*Fotografía de portada: David Barajas.

Hace días la banda de Mengers estrenó nuevo sencillo, un año después de que saliera ‘Golly’, que no sólo se volvió uno de los mejores álbumes del under en español del 2021, sino que sirvió para abrir una puerta definitiva para todos esos artistas que buscan no comprometer su creatividad con la distribución de sus trabajos, un triunfo monumental para la escena actual que ya venía terminando de definirse después de años de angustioso e incesable trabajo para que se les reconociera dentro de la industria, sumándole a esto los años de inactividad de la pandemia; el resultado al final fue increíble, por un lado se llenaron de nuevos seguidores que no dudaron en adoptar y reconocer los atributos sanadores de un buen fuzz y por otra parte culminaron su estilo, algo que a la banda le costó años no sólo de ensayos sino también andar de gira de un lado a otro, de ciudad en ciudad; en una de estas tantas tocadas en León pudimos escucharlos, conocerlos y de ahí para adelante nos volvimos testigos asiduos de su proceso por hacer crecer y compartir su música, y cómo no, nos da mucho gusto que hayan llegado a este punto.

RAM pareciera el parteaguas de una nueva época, aunque también complicada, delimitar lo que sigue sin perder la esencia y ofreciendo a la par algo nuevo debe ser difícil, pero acá se les nota despreocupados, el fuzz y los platillazos por delante; el ciclo en el que ahora nos envuelven se siente más progresivo y hay pauta al principio para ir procesando la gama de sonidos que se van adhiriendo en cada vuelta, cuando las notas encajan lo que se presentía toma forma, la atmósfera se torna turbia, el eco industrial resuena, la estática y la guitarra nos invitan al caos y la letra por supuesto hace lo suyo para incentivar esa desesperanza: ‘Yo ya no sé si resistí y si lo sé estoy muerto, si queda en mí vida sólo me queda incendiar’. Cómo es costumbre en Mengers la canción nos da vueltas, la primicia es arremolinarnos con los instrumentos sin descanso, turnándose protagonismo en cada ciclo pero sin dejar de girar y arrastrarnos hasta la última nota, una pieza cruda pero que en lo personal disfruté bastante y estoy seguro funciona a manera de introducción para señalarnos lo que vendrá en las siguientes canciones: la musicalización de un apocalipsis tecnócrata, la destrucción de la rutina a base de guitarrazos, el fuzz y los platillazos como excusa para aventarse con ganas al remolino, estamos ansiosos por escuchar todo eso que vendrá.

Por Armando Castillo

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