Recién he apagado lo que escuchaba en el celular, como siempre que me siento a escribir; pero esta vez sonrío: justo pausé la reproducción de aquello sobre lo que escribiré ¿una reseña?, ¿una semblanza?, ¿una recomendación? Una carta de amor.

Querido Puentes:

Ha estado lloviendo desde anoche junto a mi ventana y el jardín amaneció con el verde pajizo de inicios del otoño. ¿Recuerdas hace un año, por estas fechas? Me hablabas de tus andanzas en Toronto y de que nos viéramos en Morelia; se terminaba el futbol, pero notaba en tu voz cómo te apasionaba el futuro de la duela que ya venía, totalmente distinto, decías. Yo te escuchaba desde el otro lado del mundo, con los buenos días, buenas tardes y buenas noches confundidos todos, y me hacías sentir más cerca de casa.

Me acuerdo bien cuando nos conocimos, en ese paseo de bicicleta, saliendo de la refinería. ¡Cómo me abordaste! Pidiendo a civilizaciones más allá de nuestra Tierra que no nos dejaran olvidados. Risa nerviosa, pues qué te contesto. Normalizar la marihuana, continuaste, a todos los niveles; y ¿qué piensas de la maternidad responsable y moderna? Wuo, wuo, wuo, espera, que vamos demasiado rápido, te dije. ¿Y si nos tomamos un mezcal en la noche y seguimos platicando?

Subimos a mi coche y no te has bajado desde hace más de tres años. Hemos ido de cantinas y personas en la Ciudad de México, con tus palabras elegantes y escogidas que usas cuando, no sé, el de la voz me platica quedito, contenido; o con la complicidad de la risa que ya nos conoce manejando de noche, conversando de ciencia, a medio camino rumbo a Valle de Bravo. Me sorprende la persona que soy cuando estoy contigo: me haces descubrir ideas que no sabía me habitaban y tú, querido Puentes, haces más sencillo ponerlas en palabras.

Por eso planeo ir contigo a ver Episodio VII, con tus exageraciones maravillosas; planeo mis lecturas cuando nos contamos del tiempo, de las elecciones, de nosotros como humanos y de nosotros como danzantes; planeo mis conciertos, mis consumos, mis libros para el fin. Planeo incluso ir al Río del Aguacate en esta esfera sin bordes a comernos algo y ver qué se nos ocurre hacer con el Lerma, más cerca de mi casa en donde estás todo el día. ¿Quieres ir conmigo?

Te presenté con mi novia y con quienes amo, y por eso te escribo esta carta: has tenido algo que decirles a todos y todos salen de tu encuentro con una sonrisa, transformados. Tal vez no eres para ellos las primeras palabras en la mañana, todavía oscuro, o la indagación semiótica de la vida cotidiana o del jurisconsulto o de las canciones que sí eres para mí en la regadera, pero  caminas de los audífonos con cada uno de los amigos que les digo de ti. En lo más bello que has dicho, tu brindis, cabemos todos.

Así, cada vez eres más mi medio, que te habito. Gracias por tu pasión por los infomerciales y telenovelas noventeras, disfrazada de pasión por los Simpson, engañando a nadie, querido Puentes. Queridos todos.

Por Luis Hernández

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