Hablar de The Cure, en una reseña es remitirse forzosamente al gigantesco legado que han dejado en la música en sus pasados casi cincuenta años de trayectoria, objetiva (y claro, de un sin fin  de formas subjetivamente) se les considera emisarios de un sonido que no dejaron de conducir hacia terrenos inexplorados en el transcurso de estas décadas, en donde la intención sonora no siempre prevalecía optimista, sino casi todo el tiempo, lo contrario, pero sin perder una particular ambivalencia que los hacía saltar de un extremo a otro a su antojo: de la desolación más absoluta, al amor que con la misma pasión la sustituye, una dualidad de la que se apropiaron y que se fue volviendo histórica, y a la par un ícono cultural que nunca dejó de dirigirse hacia otro lugar que no fuera dentro de ellos mismos, encontrando de paso muchos adeptos que alejándose de lo impuesto podían coincidir en ese agujero en común, en donde al final del día la oscuridad los cobijaba por igual a todos.

Songs of lost world, es antes que nada una despedida anunciada, musicalizada, con dedicación y dolorosamente autoimpuesta, un álbum que no sólo dice adiós definitivamente a los fanáticos que han estado en todo el camino, a los que se han ido encontrando en algún punto de este recorrido, sino también a los escenarios, a las giras, a componer y a escribir música; dando el paso hacia lo incierto, sí, una muerte simbólica de donde se le vea pero no por eso igual de real, y aunque no es otra cosa que un nuevo comienzo para ellos, uno bien merecido, para los que quedamos de este lado no sólo es un instrumento para ir ahondando en la nostalgia, es también un parteaguas para entender lo que viene con este punto y aparte, el fin de una era y la sorpresa inminente de lo que se avecina, de lo que ya se ha estado haciendo con ese legado, el mundo sin The Cure, y este último esfuerzo para darle coherencia a este viaje después de toda una vida de ir anunciando su final, un final que sólo podía imponerse con una tajada profunda y dolorosa, y obviamente inspiradora también.

Y bueno, después del contexto ya bien conocido, que nos queda, sin toda esta parafernalia histórica que carga, pues bueno Songs of the lost world, sigue siendo un álbum único por sí mismo, uno que intencionalmente apuesta por un minimalismo progresivo, una purga entre el ambient y gótico, pacientemente instrumental, con letras que acuden intencionalmente tarde para rematar  con la incisión de una narrativa ingeniosamente desesperanzadora, sin un rastro de porvenir, con la incertidumbre conduciendo y destrozando el barco en el proceso. Y eso es absolutamente hermoso, porque contradice todo lo que estamos acostumbrados a escuchar, a sentir, a reconocer siquiera en estos tiempos en donde las devastaciones propias deben mantenerse convenientemente a raya.

Entonces sin el peso de estos años igual nos queda un himno para alejarse un rato de la búsqueda, observar al vacío, un zarpazo irónico en confidencia para todo eso que se queda después; lento, muy lento eso sí y totalmente opuesto a cualquier tipo de movimiento ‘up beat’, ocho canciones y ocho formas de lidiar con el inminencia del final, dándole prioridad a que el sonido sea el principal interlocutor de este sentimiento, desde serle fiel a la oscuridad como único y sincero acompañante, como en ‘All I ever Am’:

‘I think too much of all to come,

of how it will be after I give up.

My weary dance with age and resignation moves me slow,

toward a dark and empty stage,

where I can sing the world I know.’

O tener la suerte de compartirla en el inminente ocaso cómo en ‘Nothing is forever’:

I know, I know,

that my world has grown old,

and nothing is forever,

I know, I know,

that my world has grown old

but it really doesn’t matter,

if you say we’ll be together,

if you promise you’ll be with me in the end.

Estas serían mis dos canciones a elegir en este álbum para recomendarles, para que empiecen su inmersión en este álbum que seguramente figurará en los mejores del año, y aunque aparentemente contradictorias estas versiones terminan convergiendo en el mismo lugar, el silencio definitivo que las precede, ganándose un lugar con otras obras imperecederas despedidas como con el ‘black star’ de David Bowie o el ‘you want it darker’ de Leonard Cohen, o bueno eso sí ellos y el mismo tiempo permite juntarlos otra vez. Sin más, aquí el sencillo que elegí y de paso también el álbum para que no pierdan ni un segundo más en buscarlo, y empiecen a experimentarlo de una vez.

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