El día del hinpnosis amaneció nublado, completamente gris; y desde que partimos no pude evitar relacionarlo con un buen augurio, el sol se asomó poco y mientras avanzábamos las nubes se oscurecían, se iban cargando de agua para coincidir con una de las mejores experiencia musicales del año, después de la edición pasada se formó una comunión bizarra que funciona bien a mi parecer; el agua, la psicodelia, el lodo y el ascenso rodeado de un bosque que también se movía al son del viento, la neblina, la lluvia haciendo más fácil la catarsis con la experiencia, sacándonos de nuestra zona de confort, haciendo el camino hacia la lucidez más sencillo, el contraste y la libertad de entregarse a él. Este año llovió más todavía y sería muy sencillo concentrarme sólo en eso, pero la verdad es que aprendí de la edición anterior a ir más preparado y genuinamente lo disfruté de principio a fin, en ocasiones cuando la música me conducía hacía algún clímax levantaba la cara al cielo y dejaba que la lluvia reforzara esa metáfora de ‘limpiarse’, sentir la pureza paralela y soltar la carga. El festival muy bien, cerveza fría y espumosa, comida variada incluso para el ‘munchero’ más atascado, un bosque al rededor y sólo dos escenarios en los cuales concentrarse hacían de la experiencia algo muy sencillo de disfrutar; pero sobre todo los exponentes, cuidadosamente elegidos para ir elevando la sensación de desprendimiento que causa la música en la psique, con géneros que se podría decir que no son tan convencionales, más enfocados en la experimentación de las sensaciones que provocan que el perseguir un patrón específico y desgastado; es decir que es ideal para todos aquellos que están persiguiendo ese viaje interno, este festival es sin dudad el mejor camino musical para encontrarlo.

Todas las bandas aportaron de una manera muy a distinta a la otra, el hipnosis sabe ir sumándolas para darnos la experiencia que perseguimos, no sé si estoy siendo el más objetivo pero creo que es más importante que les ofrezca mi versión dictada por el sentimentalismo que intentar hacer algo frívolo; mi objetivo a fin de cuentas es convencerlos para que se animen a deleitarse en esta aventura temática de la que estoy seguro sacarán algo ventajoso por más escépticos que les parezca en un principio, es un deleite para los sentidos que no pueden dejar pasar. Llegamos un poco tarde a pesar de que partimos temprano por algunas circunstancias fuera de nuestro control y otras no tanto (como pararse en más gasolineras de las necesarias por atorarle a la cerveza desde temprano) y no llegamos a ver a Tajak; unas fieras de la distorsión ubicados en CDMX cuya progresión llega a un clímax que escapa a cualquier encasillamiento que no sea el de ‘revienta-cerebros’, los vimos hace poco en León y no nos cabe ninguna duda que se merecían estar en ese escenario y en muchos más incluidos, claro está, aquellos fuera de los linderos nacionales, a donde sí llegamos fue directo la telaraña bien filamentada de The Holydrug Couple, desde Chile y con el reflejo de ese ímpetu patriótico con el que se está luchando en su país dieron una presentación que se enganchaba con rapidez; guitarra, batería, y un ‘synth’ que ambientaba de fondo fue suficiente para conectarnos en el trance colectivo, sentir las vibras en la sangre junto con la cerveza que subía lenta mientras la lluvia se convencía en caer, después de ellos subieron al escenario Crumb de Nueva York, chicos que apuestan todo por la suavidad; todos sus elementos nos conducen a la soltura del cuerpo y del pensamiento, sobre todo la voz de su vocalista Lila Ramani; el agua que ya caía se arremolinaba en las cabecitas redondeadas por los impermeables y la psicodelia tenue hacía lo suyo dentro de éstas, una banda que se alejó de cualquier anticipación y que ya sea en vivo o en estudio es una buena opción para dejarse caer con suavidad a ojos cerrados dentro de la melodía, ahora, creo que una de las grandes cualidades del hipnosis es exponenciar cualquier expectativa que se tenga, hay un trasfondo severo en la selección de bandas para buscar trascender año con año y Kikagaku Moyo es el perfecto ejemplo de la calidad que se impone el festival para logarlo, una banda japonesa que sin pretensiones abre la puerta para enseñarnos una vertiente de lo que se ha convertido la psicodelia en esta era; una experiencia de una hora que nos reviraba a décadas que no vivimos pero sosteniendo la misma intención imperecedera, una revolución que se recibía de buen gusto de la mano de un folklore japonés que constantemente mutaba, extraviándose de manera sublime entre requintos alargados y evocaciones que inundaban el pecho con sentimientos que aunque emulábamos eran igual de auténticos, los cinco integrantes conseguían una comunión que avanzaba de forma tan natural y los minutos faltaron para reinventarse con todos los estímulos que nos ofrecían, que tomábamos, que inducimos, que usábamos para entender el mensaje; una banda que me gustaría escuchar de nuevo, dos, tres, decenas de veces, cuando terminaron las vibras se perneaban con la humedad y todos sonreíamos bobamente, sin entender muy bien todavía que había ocurrido. Escribiré de dos bandas más, no me mal entiendan, disfruté de principio a fin este estival pero sí sigo así seguro me reviento unas cinco cuartillas y en mi caso no es para menos, de alguna forma recuperé esa genuina devoción por sentir la música después de este fin de semana y aún conservo esas ansias que me preceden por plasmarlo, pero bueno, siguiendo lo dicho me concentraré en The Claypool Lennon Delirium; como fan de Primus estaba contando los segundos para liberar la locura, aunque sabía que no sería para nada parecido (y por supuesto no lo fue), de nuevo, desde la primera nota se fue construyendo esa corriente que nos arrastraba a los sonidos que refinaron la escena psicodélica, esta vez con una afán más progresivo como con el que solía tentarnos la vieja escuela para conducirnos muy lentamente a un clímax de notas explosivas, de lo menor a lo mayor para apreciar cada parte, con entremeses hermosos provenientes del bajeo virtuoso de Claypool y solos de guitarra del mismísimo hijo de Lennon y Yoko Ono (de allí el nombre de la banda), mas a lo beattle que a lo primus para mi gusto pero al final sublime de todas formas, me quedé un poco ansiando esa explosividad pero el par cedió protagonismo para llegar a un punto medio y revolvernos la conciencia desde allí, un espectáculo que ameritaba sacar la cabeza del escondite y sacudir la cabellera, sentir el aire, el aullido de la masa viviente que vibraba con esa conjunción que se encontraba bien en lo alto para ir climatizando la noche, dar y encender el delirio, empujarnos para lo que vendría.

