Hace una par de semana fuimos a cubrir el evento organizado por Mundo Sombra, una gira de tres días por algunas ciudades de Guanajuato con algunas de las bandas que han ido moldeando la escena estatal, haciendo esto desde cualquier escenario en el que se les permita tocar, mientras, en el proceso van puliendo su estilo cada uno por separado pero creando una comunión que ha sabido balancearse, que aquel día fue fácil comprobar; lo que vimos ese fin de semana no sólo fue un despliegue de fraternidad entre artistas y asistentes, también fue un festejo entre líneas de por fin poder retomar lo que se quedó forzosamente detenido hace un par de años, y creo qué no hay mejor manera de combatir la frustración que convirtiéndola, compartiéndola, sintiéndola de este lado, revertirla sacudiendo el cuerpo hasta el cansancio con acordes nativos de diferentes nostalgias.

El callejón es un foro que siempre ha facilitado esa conexión, sobre todo ahora que podemos darle un significado diferente al experimentar la música en vivo; está de más decir que la combinación superó las expectativas, por mí parte no sólo fue darle vida a esa nostalgia sino también pude presenciar de primera mano y en primera fila la evolución de estas bandas y redescubrir la manera en como se traduce el enajenamiento de esta temporada. 

Empezando el recorrido, con un grupo de músicos invitados para musicalizar y abrir el panorama, sorpresivamente ya había gente preparada para recibirlo y nuestro primer encuentro en el escenario fue una versión intencionalmente híbrida del post-punk y la neopsicodelia, desde Australia pero con obvias recurrencias a la narrativa nostálgica hispana Tangelo nos dio una corta pero concisa premisa del sentimiento a seguir aunque con un estilo muy particular, éste sería el trasfondo nocturno, los muchos caminos que inevitablemente nos arrojarán al mismo lugar, un proyecto nuevo que está terminándose de desarrollar en las entrañas del estado y que mezcla los tiempos tradicionales intercalándose entre la euforia y la calma sin perder el discurso,  el desencanto y la música que produce y envuelve a la vez.

Capitán Vorbeck subió al escenario, desplegando una presentación nocturna que le abriría el paso a una función repleta de duetos, minimalista en integrantes pero hábilmente conscientes de las escalas y su efecto conjunto, intercalándose con prodigio para ir construyendo la progresión; tal vez no era el sonido elíptico que de alguna forma definiría al cartel pero la intención era la protagonista y cómo ya había escrito, lo importante era dejarse llevar, y mientras estuvieron en el escenario igualmente se palpaba el sentimiento de resistencia junto con la nostalgia repentina de cuando se sueltan las cuerdas y se van silenciando los instrumentos, un post-rock con rasgueos pesados, completamente instrumental, que aunque ascendente no nos dejaba alejarnos mucho de la zona devastadora, lo cual iría sirviendo para ir calculando los estragos tan necesarios que le exigíamos a la noche.

Inmediatamente después de calibrar los instrumentos para abrir otra vereda en el viaje, las notas se interpusieron lentas pero con destellos de la explosión repentina que nos esperaba después, primero una necesaria introducción de ‘el día en que yo muera’ de Celaya quienes hacían uso del spoken word para darle un énfasis literal a la devastación, con versos que lindaban con esa zona oscura que las notas señalaban, bajo y guitarra, la voz con delay y los espacios que se iban reduciendo para liberar progresivamente el caos melódico y preciso del final, que se ayudaba del contraste para rematarnos y dejarnos sedientos de más música y de cerveza bebida directa del envase de caguama.  

Delinquere en la lista y para estas alturas ya resultaba más cómodo soltarse y aprovechar los entremeses para escarbar hacia el centro, la camaradería se notaba y también los persuasivos efectos de la noche, no importó mucho cuanto haya tardado en empezar esta banda irapuatense porque el ambiente se restableció con la vibración del bajo, y si no los han escuchado el trance que nos ofrecen es inmediato, también post-punk pero crudo y directo, sometiendo la sincronización sobre la metáfora, conduciendo esa transgresión desinteresada por facetas, dedicándole todo el tiempo a remarcar cada una de sus partes, y haciendo que en cada vuelta sea más difícil mantenerse sensato, inmóvil, sobrio.

Casi para terminar y en la parte más filosa de la madrugada los invitados estelares provenientes del DF, la decena trágica es un nombre que fuera de sus denominaciones históricas emula de muy buena forma el sentimiento comunal de estos días, y no sólo eso sino que obviamente hay un contexto musical detrás que ayuda a conectar el concepto e incluso darle un significado paralelo, allá fueron el transcurso de los diez días en donde se derrocó a Madero y acá la consecuente temporada a la cual no le hemos dado un final; de igual manera esta dupla de guitarra y bajo cumple con los requisitos necesarios para darle nombre a su particular tragedia, hacerla nacer desde dentro con su música, técnicamente son unos maestros para mantener la claridad bien dimensionada, y es un post-punk que sin dudas se inclina más a los sonidos urbanos que enriquecen la autodestrucción, y entre notas sirve para situarnos en un sofocante panorama de concreto, con todo y con qué no los conozcamos bien de este lado, la música nos presta, y la devolvemos y lo que importa es el proceso, compartir un lugar en el cual caer, y con la decena trágica no hubo problema para hundir bien la cabeza mientras el cuerpo se azotaba en el slam.

Y bien, para finalizar una de las bandas cumbres de León, que han sabido alimentarse dé y desde la sombras, Inhabitants también es un grupo que eligió el post-punk como lugar de partida, clásico y demoledor, en un momento en donde la escena cotidiana elegía delegar estos sonidos a los lugares y personas acostumbrados, lejos de los reflectores, salir de aquellas delimitaciones artísticas no fue sencillo pero el que no quisieran hacerlo para enriquecer la escena en dónde se formaron fue irónicamente lo que los hizo crecer para volverse una banda representativa del género en el estado, como siempre sucede cuando hay una buena corriente, la travesía consta en apropiarse del sonido y hacerlo natal, y después de varios años, el ritual florido y las letras ya son bien conocidas; ahora del otro lado estamos apunto de descubrir los frutos de la transición con los sencillos que vienen, conocer a la banda en la que se han convertido en este proceso, ensanchar la brecha, aprendernos esas nuevas canciones de la única forma que sabemos, en vivo, apunto de dejar las frustraciones diarias envueltos de la marcha melódica, la oscuridad de algún foro bien conocido y unos buenos golpes en el slam.

No hay mejor manera que concluir esta crónica nocturna que admitir que ha sido un gusto ser testigo del proceso, éstas son las algunas bandas que iniciaron simultáneamente cuando empezó mi viaje de reportero, y presenciar en lo que se han convertido no sólo me de orgullo sino que también le otorgan más lucidez a mi propósito, aquel día me sentí en casa de nuevo y en lo único que me permitía pensar entre canciones es ese lugar que ya se entrevé, la música que viene, que poco a poco y con todo y los estragos ya va nombrando a esta época.

Armando Castillo.

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