El vacío, hace unos días aprendí de nuevo que no hay nada de malo con estar vacío aunque perseguir ese concepto ya nos esté alejando de aquello que realmente es; lo único malo aquí sería no intentar llenarse con la desesperación habituada de esta época, no traicionarse así mismo buscando darle forma a esa evocación tan terriblemente inalcanzable, la repetición desgastada de la felicidad, el error sería no dejar cada gramo de pensamiento, de sentimiento y presentimiento en esta carrera que mientras más efímera se nos muestra más codiciada se vuelve, más duele y más nítida pareciera, como si la contradicción fuera el motor que nos orillara a matarnos persiguiéndola, el error aquí sería no darse cuenta que ni siquiera este ‘todo’ tan aparentemente basto es incapaz de llenar algunos vacíos, y que al contrarío nos arrebata lo poco que tenemos, una derrota con tantas facetas para los que estamos acostumbrados a creer ciegamente en ese descenso que nunca nos falla; los que creemos en el silencio, lo fugaz, la destrucción, el absurdo y la carcajada que a la par los va combatiendo. No hay nada de malo con darlo todo, lo malo aquí es pretender que sólo por esto el vacío no vendrá con seguridad cada noche, y que cegados por la impotencia no lo usaremos con insistencia para lastimarnos, el contraste afilado que inquieta en la madrugada; el equilibrio es una virtud que no cualquiera alcanza. No hay tampoco nada de malo con dejar de quererlo todo, abandonarse, de permitir rodearse de ese supuesto vacío que pareciera que es lo único que algunos nos llena por dentro, casi rozando lo efímero: un libro viejo, luz a medias, una canción que apenas se escucha, un gato ronroneado, el canto intermitente de los insectos, el humo del cigarrillo que juega traslúcido por todo el cuarto, vaciarse y no saberlo, desaparecer con la noche. No hay nada más, no hubo y no habrá nada más, sólo un instante sin significado que no perdurará pero que aún así será más real que cualquier invención que acostumbramos desesperadamente a construir con la claridad terrible del peso de la derrota nocturna.

Por Guner.

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