No sé a qué lugar me conduzcan estas palabras pero quiero empezar diciendo que el concierto de Stereolab fue uno de los mejores que he presenciado en bastante tiempo, he tenido la fortuna de ver bandas muy buenas al pasar de los años, pero no sólo es eso, me refiero más a ese tipo experiencias que te sacan a la fuerza del lugar común que uno se va construyendo hacia otro donde todo tiene más sentido, o tal vez momentáneamente deja de tenerlo, y es que no sé si coincidió el lugar, el clima, la hora, el talento sin comparación de la banda, su experiencia, las canciones específicas que tocaron, yo mismo y las circunstancias, pero para mí la presentación fue exactamente lo que necesitaba sin siquiera saberlo; Stereolab es una banda inglesa que cuenta con una treintena de años de existir, que ha cambiado su agrupación en varias ocasiones, algunas de manera trágica (como la pérdida de su segunda voz Mary Hansen en un accidente vial) y otras no tanto, y lo que en estudio se escucha como una combinación de electrónica que en ocasiones raya en lo ambiental, con una combinación angelical de voces afrancesadas a la Jane Birkin, y obviamente con sus habituales intermisiones a la psicodelia con sobrada elegancia, en vivo se convierte en una monstruosidad sonora ejecutada con precisión y un chinguero de energía; esperaba relajarme de todos los estímulos que había estado acumulado pero en cambio me encontré desbordándome con todo lo que sentía, me orillaron con rapidez bastante lejos del límite en el que creía que me encontraba; la voz de Mary Hansen sonando con todo en los altavoces en el interminable tributo que le ofrecen en cada concierto, insustituible, y los integrantes ya un poco viejos pero nunca cansados sin dejar caernos, allí estaba intermitente la tranquilidad que buscaba, sí, pero siendo transformada con cada segundo, con cada nota en algo irreal, llegando a una diversidad de extremos reservados únicamente para sus interpretaciones en vivo, había allí una rara combinación que sinceramente no sabría explicar con claridad, era estar bailando, dejándolo todo en esos alargamientos que no sabían detenerse y a la par sentir la cuchillada repleta de melancolía bien clavada en el pecho; la voz y los teclados contradecían el estruendo psicodélico con una sincronía que se escapa a mis definiciones, sólo sabía sentirlo y sólo hice eso por hora y media, no había siquiera interés en definirlo, sólo el sentimiento, la meta del viaje la vislumbrábamos y la carga ya estaba muy lejos arrastrada por el agua, todo lo demás fue sonrisas permanentes y una que otra lágrima que también se llevó la lluvia.

Por Armando Castillo

Comentario

Comentarios