«Eso no es sangre vas a espantar a la gente, es catsup»; le dijo el Hooligan a Joserra en su última aparición en los protagonistas de Alemania 2006. Doce años ya pasaron desde que el Hooligan destruyó su último set de televisión junto a su toro «pajarito», y es que en aquel momento no vislumbrábamos que ese sería el final de una era en la televisión mexicana.

Si bien en Beijing 2008, Sudáfrica 2010, Londres 2012, Brasil 2014 y Río de Janeiro 2016 adoleció de la ausencia del contradictorio pero respetado José Ramón Fernández en la pantalla de TV Azteca, sus transmisiones cumplieron en la medida con lo deportivo. También en este espacio de tiempo hemos visto como Televisa se ha ido cayendo de la gusto del espectador a pasos agigantados. Podrán preguntarse de qué estamos hablando, pues nada más y nada menos de que la televisión abierta mis queridos espectadores millenials, eso que a lo que su papá le grita los fines de semana, ahí estuvo el nicho del entretenimiento de la gente los últimos 40 años.

El público ahora se queja de los problemas de contenido en internet y servicios de streaming así los tradicionales medios de comunicación. Siendo más precisos es lógico preguntar cómo pasamos del humor trabajado de Don Andrés Bustamante a «el compayito» albureando a Toño de Valdés o como explicar los sketch faltos de ingenio y llenos de vulgaridad y prosaicos guiones de «El capi» Pérez, si bien hace años la televisión abierta en México cayó en un vacío creativo es bueno hacer una reflexión por qué ese es el contenido que llega a la mayoría, si lo que les ofrecen no es bueno la gente poco se esmerara en hacer mejor las cosas y así en un círculo, como bien dijo Azcárraga Milmo: “México es un país de una clase modesta muy jodida, que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil.” Pero lo que le faltó agregar fue sin contenido que lo invite a superarse y salir de su realidad. Se terminan las transmisiones de Rusia 2018 extrañando el humor de «Ponchito» y regresando a nuestra triste realidad.

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