Cómo convencer a alguien de que vea una serie de animé hoy en día cuando es inevitable el estar rodeado de estigmas que de antemano ya minimizan la experiencia, ser objetivo se ha vuelto un ejercicio de veinticuatro horas; y en el caso de cualquier serie animada es difícil considerarla con la seriedad que muchas veces ésta misma ofrece porque no deja de ser una caricatura, y a las caricaturas sólo las ven los niños, peor aún, los denominados ‘otakus’, un término que de entrada no sólo infantiliza a la persona sino que ya se le han sumado tantos adjetivos calificativos de sobra que proclamarse uno requiere una carga considerable de valor, o bien, un desinterés total por la opinión ajena. ¿Y porqué?, cuál es la razón entonces de que esta subcultura de abyectos siga existiendo o inclusive expandiéndose día con día, la razón es muy simple, la trama de las historias que nos ofrece la animación no sólo es increíblemente variada sino que en ocasiones tan compleja y profunda que lo que piensen los demás inmediatamente se delega a segundo plano, tal vez unos lo esconden mejor que otros pero el hecho de seguir consumiéndolo (aunque sea de closet) no los hace menos fanáticos.

Evangelion está dentro del rango de esas series que se han vuelto tan populares que no hay quien no reconozca a alguno de sus protagonistas, se ha parodiado hasta el cansancio y seguramente lo primero que se les vendrá a la mente mientras leen esto serán aquellos preadolescentes en trajes de colores muy ajustados, eso y robots, nada nuevo ni asombroso, al contrario sin contexto debe ser una serie de imagenes recurrentes de las que ya estarán hartos.

Pues bien, lo que pretendo aquí es motivarlos para dar un paso más allá de la primer y desgastada apariencia de esta serie, que aunque no deja de tener marcados elementos que vienen definiendo a la cultura de animación japonesa desde hace décadas, sí es la primera que tomó el riesgo de adentrarse en el desarrollo emocional y sicológico de sus personajes hasta niveles que rayan en lo surreal, digamos que el autor intencionalmente construyó una fachada con un canon lleno de robots y monstruos gigantes, que atrajera una audiencia específica para progresivamente ir desplegando una trama que iría mucho más allá de las frívolas batallas por salvar a la raza humana, y no es que éstas falten, pero el verdadero protagonista aquí es la crisis existencial que surge de estar sobreviviendo a lo que pareciera una inevitable extinción, y sí, Neon Genesis Evangelion se da en un escenario post apocalíptico en donde lo que resta de la humanidad se defiende con los pocos recursos qué hay a su alcance de estos invasores denominados como Ángeles.

Para empezar los pilotos no son exactamente el estereotipo de personaje con el carisma y el coraje de sobra al que nos han acostumbrado, en todos los capítulos vamos viendo las consecuencias sicológicas que acarrea tal responsabilidad y como va mermando con su estabilidad mental, la primicia parte y se desarrolla de este punto y no viceversa, el fin del mundo empieza dentro de uno y después hacia afuera, tomar una decisión tiene peso y consecuencias, equivocarse aquí significa perderlo todo y muchas veces los protagonistas elegirán perderse ellos mismos en su lugar. En aquel entonces cuando se estrenó la serie hace casi treinta años hacer que los personajes pasaran por tan intrincados procesos emocionales resultaba innecesariamente dramático (misma razón por la que eventualmente se volvió de culto), pero hoy en día será mucho más sencillo identificarse con el extenso listado de estos estados mentales por obvias razones, aclaro de una vez que esta serie no busca romantizarlos de ninguna manera; como mucha de la ficción que se crea, ésta surgió como una necesidad para mantener a raya la profunda depresión por la que pasaba en aquel entonces su autor Hideaki Anno, no pensada para la posteridad sino más bien cómo un ejercicio para desahogarse, desde ese lugar construyó la historia e irla presenciando es también ser un espectador indirecto de cómo la salud mental de Anno iba fluctuando, el trasfondo podrá ser tremendamente directo en ocasiones pero siempre honesto, y así como se trata la desesperación más profunda la trama también nos ofrece la calma que generalmente la precede, un recorrido paralelo entre el fin del mundo y la voluntad que siempre se antepone inclusive frente a lo irremediable de la existencia.

