Hubo mucho controversia en esta edición del Nrmal, ya saben, Flying Lotus canceló en el último momento y las bandas que se presentaron se redujeron considerablemente en comparación de otros años y como es costumbre al calor del momento es usual ver por nuestros propios intereses sin analizar con calma el panorama completo; justo ahora estamos en una época difícil para los festivales y no sólo por la pandemia a nivel a mundial que se ha desatado en estos días sino porque ya hay tantos y en todas partes con nombres que inmediatamente incitan a la congregación en sus carteles que se vuelve difícil mantener una identidad alternativa sin perder concurrencia, aun así a pesar de que yo no había asistido en un par de años en cuanto estuve ahí se sintió reconfortantemente familiar; era obvio que no iban a dejar que un artista de la talla se Flying Lotus anduviera allí por el mundo dando conciertos en las circunstancias actuales y como ya deben saber esto no es algo aislado, ya está afectando la industria musical en todos los niveles y por un tiempo va a empeorar, como espectador no hay mucho que hacerle sólo intentar ver el panorama general sin encapricharse; Flying Lotus no estuvo pero tuve la suerte (junto con todos los que asistieron) de ver y escuchar bandas que particularmente tienen mucho que ofrecer dentro de sus respectivos géneros, muchas cosas pudieron haber cambiado por las infinidades de circunstancias pero esto en el Nrmal se mantiene, y es un gusto saberlo y experimentarlo con plena conciencia o bien tomando por sorpresa; en esta edición no iba tan preparado como en otras, he aprendido a disfrutar también el momento y la música con la admiración de cada instante y funciona; descubrí artistas muy interesantes que me llenaron de muy diversas emociones por turnos y los que ya conocía superaron por mucho mis expectativas, había olvidado que lo que hace único al Festival Nrmal no es sólo todo lo que lo compone sino la sensación de dicha que provoca el haber presenciado algo que no tiene comparación, esta curación de aristas que siempre proponen, sean muchos o pocos, está seleccionada precisamente para transgredir nuestra comodidad sonora y es por esto mismo que este festival es tan importante; no es lo que queremos escuchar sino que lo que deberíamos estar escuchando. A continuación mi visión de cuatro bandas del festival.

Belafonte Sensacional: Aquí en el medio somos bien fanáticos de Belafonte desde que los escuchamos hace años en una tocada de disfraces en Querétaro, y aunque sabemos que ya hemos escrito bastante sobre ellos nos llena de felicidad ver en el monstruo que se están convirtiendo, que son ya; desde mi humilde opinión los veo como una de las bandas que levantó de nuevo aquel sonido que ya sólo sobrevivía en las calles de la gran ciudad, el movimiento urbano que siempre va mejor combinado con la noche, con botella y cigarrillo en mano; lo han sabido matizar de mil maneras, experimentándolo de todas las formas posibles, a gritos o en baladas, de cualquier manera hay algo auténtico detrás que conecta, que nos hace querer destruirlo todo o sentarse en un rincón a disfrutar esas letras y melodías en alguna madrugada quieta con el sentimiento latiendo a flor de piel.

Bea 1991: Ésta fue una de las artistas de las que no tenía idea alguna de lo que pasaría después, aún así esperaba en primera fila y con su introducción intencionalmente pausada cada vez iba aumentando más y más mi curiosidad, dos chicas uniformadas totalmente de blanco tomaban su tiempo para introducirnos en una atmósfera aún desconocida pero con sutiles vistazos de un pop electrónico que se avecinaba; por un lado una de ellas se encargaba de alimentar experiencia visual con extractos de vídeos de todo tipo, Lucciana de Colombia, y por otro ‘Bea 1991’ le daba a la consola elevando los ritmos hasta conducirnos magistralmente a una explosión colorida de sonidos; ni de cerca me lo separaba pero mejor así, sí pop, sí electrónico pero también tremendamente suave y bailable, con una gama de sonidos que progresivamente me hacían sentir un buen soul pasando incluso por un new age reinventado que funcionaba perfecto para introducirse con facilidad en el sistema, una experiencia a ojos cerrados que espero repetir sin dudas ya con la suerte haber escuchado a esta talentosa artista holandesa.

Wand: lo primero que pensé en el momento en que Wand salió al escenario es que tenían una vibra muy noventera que de inmediato se imponía, pensé que estaría escuchando una variación experimental de grunge y en ciertos momentos puede que así fuera, ahora que lo pienso la intención de esta banda de Los Ángeles tal vez fuera partir de lo más clásico, alejándose de la estridencia que suponía con claras e hipnóticas tendencias de shoegaze, intérnanos con suavidad en el propósito y después reagruparse sin prisa con más violencia después de un recorrido que nunca dejó de sentirse nostálgico; un paseo por una década que marcó tanta tendencias veinte años después, de un extremo a otro sin dificultades, mi parte favorita fue el irme integrando sin saberlo en su intención progresiva de reventarnos con un final altamente destructivo, el viaje terminaba y en conjunto llenaba de energía ver que todos se unían para darle fin a la presentación con movimiento violentos de cabelleras y los brazos en alto, conmemorando el recorrido en el que pudimos coincidir.

Juana Molina: Tengo apenas un par de años que me hundí en el mundo extravagante de esta argentina, que aún no sé porque razón no se ha viralizado el tremendo talento que se carga, esta presentación fue sin duda muestra de ello con creces y mucho más; la música de Juana Molina es una oda continua a la experimentación, siempre está presente esa intención por encuadrar de tal manera los sonidos alejándose cada vez si le es posible de las formas tradicionales de composición, un carnaval de colores, pero con tendencias a reinventar su particular visión dentro de diversos géneros por momentos, canciones o álbumes seguramente por el mero gusto de hacerlo; explicar todo lo que escuché esa noche sería desgastante, hubo un momento en donde decidí ya no intentar diseccionar lo que ocurría a mi alrededor y me sumergí por completo en su música y de verdad me alegro por qué sólo así se puede llegar a ese climax en donde no se sabe con seguridad que está pasando, pero se siente tan genuinamente gratificante que no hay necesidad de saberlo sólo de llevarlo aún más a su límite, soltarse por completo y sin exagerar eso fue para mí Juana Molina, una sensación de bienestar y felicidad generalizada: folk, psicodélico, avant-garde, ambient, no les miento hay partes en donde incorporan punk y doom sin perder la línea de su estilo, esta mujer tiene una visión enorme y la calidez con la que lo comparte con el público, la conexión tan notable que tiene con sus músicos y un visible amor por hacer música es lo que la convierte en una artista que está dentro de su propia categoría, de culto por decirlo de otra forma, sino la han escuchado ojalá puedan hacerlo pronto para que estas palabras no se lean tan desorbitadas; como decía allá arriba, el Nrmal no es sólo un festival es esto que siento una semana después y que ayuda a darle sentido a lo que yo hago o falta por hacer a pesar de que por ahora el panorama musical luzca tan oscuro.  

Sé que hubo muchas bandas muy talentosas que quise haber incluido; a Fumata no los alcancé a ver porque el camión en el que venía tardó horas varado en la carretera pero sé que son una fuerza imparable que pronto estará sonando bien fuerte por todo el país, y a Bush Tetras a las que sólo pude escuchar por acomodarme lo mejor que pude para Juana Molina y no quisiera narrarles una experiencia a medias, lo único que sí puedo decir es que es una banda que bien podría representar al punk femenil y sus ideales en cualquiera de las épocas por las que han tocado sin demeritar ni un poco el poder y el talento de su música. Nos vemos ahí seguro en el siguiente año, gracias Nrmal.

Por Armando Castillo

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