Qué se puede decir de esta banda que no se sepa de antemano ya con la enorme trayectoria que se han armado en veinte años; veinte años de convertir un proyecto que en aquella época parecía inaudito y sinceramente, desde mi humilde opinión bastante inexperta de aquel entonces, perecedero, cómo es que una banda supuestamente inexistente podría mantenerse después de su álbum inicial, cómo iban a ser lo conciertos, cuál sería el trasfondo de los personajes, muy a pesar de que su álbum homónimo fue para muchos de nosotros una revolución musical en aquel entonces (un parteaguas para empezar a apreciar otros géneros) no me podía sacar esa idea de la cabeza. Menos mal que Damon Albarn es un jodido y genio y ya tenía previsto el futuro de estos personajes virtuales (y sí es que lo fue construyendo sobre la marcha pues creo que aún merece más mérito) y por supuesto, la música que los iba a ir formando, dándoles de apoco todo este enorme trasfondo que hoy en día han conseguido, un universo propio tan complejo tanto musicalmente como narrativo que se ha vuelto un monstruo que está rompiendo con los paradigmas estereotipados de lo que debería ser una banda musical y de como la audiencia tendría que escucharla.

Pues bien, tener la suerte de estar en una de sus presentaciones es ver y sentir en carne propia todo ese esfuerzo que los ha llevado a ser uno de los mejores grupos del mundo; la tremenda pasión que dejan en el escenario se contagia y es de lo más sencillo perderse en la euforia de sus notas conjuntas, una orquesta repleta de raíces tan diferentes que ir viviendo su evolución en el escenario es un arte por sí mismo, la destreza para cohesionar tantas visiones, la empatía para hacernos vibrar, saltar, gritar o bien sumirnos en una nostalgia tan conciliadora en cuestión de minutos es honestamente estremecedora, aún recuerdo la noche de ayer y se me llena el pecho de sentimientos encontrados, sentimientos que ni siquiera sé explicar con claridad, una mezcla entre el amor por todos esos instantes que me ligan a sus canciones y una fe implícita en su mensaje que de alguna forma ha trascendido a la banda, a Damon, a Jamie, se sintiera quizá como una capacidad para conectarnos unos con otros, la unión implícita entre culturas, entre ritmos, entre géneros, entre formas de pensar sólo con la música y de allí extenderse individualmente para que uno pueda ser un poco mejor en su entorno, más capaz para sobrepasar esas supuestas diferencias con las que nos gusta separarnos.

Ayer hubo un recorrido bien armado entre sus seis álbumes que se sintió eterno y aún así insuficiente, intercalando emociones entre una canción y otra, abrazos entre lo miembros que sonreían y brincaban por todo el escenario, discursos emotivos de despedida, anécdotas de la gira, Damon siendo esa persona que guiaba con el corazón en la mano a todos esos integrantes que desfilaban dejándolo todo allí con una pasión que en ningún momento dejó de notarse, un tributo hermosísimo a Ibraim Ferrer ‘el compay segundo’ con la canción Latin Simone, baile, lágrimas también cantando con todo el pulmón canciones que compartíamos con personas que ya no están pero que se sentían tan presentes mientras sonaban por todo lo alto los instrumentos, para mí será una noche que espero nunca olvidar, por la compañía con la que tuve la suerte de compartir este momento y por las fuerzas que Gorillaz me prestó para creer y seguir adelante, una dosis de fe que creía pérdida por un cinismo malacostumbrado, un recordatorio de que podemos hacer cosas maravillosas, experimentarlas también, sólo hay que tener la determinación de no perderlas de vista.

Por Armando Castillo

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