Es difícil posicionar en una década especifica el sonido de donde toma inspiración palacio infantil para lograr construir esa atmósfera ‘vintage’, que dicho sea de paso no sólo sirve como punto de partida sino que también imbuye el paisaje de todo el proyecto; en mi caso me transporta a un etapa ambigua entre los setenta y ochenta, a un lugar con alfombras cafés y paredes con mosaicos de madera, lo cual ya dice mucho de la habilidad de este compositor para reinventarse en esta zona precisa de la evocación colectiva, porque todas esas subjetividades apuntan a lo análogo, al ruido, a la nostalgia incomoda de una década a la que nunca pertenecimos y lo fresco (en contraste) que se escucha en este apego por ‘lo antiguo’, ya a estas alturas en donde los géneros más que ayudar, estorban.

Sobriedad precaria’ es el nombre de este sencillo de palacio infantil, los teclados abundan y persisten, la letra por su parte nos va narrando de los martirios de resistir y de soltarse en los efectos del alcohol, esa batalla permanente en la que uno nunca se encuentra totalmente satisfecho, y mientras, la melodía vuelve esta lucha interna mucho más interesante, inclinándose diría yo, por la inevitable y gloriosa destrucción del ser; la última parte de esta canción nos sugiere esto, la atmósfera repentinamente se detiene, para transformarse abruptamente en un descenso más explosivo, pero sin abandonar los parámetros que la precedieron, la voz se vuelve más gruesa e imperativa y en conjunto los sonidos aprietan para irse intercalando, una canción distinta, que decide partir y sostenerse en otro plano, pero sin perder esa tensión contemporánea de que todo lo que la constituye podría cambiar en un instante: redefinirse entre la excesiva saturación o en un prolongado silencio, lo que sea más prudente para el proceso creativo, para el sentimiento en turno, para la sobriedad precaria.

Por Armando Castillo

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