Entonces, no sólo verán un intrincado proceso evolutivo de cada uno de los personajes, la historia que los mueve también está sumamente cuidada, repleta de simbolismos que toman prestados de muchas y diversas culturas y religiones usados con el único fin de avivar la controversia que siempre ha envuelto a la serie, pero que dentro de la mitología de Evangelion cumplen con otro significado que se alimenta a sí mismo sin la necesidad de usar el recurso barato de la herejía: entonces, los ángeles han despertado y uno a uno se acercan a la ciudad Tokyo-3 que es de las últimas ciudades de la humanidad en hacerles frente, después de que la población se diezmara considerablemente cuando ocurrió del denominado ‘segundo impacto’ (aquí no daré mucho spoiler para que la vean sabroso), estos seres son tan poderosos que obviamente se necesitaba algo de su mismo calibre para combatirlos, así que se crearon esta serie de ‘robots’ que no son otra cosa que clones de estas mismas criaturas con armadura dotadas de un alma humana, es por eso mismo que sólo pueden conducirlos estos preadolescentes, por el vínculo que se crea entre el alma y el piloto aunque estos no estén tan convencidos de querer ser precisamente el último bastión de defensa que tiene la humanidad, la circunstancia obviamente los orillará a librar estas batallas encarnizadas pero como decía arriba desgastándolos emocionalmente mientras avanza la trama, cada ángel que se acerca aprende del que fue derrotado y la forma de conseguir su objetivo se vuelve más refinada con el paso de los capítulos, más astuta y psicológica, poniendo a prueba las debilidades de la mente humana e intentado consumirla desde ahí, conforme se va llegando al final la historia se va llenando de tantos matices tanto visuales como semánticos que los últimos capítulos podrían considerarse una obra de arte de lo surreal y de lo abstracto si se les ve de manera independiente, pero que poseen una muy intrincada coherencia que no necesariamente se descubrirá a la primera vuelta; en ésta lo importante tal vez sea sacudirse el estigma, ser espectador y sorprenderse con los misterios que tanto enriquecen a la historia, en la segunda pasada ya es más válido ponerse más crítico e intentar escudriñar en cada detalle hasta dar con una teoría propia, y en la tercera ya será inevitable estar viendo lo qué hay más allá, la metaficción, descifrar lo que realmente nos produce la obra, lo que vimos reflejado dentro de nosotros, eso que nos llevamos de aquella ficción en la que nos permitimos participar.

En fin no sé si ya estoy escribiendo bajo la subjetividad de ser un fanático empedernido de la serie, pensar que tendrían que verla tres veces puede que sea demasiado; por otro lado puedo destacar que la obra es intencionalmente compleja, en ocasiones con excesivos diálogos y tecnicismos, y que no deja de arrastrar modismos de la animación japonesa que seguramente incomodarán a varios (el humor se vuelve soso en algún punto y se sexualiza demasiado a sus personajes), mi consejo, cómo ya lo figurarán, es no dejar que estos momentos definan la serie, un trabajo de casi treinta años que trasciende los clichés satanizados que más de uno odiarán del animé y que incluye una serie de veintiséis episodios, dos películas y las cuatro adaptaciones de los ‘rebuilds’, que son largometrajes hechos en el transcurso de esta década y que hace unos meses pusieron un punto definitivo a la serie, aquí encontrarán una versión mucho más aterrizada y con mucho más presupuesto que hace que la muy particular visión de Anno se desborde y cobre vida en hermosas secuencias de acción, escenarios oníricos y por supuesto plasmando la complejidad a detalle de los estragos mentales de los protagonistas.

Una historia que aunque no lo crean es de amor, de la voluntad humana capaz de trascender cualquier barrera por imposible que esta parezca, la pérdida y la resignación, la muerte y la posibilidad de un nuevo inicio, la soledad que aunque irremediable se puede compartir con alguien, pero sobre todo Evangelion nos habla sobre la aceptación propia que debe trascender el estigma ajeno, con todo y las dolencias que irremediablemente cargamos, la tristeza que pareciera no cesar, detrás de esto siempre hay fuerzas para ser mejor, primero con uno mismo para partir de ahí. Una obra para estos días de incertidumbre, que indudablemente les provocará algo, y que no deberían dejar de pasar la oportunidad de descubrir qué es.

Por Armando Castillo

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