Acostumbrarse a esta serie fue complicado al principio, como todos los que recién la ven, pensamos que la broma radica en el simple hecho de presenciar un universo en donde animales antropomorfos conviven con humanos; esta primicia nos hace creer que la serie nos llevará por tramas absurdas y superficiales, desconcierta por el contrario que desde el primer capítulo ya se detecta un afán por profundizar en todos los personajes a pesar de que en su mayoría son animales parlantes, y nos hace dudar de cuál es el verdadero propósito de esta serie; justo en este punto es fácil abandonarla al no cumplir las expectativas trasgresoras que otros dibujos animados ofrecen desde el primer minuto, seguirla viendo a partir de aquí se vuelve para algunos un ejercicio de obstinación por escudriñar en los diferentes aspectos de la serie, que aunque no deja de poseer un perfil cómico su trasfondo se va volviendo más real, episodio con episodio es más sencillo irse reflejando en ellos; una vez acostumbrándose a esto también lo hace uno al particular humor que los escritores manejan; ellos prefieren partir desde la compleja identidad de los protagonistas hacia la circunstancia, y no al revés como otras series en donde constantemente hay un factor externo que pone a prueba al protagonista.

Después de experimentar con la primera temporada uno se acostumbra y se vuelve adicto a la progresión de la historia, absolutamente cada acto en la trama tiene repercusiones y esto se vuelve muy interesante de observar, a la par de todas esas obsesiones que van construyendo y diferenciando a los personajes. A pesar de que todo esto suene tedioso Bojack Horseman puede llegar a volverse bastante cómica si uno tiene el sentido del humor un tanto retorcido, sobre todo si hay la costumbre de reírse del absurdo, de las cuestiones existenciales y nuestra impotencia al resolverlas nunca completamente, y este guión sabe muy bien señalarlas e irlas exponenciando de manera ligera (por lo menos al principio); de esta manera concluye la primera temporada, mediando entre un humor negro bien escrito y un extraño sentimiento de crudeza, pero sin lugar a dudas construyendo su propia categoría mientras avanza, sí algo caracteriza a Bojack Horseman es que no hay nada parecido y creo que con eso es motivo suficiente para darle una oportunidad.

Después avanzar por los por las diversas temporadas los acontecimientos van sucediendo de forma tan progresiva (no habrá spoilers aquí sólo un sentimiento generalizado) que en algún punto la serie inclina su balanza a ese existencialismo que con mucha habilidad se había mantenido sólo como un subtexto, habrá momentos en que sin darnos cuenta esa crudeza se apoderará de la trama, de los personajes y por supuesto también de nosotros, y es aquí cuando se pone en duda por segunda vez si es una serie que estarán dispuestos a ver en este específico momento de su vida, porque con toda la sinceridad del mundo esto no se irá atenuando, al contrario, su genio reside en que a pesar de ser una caricatura retrata de manera muy fiel los momentos más oscuros que una persona de carne y hueso podría tener, continuar con cada temporada es irse enfrentando con demonios que se van manifestando a la par de los acontecimientos (claro sí es que los hay o sí es que alguien está buscando reconocerlos) hasta llegar al agujero mismo; ese es precisamente el objetivo de esta serie, ver a nuestro protagonista en los momentos más ruines y deprimentes porque su propósito así lo exige, el por qué es una pregunta que me costó responder, ¿por qué alguien crearía una serie así, por qué alguien la vería en primer lugar?, pues bueno, después de analizarlo mucho llegué a la conclusión de que es por el simple hecho de que es necesaria, por redundante que esto suene; en mi caso y estoy seguro que el de muchos espectadores se volvía insufrible ver algunos capítulos porque había momentos en donde todo se tornaba tan real, y a pesar de esto continuaba viéndolos con el sentimiento desbordado e incluso recurría a ellos cuando la tristeza regresaba; esta serie es necesaria no sólo por la perspectiva que nos plantea, no sólo para que uno se compare con la ficción que nos ofrece, tampoco es en su totalidad porque nos identifiquemos con algún personaje y su visón de las cosas o porque sea un constante recordatorio de eso que fuimos o que no podemos dejar de ser, es necesaria porque nos ofrece un confort que es difícil de encontrar en otras partes, tal vez uno que no sabemos buscar, nos habla directamente a todos aquellos que de alguna u otra forma hemos sufrido de esta clase de bajones, no sólo es un retrato de la depresión hay una intención constante por disiparla, de intentar demostrarnos qué siempre habrá una salida no importa la circunstancia, ni cuantas veces hallamos fallado, ni la poca consideración que nos tengamos a nosotros mismos, siempre habrá una oportunidad para intentarlo de nuevo, seguir, y es por eso mismo que esta serie es tan necesaria, es por eso que debe conducirnos por todo este proceso intencionalmente doloroso porque sólo allí uno se puede identificar con toda el alma e idealmente sufrir esa catarsis conjunta. No la recomendaría a alguien que esté buscando algo más ligero, por ahora, no hay distinciones sólo momentos muy particulares para verla, pero sí a las personas que en este momento sientan un vacío que en su vida de cualquier tipo, seguramente no será la respuesta pero es muy buena opción para sentirse acompañados mientras ésta viene.

No puedo irme sin decir que la última temporada es la más intensa pero también la más hermosa y compleja que he visto en mucho tiempo, caricatura o no los últimos tres capítulos hablan de la genialidad de todo el equipo que armó Bojack Horseman y que hacen que cada capítulo que nos llevó ahí haya valido la pena, el cierre es tremendo y entre risas y consternación éste es un viaje que alguna vez en su vida deben aventurarse a tener; llenar un poco más el agujero cuando el vacío se sienta bien profundo, hallar en el camino todas todas esas fuerzas que cuesta tener para redimirse, ser mejor.

Armando Castillo

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