abrazándome, pequeños impulsos nerviosos de esa cosa rebotaban en mis costillas, rápidamente lo tomé del pecho apretando su camisa y lo saque de la camioneta, salí de la manera como una criatura se abre paso entre las entrañas de su madre, gritando y llorando embarrado de sangre. Tan pronto estaba fuera empecé a escuchar unos enormes lamentos que bajaban del cielo y me rodeaban, todo se tornaba más siniestro y obscuro, mi alma se agarró profundamente de mi ser presa de un incontenible horror cuando recordé el trance del cual no hace poco había salido, así que rápidamente agarre el cuerpo decapitado por el cuello de su camisa y lo arrastre corriendo hacia aquel santo hospital, vidrios se clavaban en mis pies a medida que corría, pero apenas y los sentía, mi cuerpo entero temblaba y lo único que estaba en mi mente era llegar, aquel edificio dejo de ser hospital y se transformó en templo una vez que estaba en su interior, después de algunas zancadas aun en el pasillo tiré el cadáver y empecé a desnudarlo rápidamente.
Por Kanko