Todos los días despierto con la habitación sobre mí. Revuelta en colores y siluetas que me quitan las ganas de abrir los ojos. ¡Quisiera seguir durmiendo! Soñar que, por un momento todo regresa a la normalidad. 

Aquellos días del 2013 me obligue a continuar la vida contra marea. Me di cuenta que caminar con las manos extendidas no solo es para las momias de la T.V. Hablar un dialecto desconocido por todos hizo retraerme del mundo. Soportar diálogos con gente que piensa que sabe cómo debería solucionar un problema que no existe, se volvió repetitivo y a su tiempo, cansado. Tropezar todos los días ante la cotidianidad era pesado. Muy pocas veces tuve la fortuna de conocer personas con las que podía hablar. Todas las demás, nunca tuvieron la paciencia de intercambiar palabras conmigo sin interrumpirme. Sin apropiarse de la conversación. Cosa que pasaba cada vez más y más. Hasta que deje de intentar hablar con la gente.

La verdadera supervivencia no es salir “sano y salvo” del hospital, sino, sobrevivir a ti mismo. Sin culpar a nadie. “Tú eres el arquitecto de tu propio destino”. El secreto es adentrarte a donde nadie ha ido: Conocer-te.

Siempre me he regodeado de mi juventud. Pero en ella existen puntos clave para destruirte la mente. Por el mismo hecho de ser joven e inexperto. A pesar de nunca estar solo (gracias a mi hermosa familia) cometí el error de caer en depresión. De pensar que nadie me entendía, y en esos días actuaba de tal manera, que obligaba a la gente a soportarme ahora a mí. Profundizando en el arte de caer enfermo.

Sin embargo, me di cuenta que podía generar una cantidad sustancial de emociones y pensamientos intensos increíbles. Solo que los llevaba en la dirección incorrecta. La delgada línea entre la cordura y la locura nos hace tambalear de inseguridades. Este nuevo hallazgo era colosal. La diferencia entre el cielo y el infierno se encontró en mí todo este tiempo, y no tenía que morir para averiguarlo. Entonces empecé a escuchar a los que me interrumpían. Me di cuenta que hay tanta gente rota que, como yo, solo quiere ser comprendida. Me convertí en una clase de vidente, y el secreto era simplemente; escuchar sin interrumpir.

Cuando te sientes como un barco que se hunde en alta mar, eres vulnerable. Más de lo común. Pero una vez que rediriges tus emociones y revives tu pasión. Es muy fácil darte cuenta que no hay gente buena ni gente mala. Solo alegres de un lado y miserables del otro.

Así, estamos propensos a sufrir el mayor grado de esclavitud. Estoy hablando de cuando alguien te puede alterar. Cuando alguien puede hacerte enojar. Cuando alguien, con sus acciones o sus palabras, puede hacerte feliz o infeliz. Ten por seguro que lo que sucede a tu alrededor, mucha gente lo decide. El mundo que nos rodea no es 100 % nuestro. Pero lo que sucede dentro de ti solo es provocado por ti. No le des esta libertad a los miserables. Guárdate el privilegio y compadécete de ellos con una sonrisa.

Por Edgar Paredes

Comentario

Comentarios