Por Armando Castillo
Belafonte sensacional abre las puertas para mostrarnos a dónde se dirige la vereda de esta nueva temporada, una que sin discutirse coincide en un lugar en donde el abatimiento colectivo predomina, sí, pero también las inherentes y maravillosas formas con las que decidimos mantenernos en pie, en el confort arrebatado de compartir sensaciones; este sencillo ‘negro soledad’ marca desde la introducción un parteaguas, bien decididos a agarrar vuelo desde el agujero, con el dolor floreciendo pero acompañado perpetuamente de una melodía para convencerse de la profundidad de la noche y sus contornos casi invisibles, guiándose enteramente por la cumbia y los versos rebajados, que bordean el habla, ahí donde la voz se resigna y el dolor le da una entonación casi endemoniada, casi queriendo encarnarse dentro de uno mismo.
Mientras, la trompeta hace su arremetida, ya vamos presintiendo en esta canción que los rincones inhóspitos de la ciudad vuelven a ser los protagonistas, a la par del sonido de la lluvia que aunque nos toca inventar inevitablemente se hace presente, la música se eleva y la súplica detrás de la voz del ‘profe’ Israel Ramirez se vuelve nuestra para bordearla con algún recuerdo personal, no faltan pero seguramente tampoco sobran, aquellas madrugadas con vaso en mano y mirando por la ventana como algunas de las gotas se iluminan al caer por el faro pálido de la cuadra, esperando (y no queriendo a la vez) que llegue la mañana.
Un nuevo parteaguas de Belafonte Sensacional, uno para bailar bien apretado y aventajarle (por un momento) en pareja al olvido, o conformarse y hacerse compañía de las formas que vaya tomando la soledad; mientras el órgano y el güiro van meciendo el cuerpo con lentitud y la garganta, en cualquiera de los casos, se va adormeciendo por los tragos de alcohol.
Sin más, aquí les compartimos ‘negro soledad’, una canción a la que le sacaremos jugo en lo que ‘el destroy’ se revela en su forma completa, impredecible seguramente pero estoy seguro lleno de contrastes, documentando no sólo la destrucción de uno mismo sino también de todo lo que se fue, nada más por el júbilo de a averiguar qué queda después.